Gustavo Schrauf es profesor Titular de la Cátedra de Genética y director del “Criadero Cultivos del Sur” de la Facultad de Agronomía de la UBA

Desde hace tiempo la “pérdida del sabor del tomate” nos ha llegado como una demanda insistente. Y aunque sabemos que gran parte de la pérdida del sabor se debe a la forma en que se produce y comercializa esta fruta, consideramos que la manipulación genética alguna responsabilidad tiene sobre esa pérdida. Dentro de la Cátedra de Genética, acompañada por el criadero “Cultivos del Sur” de la FAUBA, se desarrollan diferentes líneas de investigación y ésta es una de ellas.

«En principio parte de la perdida del sabor tiene que ver con la forma con la que se produce, recorre distancia y se refrigera. También, con el mejoramiento se mejora el aspecto, la duración», contó Gustavo Schrauf, profesor Titular de la Cátedra de Genética y director del “Criadero Cultivos del Sur” de la Facultad de Agronomía de la UBA.

El equipo de investigación que lleva adelante este trabajo está integrado por el profesor Fernando Carrari- Adjunto de la Cátedra de Genética e investigador Principal del CONICET en el IFIBYNE- Gustavo Schrauf- profesor Titular de la Cátedra de Genética y director del criadero Cultivos del Sur, de la Facultad de Agronomía de la UBA- e Ignacio Castro- alumno de la carrera de Agronomía y co-responsable de la ejecución de los ensayos en la estación experimental de Gorina del MDA-INTA.

Tras analizar semillas de tomates que datan del siglo pasado, encontraron que la falta de sabor también va acompañada de falta de diversidad, por lo que recuperar el acervo genético podía ser un buen punto de partida.

«Quizás cuando algunas cosas se mejoraban se perdía el valor nutritivo y el sabor».

Y sobre esto, mencionó que «en los años 50 fueron los programas de mejoramiento más grandes de Argentina y después se cerraron, eso fue una perdida de soberanía de materiales genéticos para el mejoramiento».

Los investigadores se propusieron multiplicar esas semillas y luego, hacerlas circular por los diferentes espacios productivos: quintas, huertas comunitarias, instituciones públicas, etc. «Estamos utilizando otros materiales para producir más sin que se pierda el gusto, calculo que en mediano plazo, vamos a tener material que combine esas características», destacó.

La apuesta

Esta colección de materiales genéticos fue coleccionada en huertas y campos de productores en un momento histórico anterior al establecimiento de tecnologías asociadas a la horticultura moderna (invernaderos, fertilizantes, uso intenso de fitosanitarios e híbridos). Los investigadores multiplicaron este material en un campo experimental de la FAUBA, donde luego se realizó una masiva prueba de degustación (en la que participaron más de 600 personas que probaron tomates antiguos y actuales). La conclusión fue que los materiales “antiguos” fueron los que más gustaron.

Descripción del proyecto

Inicialmente se evaluaron exploratoriamente y multiplicaron los materiales. Posteriormente, las semillas se distribuyeron entre productores hortícolas, huerteros y también entre grupos de investigación. Este año se está realizando, en el campo experimental de la FAUBA, la multiplicación de los materiales originales de los bancos de germoplasma para asegurar la autofecundación de cada planta. También se inició un ensayo en la Chacra Experimental de Gorina, perteneciente al Ministerio de Desarrollo Agrario de la Provincia de Buenos Aires. Allí es donde se está evaluando a las variedades bajo coberturas en similares condiciones productivas a las que se presentan en el cinturón hortícola de la ciudad de La Plata.

Hasta el momento se han tomado datos del crecimiento vegetativo de la planta, como también de su floración y cuajado. Próximamente se iniciarán las primeras cosechas de las variedades, lo que resultará útil para construir las curvas de rendimiento, con el fin de identificar los picos de producción de cada variedad.

 

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