«En relación con violencias de cualquier tipo, no sólo debemos rehusar ser perpetradores, sino también espectadores: esto último nos transforma, en última instancia, en victimarios.» La frase del psicoanalista Carlos Sluzki es citada por la doctora Elsa Wolfberg, de la Asociación Psicoanalítica Argentina, en diálogo con Tiempo Argentino. El motivo de la consulta es la violencia laboral, a la luz de un dato preocupante: siete de cada diez denuncias que recibe la Oficina de Asesoramiento sobre Violencia Laboral (OAVL) del Ministerio de Trabajo de la Nación, provienen de mujeres, y aumentan entre 15 y 20% cada año. Además, la mitad son víctimas de discriminación precisamente por su condición de mujeres.
Desde que se creó la OAVL en 2007, recibió más de 9000 consultas por acoso laboral, un 80% de las cuales derivaron en denuncias. La Oficina relevó las 300 consultas del segundo semestre del 2014 y encontró que un 69% son de mujeres (9% más que en 2012). Por otra parte, el 94% ocurren en el ámbito privado. El 86% de las consultas son por violencia psicológica; el 6%, violencia física; y el 8%, sexual. La violencia psicológica abarca un amplio espectro. Pueden ignorar a la persona, ridiculizarla ante los demás, cambiarle los horarios de trabajo o no permitirle francos, sobrecargarla de tareas, insultarla, hacerla sentir inútil.¿Quién acosa? El 91% son superiores, y seis de cada diez, hombres. Cuando el hombre acosa, lo hace con mujeres en un 62% de los casos. Cuando la mujer acosa, un 82% victimizó a otras mujeres.
La mayoría de las denuncias (53%) pertenecen a personas que estuvieron entre dos y ocho años en ese empleo. «En general, la víctima de violencia laboral posee buen desempeño y progresa; el acosador cree que le hace sombra, que lo puede desplazar», opina Patricia Suárez, coordinadora de la Oficina. La violencia suele generarse a partir del pedido de un derecho laboral (salarios, enfermedad, accidentes), y el 5% se origina en el embarazo de la empleada. «En el 100% de los casos de abusos sexuales, los hostigadores son de sexo masculino y la mayoría pertenece a rangos superiores de las organizaciones», resalta Suárez.
Para Wolfberg, presidenta del capítulo de Psiquiatría Preventiva de la Asociación de Psiquiatras Argentinos, son escasas las denuncias que llegan a formalizarse frente al total de los hechos concretos de violencia laboral: «Es un fenómeno creciente y generalizado, una epidemia, vista desde la salud pública. En no mucho tiempo será una causa de morbilidad y mortalidad prematura mayor que las enfermedades infecciosas.»
«La víctima, en la mayoría de los casos, es el último en enterarse», indica el abogado Mariano Páez, integrante de Acosados (una plataforma de asistencia legal a víctimas de violencia laboral). Sus consejos son: no aislarse, recopilar pruebas, recurrir a instituciones involucradas con la temática.
Predominan las denuncias en empleos de servicios, comercios, sector de limpieza y salud. Seis de cada diez personas que asisten a la OAVL manifiestan que quieren seguir en la empresa donde sufren el acoso. El que arriba es contenido por un equipo interdisciplinario compuesto por abogados y psicólogos. Un 52% ya llega con tratamiento médico, psicológico o psiquiátrico. La consulta es confidencial y tiene dos opciones: que la OAVL se comunique con el empleador («nunca con el acosador»); o que el expediente quede allí por dos años y la persona pueda pedirlo como prueba en cualquier instancia. El 73% de los denunciantes continúa en la relación laboral, y para dos de cada tres «mejoró» su situación. En el otro extremo, un 13% fue despedido.
Entre los que continuaron el vínculo, en un 10% de los casos fue despedido el acosador; y en un 13% lo removieron de ese sector. Sin embrago, en un 30% de las denuncias el trasladado fue el propio acosado.
El ciberacoso en las empresas
Un aspecto creciente es el ciberacoso laboral. Para el especialista en robo informático de identidad, Daniel Monastersky, “es un hostigamiento que varias veces genera un debilitamiento psicológico”; sean chats, textos, perfiles falsos o bombardeo de mensajes negativos. Suele pasar cuando está en juego un puesto o ascenso en la empresa. El experto cuenta el caso judicializado de una investigadora científica a la que, para arruinar su reputación, alguien colocó su imagen y teléfono en un perfil falso de Facebook, publicitándola como trabajadora sexual. A pesar de tener un extenso CV, quien la googlea encuentra esos resultados. La denuncia penal ya está hecha, pero aún no hallaron al culpable.
Cargos directivos, sólo la mitad
El acoso sexual es efectuado en un 100% de los casos por hombres, de forma jerarquizada: de jefe a empleado/a. Una situación que atraviesa este contexto es la baja participación femenina en los cargos directivos de las empresas privadas. De acuerdo a datos de la Dirección de Estadística y Censos porteña, en octubre de 2006, del total de empleadas de empresas privadas en la Capital, sólo 2,1% ocupaban cargos directivos; contra un 3,8% de hombres. Pasada casi una década, en enero de 2015, la relación sube al doble: 2,2 y 4,4%, respectivamente. La incidencia femenina creció en el rubro “ejecución directa de tareas administrativo-contables”: de 30,2% en 2006 a 37,5% en 2015.
«La gente tiene miedo de reconocer lo que padece»
«El acoso es un asesino silencioso», sentencia Nancy Bravo. Lo sabe bien desde que comenzó a padecerlo en 2004, aunque debieron pasar cuatro años hasta que entendió que eso que sufría era acoso laboral. Trabajaba en la unidad coronaria de cuidados críticos del Sanatorio de la Trinidad, en Palermo, cuando la eligieron directora del Consejo de Enfermería de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC). Ahí comenzó la persecución de su supervisora. «Siempre me hacía notar que ahí yo no era nada, que era mala enfermera, siempre trataba de descalificarme, me llamaba delante de mis compañeras, me encerraba en la oficina para decirme de todo, sorteaba francos y no me incluía.»
Nancy vivía en Laferrere, estaba casada, con el proyecto de adoptar una nena con discapacidad, Dulce, que hoy tiene 13 años. Pero por esos días vivía enferma: «Me caía de maneras insólitas, sin poner defensa, pero eso quería decir algo y no me daba cuenta.» Hasta que en 2008 se le ocurrió organizar un curso de violencia laboral en la SAC. Y allí comprendió que sufría todas las características del acosado.
En LaTrinidad, su jefa y otra superiora intentaron hacerle una «cama» al año siguiente, sancionarla con un papel sin sello ni firma, que ella al otro día no fuera a trabajar y así suspenderla por ausencia sin aviso. Fue a trabajar, luego se dio por despedida, en septiembre de ese año. «No daba más», recuerda.
En 2012 le ganó el juicio a la prepaga Galeno, tras apelar en primera instancia. «Le gané al monstruo», dice. Aunque todavía está con medicación: «No puedo salir de mi depresión, con una incapacidad del 25% desde lo psicológico. Si hago un psicotécnico, no me toman.» Consiguió lugar en el Hospital Argerich, y hoy vive sola con su hija. La acosadora sigue trabajando como supervisora en el mismo lugar, donde hubo otras denuncias. Nancy hace un silencio, y reflexiona: «Si me preguntás por qué pasan estas cosas te diría que es porque las empresas lo permiten, y porque la gente tiene miedo de reconocer lo que le hacen. Y porque además, legalmente, falta protección.»
Fuente: Infonews