Día de la Ancianidad, la vejez un tiempo de integridad y derechos. Lo cuenta María Isolina Dabove, investigadora principal del Conicet-UBA, abogada especialista en derecho de la vejez y directora general del Centro de Investigaciones en Derecho de la Vejez (Fder/UNR).
«Las políticas públicas son necesarias, pero no suficientes. También es importante la labor de los medios en la deconstrucción de prejuicios, de mitos, asociar la vejez con enfermedad».
En la vejez, la conciencia sobre las pérdidas y el fin de la vida juega un papel importante en la aparición de autopercepciones, sentimientos sociales y prácticas que pueden dar lugar a resultados negativos o positivos, conforme a la manera en que se resuelva esta crisis.
En este punto, la especialista resalta que «hay violencia simbólica que circula en los medios de comunicación. Las mujeres vivimos más, el envejecimiento poblacional es típicamente femenino, en personas mayores de 60 y 65 años hay una mujer y media por cada varón». Esto se da a raíz del patriarcado que invisibiliza la vejez de la mujer, «a su vez trae aparejado un sinnúmero de desigualdades estructurales, falta de educación, de aportes, la adjudicación del cuidado por ser viejas. Hay un viejísimo intersectado por el género, la discapacidad y la pobreza», profundizó.
Entonces es necesario generar las condiciones políticas que garanticen el respeto cierto del principio jurídico de igualdad y no discriminación. con enfoque gerontológico.
Pandemia y aislamiento
En el marco del Día de la Ancianidad, la abogada especialista en derecho de la vejez, Isolina Dabove mencionó que lxs adultxs mayores -un grupo que podría ubicarse entre los 60 y 90 años- fueron lxs que más sufrieron el impacto de la cuarentena en su calidad de vida.
«La pandemia los agarro muy mal parados, por empezar se los considero población de riesgo de una manera critica y todo el tiempo bombardearon con información y se produjo una profecía autocumplida».
Por otra parte, durante la pandemia se acentuó el malestar de aquellas personas mayores que no cuentan con un círculo de contención emocional. La brecha digital también fue un foco de impacto negativo, ya que la falta de accesibilidad a este tipo de tecnologías representa un estado de exclusión, porque son de utilidad en funciones vitales como el contacto más cercano con los seres queridos, la telemedicina y la provisión de víveres o medicamentos, entre otras.
«Al mismo tiempo el aislamiento hizo más visible la soledad de muchas personas mayores porque hay muchas que viven solas», reconoció y agregó: «A esto le sumamos el analfabetismo digital porque no hubo ni políticas públicas, ni conciencia social clara en torno a darles las herramientas para que se adapten a la tecnología».
«Según lo que vamos viendo la han pasado peor por lo psíquico que por los contagios y la muerte, aunque sabemos que son la población más afectada».
Para la experta, respetar los derechos de la población adulta no sólo es un deber jurídico. también es una deuda intergeneracional.