Memoria feminista: ¿cómo pensamos la dictadura de 1976?

Cuarenta y cinco años en la línea del tiempo histórico nos separan de la última dictadura cívico-militar en Argentina. El autodenominado Proceso de Reorganización Nacional que ha montado un régimen de violencia sistemática y le costó la identidad a 30.000 personas fue recordado un año más a través de las jornadas de lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia. 

“La memoria como todo proceso vivo, dinámico y en construcción permanente, habilita a nuevos interrogantes, nuevas preguntas desde el presente”, expresó Rocío Parga, docente de Historia Argentina en la Universidad Salesiana e investigadora en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Sur. Uno de aquellos interrogantes que nos convocan en la actualidad está ligado a cómo leemos la dictadura de 1976 en clave de género. 

El régimen militar se sostuvo fundamentalmente sobre la dominación y agresividad como pilar de la masculinidad y la sumisión y pasividad características de la feminidad. Estas bases fueron pregonadas mediante la reivindicación permanente de la institución familiar como principal móvil de asignación de roles. En este sentido, Parga afirma que “la dictadura asignó a la mujer al ámbito privado e impuso el silencio como práctica social. Una política que además desarticulaba todo lo que tenía que ver con la solidaridad social a través de enunciados asociados a no intervenir o no formar parte de lo colectivo, recluirse en el espacio privado. A la mujer se le asigna ese rol de cuidado, de maternar pero en un sentido diferente, siniestro, del control y en algunos casos de la delación. En las llamadas revistas apuntadas al público femenino aparecían artículos donde se resaltaba este rol de la mujer, sobre todo en revistas como Para Ti donde aparecían artículos que invitaban e incitaban a las mujeres a controlar desde el rol de madres las actividades de sus hijos con instrucciones muy claras de lo que supuestamente era peligroso o subversivo y algunas caracterizaciones muy burdas, que por supuesto excluyen a la mujer como sujeto político en la calle y formado parte de otras estructuras y la recluye al ámbito privado y se le asignan esos roles”.

Revista Para Ti reportaje publicado el 10 de setiembre de 1979.

Violencia sexual como método de tortura

En ese marco y ante el incumplimiento de los roles establecidos eran aplicados los métodos de tortura y la violencia sexual también era aplicada tanto a hombres como mujeres pero en función justamente de los roles jerárquicos predeterminados.

La socióloga Elizabeth Jelin sostiene que estos mecanismos de represión como forma de castigo y disciplinamiento estaban netamente vinculados a una razón de género: “La represión directa a mujeres podía estar anclada en su carácter de militantes activas. Pero, además, las mujeres fueron secuestradas y fueron objeto de represión por su identidad familiar, por su vínculo con hombres —compañeros y maridos especialmente, también hijos— con el fin de obtener información sobre actividades políticas de sus familiares”, explica en su libro Los trabajos de la memoria.

En muchos casos también se reconoce como método la tortura directa de mujeres delante de varones como una forma de daño indirecto a su masculinidad, el cuerpo de las mujeres era un “territorio de disputa”, un motín de guerra. Para los varones, explica Jelin, la tortura imlpicaba un “acto de feminización” que los colocaba en un lugar pasivo. 

Madres y Abuelas a la plaza

Pensar a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo a través del ideal de familia y mujer que sostuvo el régimen dictatorial marca un punto de quiebre. Sobre esta punta, Parga sostiene que “como contrapunto de ese rol del silencio asignado a la mujer y el cuidado en la esfera privada, aparecen y rompen con esa estructura preestablecida y con ese rol impuesto abuelas y madres, aparecen esas mujeres que empiezan a ganar también el espacio público vedado y con una valentía y con un rol político muy claro y con esa intención de lucha por los Derechos Humanos con un tipo de práctica que nunca incluyó ni la violencia ni la venganza si no la memoria, la verdad, la justicia”. 

Para la docente las Madres y Abuelas resignifican el rol que se les ha asignado como mujeres desde la estructura patriarcal en su lucha y su testimonio político. En ese sentido cree que se marca una continuidad al día de hoy a través de las causas de Derechos Humanos que encabezan organizadas y activas. 

“Aparece todavía el discurso y pervive en el presente, de la norma, de lo heteropatriarcal que debe devolver a la mujer al espacio privado. Me parece que esto aparece en las críticas cuando nosotros vemos intervenciones o comentarios en redes o directamente posturas políticas muy claras, no anónimas”, concluye Parga y se vuelve imposible no recordar la expresión violenta de grupos opositores plantando bolsas mortuorias en la Casa Rosada, una de ellas con el nombre de una gran referencia de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. También los permanentes saboteos discursivos ante cualquier expresión política por parte de cualquier integrante del espacio.

Ante estos elementos reaccionarios queda clara la necesidad de seguir pensando al terrorismo de Estado a través de una memoria colectiva y los -también necesarios- sondeos sobre una memoria feminista que nos siga guíando en el camino de búsqueda por la verdad y la justicia.

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