Según un trabajo realizado por tres investigadoras y un investigador de la Universidad Nacional del Sur muestra que la falta, entre otras cosas, la dificultad en el sueño ha sido algunas de las consecuencias de los aislamientos dispuestos para contener el avance del Coronavirus durante 2020. Sobre esto, hablamos con el Médico Neurólogo, Ramires Linares: «Ha sido un año de abandono involuntario en muchos aspectos; eso se siente en el consultorio de manera muy marcada».
Es que si hay un aspecto de la vida que se vio afectado por la pandemia es el sueño. «Esto impacta en la forma de atención y sobre todo en la gente, que está muy sola en su casa. Lo cognitivo se deteriora mucho cuando hay carencia social, entonces si a la gente mayor le quitamos la poca actividad física, el contacto social y por ahí algunos talleres de memoria, obviamente eso deteriora. Quitar todo eso es peor que morirse por COVID-19. Ahora podremos ver una recuperación, pero obviamente el año pasado tiene sus costos y consecuencias».
Al mismo tiempo, el descanso nocturno es una de las pocas herramientas que están en nuestras manos a la hora de combatir, justamente, el malestar físico y emocional de estos tiempos de encierro, lo que pone en valor a las distintas estrategias que favorecen el buen dormir.
«Al sueño lo afecta por un aumento enorme en la ansiedad, también la falta de actividad física, el televisor prendido más tiempo y las pantallas, el mayor consumo de alcohol también afecta el sueño. El sueño es muy frágil a los cambios de nuestra vida. Donde cambiamos algún hábito y sobre todo si se relaciona con ansiedad. A muchos de golpe les pasó que no se tenían que levantar a las 6 de la mañana y eso cambio hábitos. Hay muchos factores que se dieron todos juntos en esta época, también aumentó mucho la demanda de medicamentos para dormir. La ansiedad tiene un impacto muy grande sobre el sueño», aseveró Linares.
Es que, cómo señala el médico: «El coronavirus puso en evidencia un montón de problemas que varios de ellos ya se conocían de manera ocasional pero de golpe pasaron a ser masivos».
«El humor nos cambia cuando dormimos mal, lo cognitivo, el nivel atencional, cuando cambia el sueño en una persona que tiene migraña o epilepsia cambia también su patología».
En esta línea, contó acerca de un protocolo sobre coronavirus y cognición, «hemos detectado un compromiso cognitivo en personas que tuvieron coronavirus. En pacientes que ya tenían alguna situación previa se agravaron por el coronavirus. Esas ya son secuelas más instaladas. Con pacientes con deterioro cognitivo leve y sin antecedente previo la verdad es que no sabemos qué pasa en el mediano y largo pasa, es algo que vamos aprendiendo paso a paso. Algunas marcas que quedan no son tan preocupantes y otras representan una incógnita», concluyó.