¡Poné a los pibes!

Se cumple el primer año de gobierno de una coalición cuyo nombre, Cambiemos, supone una invitación a meter mano y transformar. Desde distintos espacios partidarios, las divisiones juveniles de la política aportan caras nuevas: el gran desafío es que tengan ideas nuevas.

Desde tiempos inmemoriales, los discursos políticos -que buscan organizar la existencia en sociedad- han versado sobre la juventud, a la que instan a forjar un futuro. Esa idea de un horizonte crea la noción de que la humanidad trabaja colectivamente por sus jóvenes, y es un modo de ordenar el pasaje de jóvenes a adultos plenos: instruidos, laboralmente activos y eventuales constructores ejemplares de familias.

Esta ficción soslaya una realidad: desde hace décadas, los jóvenes reciben los golpes de un sistema económico y social que cada vez expulsa a más gente de los ideales de éxito que, a la vez, promueve y premia. Una de las intelectuales más reconocidas en estudios sobre la juventud (en particular, de América Latina), la mexicana Rossana Reguillo Cruz, escribió en 2012 un libro clave -que parece escrito hoy- donde habla del «desencanto político de la juventud» y de su marginalidad, producto de una combinación de falta de empleo, precariedad, pobreza, inseguridad y criminalización de la juventud.

Consultados por el NO para un balance a un año del triunfo de Cambiemos en las elecciones presidenciales, referentes políticos juveniles sacan conclusiones y enfocan el desencanto en distintos elementos. Para Julián Asiner, presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires y dirigente del Partido Obrero, la decepción tiene que ver con que se profundizaron las principales inquietudes de la juventud («su futuro y desarrollo pleno de una vida con carrera y empleo en condiciones que permita sostener una familia»). Para Camilo Vaca Narvaja -de Generación Patriótica, referente peronista- «ante la pérdida de empleo y la inflación, implosionaron los núcleos familiares». Y para Federico Aroma, secretario de la Juventud Peronista en Mendoza, el PRO estafó a la gente y «la dirigencia política no piensa políticas para la juventud». Desde la otra vereda, el subsecretario nacional de Juventud, Pedro Robledo, dice que el desencanto es previo. «Ganó Cambiemos porque el kirchnerismo se llenó la boca con la juventud y sostuvo una precarización alarmante», sostiene.

Los números
Según datos del Indec, que fueron ratificados por el informe Juventud, competencias y emprendimiento que presentaron hace un mes la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Banco de Desarrollo de América Latina, uno de cada tres argentinos es pobre y dos de cada tres pobres tiene entre 0 y 29 años. Son 6 millones de jóvenes, de los cuáles 2 millones no estudia ni trabaja. Y un dato sobresale: de los jóvenes pobres, solo el 5,4% accede a trabajo formal.

Robledo dice que esos números no lo dejan dormir. Y que la inversión ha aumentado de 26 a 500 millones de pesos en su área, encargada de planes como SoyJoven y las Casas del Futuro. Es su plan más ambicioso, dice su responsable, Camila Crescimbeni, vicepresidenta de la juventud PRO.

Las Casas del Futuro -hay 9 en camino, incluyendo una en Abra Pampa y otra en Tierra del Fuego, pero por ahora funcionan las de Lanús y Villa Devoto-, tienen «tres ejes; empleabilidad, cultura y proyecto de vida (aspecto psicológico y socio emocional)».

Crescimbeni dice que la idea es trabajar con cada joven. En esa línea, la CEPAL y la OCDE recomiendan planes con seguimiento individualizado. Vaca Narvaja, desde una mirada crítica del PRO y del año, coincidirá en la idea de tutorías.

Con los números en la mesa y la falta de mejorías, Robledo mira hacia atrás: «En un año no modificás indicadores que arrastran 30 años, pero por primera vez, la Argentina tiene una política pensada a largo plazo». Aroma, en cambio, dice que, contrariamente a lo prometido, todos los planes que lograban «Estado presente» han sido dados de baja. Robledo dice que no, que «se reorienta presupuesto».

Sin escuela, sin trabajo
Los informes señalan que los jóvenes pobres dejan la escuela en mayor proporción y a más temprana edad, pero también que hay un 10% de chicos de clase media que no estudia ni trabaja. La falta de horizonte es extendida.

La apuesta del área de Robledo para 2017 es un programa de 50 mil becas de capacitación para que chicos que hayan abandonado la escuela se puedan presentar a su primer oficio o entrevista laboral y una tutoría de mil universitarios sobre mil jóvenes «ni ni». «Es una prueba, no hay fórmula mágica en política social», dice. Aún sin fórmulas, hay estudios a tener en cuenta. Las medidas del proyecto Primer Empleo -subsidio a empresas, baja de cargas sociales y de condiciones de trabajo- se aplican en América Latina desde 1990, pero el informe de 2015 de la Organización Internacional del Trabajo es lapidario: la influencia de esos planes en variables como desempleo o empleo precario es mínima.

Las políticas que parten de la idea de que el salario es un costo y que los jóvenes son caros, es tendencia mundial. En los Estados Unidos, por ejemplo, Barack Obama no accedió a subir del salario mínimo a 15 dólares la hora -pese a marchas y huelgas de empleados de restaurantes de fast food- y Donald Trump ya avisó que está contra la suba.

Para Robledo «la sensación es ambigua», de orgullo y conciencia de lo que falta. «Al Estado lo encontramos con capacidad operativa nula». En su área, que caracteriza como la más vulnerable, dice que «sólo hacían eventos».

-Decís vulnerable para hablar de la juventud…

Robledo: Tenemos 2 millones de jóvenes a los que llegar, el capitalismo no es el sistema más amable si el Estado no llega. Hay pobreza de recursos, infraestructura, carencia de afectos, educación, hay que atacar por todos lados.

-¿Por qué el proyecto primer empleo provocó tanta crítica?

Robledo: Hay que analizar el proyecto en su contexto: no hay empleo y no somos competitivos, hay que usar todas las herramientas.

-¿A qué te referís con competitividad?

Robledo: Que dependemos de Brasil, que la infraestructura aumenta los costos de las economías regionales y que tenemos uno de los salarios más altos de la región -cosa que queremos mantener. Dicen que sacamos las retenciones a los más ricos, pero, ¿un yerbatero de Misiones o un manzanero de Río Negro son oligarcas?

-¿Y la soja?

Robledo: Fueron 5 puntos y se está viendo qué pasará el año que viene. Se le sacaron a la soja, al trigo, al maíz… había una visión sesgada, de que todos eran megaproductores.

-Si el tema no es el salario, ¿por qué un programa como Primer empleo o el acuerdo con McDonald’s, con trabajo precario?

Robledo: El convenio con Arcos Dorados lo comunicamos mal porque es algo que venía de antes y se renovaba.

-Puede ser malo igual…

Robledo: Es una discusión de gente de clase media alta, que dice ‘¡Ay, el trabajo precario en McDonald’s…!’, cuando, si no tengo para comer, prefiero trabajar ahí.

-Se cuestionan las condiciones…

Robledo: Queremos un salario igual a la canasta básica, pero conseguir un primer empleo es el principal problema del mundo y el proyecto existe por nuestro contexto de devaluación, inflación y caída de la capacidad de consumo.

Vulnerados y golpeados
La falta de acceso a empleo y educación, la pérdida de un horizonte y la posterior criminalización de un sector vulnerable -eso que describía Reguillo Cruz-, es lo que muestra el informe presentado por la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) hace unos días. La juventud está golpeada desde hace mucho más que un año, pero la política de criminalización y violencia institucional contra la juventud ha sido potenciada por Cambiemos: hay un muerto a manos del Estado cada 25 horas.

De esos 259 muertos de este último año, y de los casi 5000 que incluye a los muertos desde 1983 a la fecha, el 86% son jóvenes de hasta 35 años. «Son el principal blanco de la represión estatal, pero no cualquier joven: los nombres del archivo son casi exclusivamente trabajadores o hijos de trabajadores. Es excepcional encontrar pibes fusilados por el gatillo fácil, desaparecidos o torturados hasta la muerte que provengan de sectores medios o altos», explica María del Carmen Verdú, titular de la Correpi. La situación no sólo tiene que ver con los muertos: la criminalización de la juventud se ve también en el aumento indiscriminado de detenciones «por portación de cara», en el pedido de documentos a jóvenes sin motivo alguno, en las razias barriales y en la constante aparición de videos con golpizas o actitudes de prepotencia por parte de fuerzas institucionales.

Como dice Verdú, la juventud es controlada «a través de mecanismos represivos». Ante la crisis y la organización en la protesta, el mecanismo recrudece. quinto lugar. s decir: con menos casosn PBA, la proporción -según habitantes- señala que las zonas más calientes Asiner observa que, precisamente, este año está signado por «una profunda decepción, de los que votaron a Macri y ven que todo empeoró, y de los que votaron a Scioli y ven que el FPV o el peronismo no son instrumento de defensa». Y cita, como muestra de la decepción, el ejemplo del senador Miguel Pichetto, que se subió al caballo de Cambiemos para pedir castigos para inmigrantes: una encuesta de la Organización Iberoamericana para la Juventud señala que el 70% de los jóvenes argentinos apoya la inmigración laboral hacia el país.

Género y aborto: cuestión de salud pública
Otro de los focos del año ha sido la cuestión de género, los femicidios y los reclamos del colectivo de mujeres para que el Estado se haga responsable.

«Cada nueva situación muestra el rol negativo del Estado, que no avanza en cosas claves de la juventud como la educación sexual laica, los derechos anticonceptivos gratuitos y al aborto», dice Asiner.

Robledo se muestra preocupado porque «aunque la legislación argentina en la materia es de avanzada, somos uno de los países con mayor tasa de femicidios de América Latina».

-También hay 500 pibas de escasos recursos que mueren por año por abortos clandestinos…

Robledo: Si las que mueren son las mujeres pobres, dejo de lado mis convicciones.

Crescimbeni también declina sus preceptos porque, «las que mueren son las de bajos recursos, y no las de clase media alta, que acceden de todos modos al aborto, así que es una cuestión de injusticia social e hipocresía».

Para Asiner todo es bluff: «Dicen que están de acuerdo, pero se excusan en que sus partidos son democráticos y no pueden hacerlo: mantienen alianza con la Iglesia y con los negocios del aborto clandestino».

Fuente: pagina12.com.ar

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