En un nuevo aniversario del día internacional de las y los trabajadores ponemos el ojo en las tareas de cuidado y limpieza que conforman a un sector sumamente relevante para el mercado laboral y en nuestro país está mayoritariamente integrado por mujeres ya que representan más del 98% de la población activa en este sector.
Bahía Blanca no escapa a esta realidad, alrededor de 10 mil personas integran el sector, la mayoría son mujeres y único sostén permanente de ingresos familiares. La Unión Personal de Auxiliar de Casas Particulares (UPACP) es el único sindicato de empleadas domésticas en Bahía Blanca desde 2005 y trabaja junto a la Obra Social del Personal Auxiliar de Casas Particulares (OSPACP).
Claudia Libonatti es asesora legal de la UPACP y nos explicó: “En la ciudad el 90 por ciento -de las trabajadoras del sector- son mujeres, único sostén de familia o con un esposo o compañero que hace changas y está sin trabajo estable. Algunas provienen de alta vulnerabilidad social, han perdido otros trabajos o se han quedado solas por divorcio y falta de mantención de sus ex parejas. La mayoría son mujeres jóvenes y en menor cantidad mujeres mayores de 50 años”.
El sector está altamente atravesado por la flexibilización laboral y la precariedad, en este sentido la asesora legal sostiene que el alto grado de informalidad radica en desconocimientos, tanto de parte de empleadores de los beneficios del registro, o en la falsa creencia que si se las mantiene en la clandestinidad laboral, las empleadas no podrán accionar legalmente nunca. Esto último no es verídico porque a través de la ley 26.844 del Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares se otorgan sanciones importantes ante demandas por trabajo no registrado.
Otro motivo que impulsa la informalidad por parte de los empleadores es que “a veces suponen que si las empleadas trabajan pocas horas no es necesario registrarlas, e ignoran que el sistema prevé pagos de aportes conforme a la cantidad de horas por semana con montos diferentes y muy bajos. A veces las instan a trabajar como monotributistas, pero esto no es correcto y da lugar a reclamos legales beneficiosos a la empleada” .
También sucede que, por desconocimiento, a veces las trabajadoras piensan que ante un registro de la relación laboral, perderán sus asignaciones o beneficios de Anses, y lo cierto es que acceden como tales a la Asignación Familiar Maternidad/Maternidad Down, la Asignación Universal por Hijo para Protección Social y a la Asignación por Embarazo para Protección Social.
En este sentido Libonetti expresó que las afiliadas a UPACP y OSPACP tienen acceso a una Escuela de Capacitación: “En Bahía Blanca le ha dado una visibilidad al sector, respecto de la asistencia legal, el servicio de salud. Las trabajadoras acceden al servicio privado de salud de todos los hospitales de Bahía Blanca, con una relación costo – servicio de muy buen nivel. Esto es muy importante porque son personas que no utilizan el servicio público de salud como antes de la existencia de UPACP y OSPACP en Bahía, lo que a la larga es un costo menor para el erario público local de salud”.
Además trabajan en la capacitación para profesionalizar el trabajo de casas particulares y brindar la posibilidad de acceso a la terminalidad escolar, alfabetización virtual y divulgación del amparo de sus derechos laborales dentro del marco de la Ley 26.844.
Trabajo doméstico como consecuencia de la feminización de la pobreza
Sabemos que uno de los motivos de la feminización de la pobreza es el doble costo de acceso al trabajo para las mujeres que históricamente fuimos relegadas a las tareas domésticas remuneradas.
El trabajo doméstico, explica Claudia Libonetti, se ha dado debido al crecimiento de la pobreza en los últimos diez años y apunta al crecimiento sostenido por la situación alarmante en el país. Quienes no tienen formación académica encuentren en estas tareas, una fuente o salida laboral rápida, para hacerse de recursos salariales básicos de manutención. También influye el empobrecimiento de la clase media baja, donde algún miembro de la pareja pierde su trabajo y obliga a las mujeres de la casa a trabajar en el sistema de casas particulares, sea limpieza o cuidado de personas adultas, adultos mayores o niños.
Se ven dos extracciones sociales de las trabajadoras domésticas: clase media baja que ha perdido su trabajo, o personas de alta vulnerabilidad social, inmigrantes o no, pero que están en línea de pobreza. También hay muchas mujeres jóvenes, estudiantes, que cuidan niños y así abonan sus estudios terciarios o universitarios en la ciudad. Y mujeres jubiladas que pueden trabajar registradas como tales dedicadas al cuidado de personas, atento a que no pueden subsistir con una jubilación mínima.
La sobrecarga se multiplica en la vida de aquellas mujeres que ya están insertas en el mercado laboral y trabajan en otros sectores como salud, comunicación, administración, comercio o cualquiera que imaginemos pero ¿por qué se sobrecarga? porque no solo deben cubrir la jornada laboral sino que también deben hacerse cargo de las tareas domésticas. Las mujeres le dedicamos dos horas más, por día, que los varones, al cuidado de niñas y niños, una hora más a acompañar en apoyo escolar y hora más por día a la cocina, limpieza y desinfección. Según INDEC más de 8 de cada 10 mujeres realizan tareas domésticas en el hogar, mientras que 5 de cada 10 varones lo hacen.
En la misma línea de una brecha cuantificada encontramos la encuesta a 1.100 personas de distintas provincias realizada por la agencia Grow acerca de cómo se desarrollaron las tareas domésticas y de cuidados durante la cuarentena, entre mayo y julio de 2020. El estudio concluyó que el 78 por ciento de los varones y el 84 por ciento de las mujeres con hijos o hijas le dedican tiempo al cuidado, y que el cuidado de adultos mayores recae en mayor medida sobre mujeres sin hijos. Además, detectaron que, en promedio, las mujeres dedican a las tareas de cuidado y domésticas no remuneradas 10 horas con 24 minutos por día, mientras que los varones les destinan seis horas y 48 minutos (una brecha de casi cuatro puntos).
La pandemia recrudeció la desigualdad en materia económica: en el primer trimestre de 2020 la desocupación fue del 10,4 por ciento. La rama femenina de la falta de empleo fue superior al promedio: 11,2 por ciento (y la de los varones a 9,7 por ciento). Pero el desempleo para las menores de 29 años que querían trabajar llegó al 23,9 por ciento.
Una medida que traduce esta realidad es la política de transferencia de ingresos más importante de la pandemia en 2020, el Ingreso Familiar de Emergencia que da cuenta de quienes, contra los preconceptos sociales, están a cargo de la administración del hogar: la repartición del ingreso a nivel nacional según ANSES, fue en un 55% a mujeres, siendo el 60% de ellas menores de 34 años.
En este sentido, las trabajadoras del sector de servicio doméstico no también sufrieron el impacto, el desempleo que generó la pandemia “aceleró el proceso de empobrecimiento de muchas personas de clase media, que han debido reducir la contratación del servicio. En muchos casos fue por la directa afectación de los ingresos de la clase media, durante el 2020 alrededor de 1700 empleadas perdieron su trabajo”, expresó Libonetti.
También remarcó que, en el contexto de pandemia, se ha tomado conocimiento de numerosas denuncias de reducción de horas de trabajo, falta de pago de salarios a las trabajadoras cuando debían percibir sus salarios por estar afectadas a la restricción de tareas domiciliarias por Decreto Presidencial, cambios forzados de categoría. Al ser las trabajadoras cuidadoras de personas consideradas esenciales, muchos empleadores encontraron la solución para hacerlas ir a trabajar de limpieza, encubriendo un cambio de categoría a cuidado de persona.
Hay un gran reconocimiento por parte de las instituciones sobre el avance en materia de derechos que implicó la ley 26.844 que equipara los derechos de las trabajadoras del sector a los de cualquier otro trabajador. Sin embargo, queda expuesta la falta de políticas de empleo específicas que contemplen los factores económicos y sociales que influyen la vida de las mujeres.