Durante la pandemia hemos visto que los niños, niñas y adolescentes sufrieron y vivenciaron este tiempo de un modo distinto; cambiaron la forma de vincularse con los adultos, al igual que sus comportamientos sociales e individuales, en relación al pasado, describió Patricia Rodríguez Aguirre es Doctora en Sociología, especialista en Sociología de la Infancia y profesora de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.
«Multiplicidad de infancias en argentina tiene que ver con lugares postergados, zonas rurales y barrios populares que se encuentran en una situación alarmante».
Según la investigación llevada a cabo por la especialista, el docente fue el profesional más cercano a los niños: «Incluso pasó por encima de la Secretaria de Niñez y de los ámbitos de salud, no porque quisieran, si no porque era el ámbito más cercano». Además, «brindaron ayuda a las familia para tramitar el IFE, algún subsidio o donde buscar comida, en muchas zonas los profesionales se pusieron al hombro la pandemia y es muy digno de destacar», sostuvo.
Para algunos niños dejar de ir a la escuela significó perder el desayuno de cada mañana o no poder socializar con sus amigos; para otros sin acceso a internet, implicó perder la oportunidad de estudiar. No olvidemos que, según las cifras de Unicef, a diciembre del 2020, hay 8 millones de niños pobres en la Argentina.
En tanto, Patricia Rodríguez Aguirre indicó que la estadística sola no nos habla de la realidad de los chicos y que «hay muchos programas que proponen respuestas, pero están vinculadas a las zonas urbanas, no ocurre lo mismo con las zonas rurales».
«Falta presencia del Estado en las zonas rurales. A veces uno piensa que la zona de la Patagonia es espectacular pero si uno no tiene las condiciones cubiertas es muy difícil vivir».
La «Segunda Encuesta de Percepción y Actitudes de la Población. Impacto de la Pandemia y las medidas adoptadas por el gobierno sobre la vida cotidiana de Niñas, Niños y Adolescentes» de Unicef, nos muestra que ha habido 2,6 millones de hogares cuyos ingresos laborales se han visto reducidos. Con lo cual, más de la mitad, el 56,3% de los niños y adolescentes, de 0 a 14 años, son pobres.
Por otra parte, habló sobre los niños, niñas y adolescentes que han dejado de soñar, de jugar, y de pensar qué quisieran ser cuando fueran grandes; la ansiedad y la incertidumbre del presente les privó la proyección de un futuro.
Asimismo destacó que «el cambio en los comportamientos y conductas se notó en la resignificación de los vínculos, sobre todo en los niños que extrañaba más a sus docentes que a los propios padres».
Muchos niños, niñas y adolescentes vulnerables hayan sido escuchados, principalmente, por los maestros, directivos, voluntarios de ONGs, personal sanitario y profesionales de la Secretaría Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia, sobre todo en contextos familiares violentos, donde recibieron no sólo alimentos, sino afecto y motivación para seguir sus estudios, cuando no tenían conectividad o sus padres no podían ayudarlos con sus tareas.
Es así como la especialista en Sociología de la Infancia, Patricia Rodríguez Aguirre, planteó: «El desafío no es solamente individual, si no grupal. Tenemos que cambiar como sociedad y ser comunidad, comprometernos con el otro, no esperar que el Estado modifique todo y compartir las experiencias de aprendizajes, redes y vínculos que trajo la pandemia», concluyó.