Organizada por tres organizaciones sociales, miles de trabajadores informales se movilizaron para protestar contra la política económica del Gobierno que ha provocado una fuerte caída del empleo en ese sector tan vulnerable.
A las ocho de la mañana el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, subió a su cuenta el primer tuit del día: “Hoy es San Cayetano. Que Dios nos acompañe cuidando el trabajo de los que lo tienen y abriendo oportunidades para los que lo buscan”. A esa misma hora, a pocas cuadras del santuario de Liniers y sin conocer todavía el mensaje con que el responsable de la cartera laboral se encomendaba de manera tan poco tranquilizadora al poder celestial, una primera columna de de manifestantes comenzaba su marcha. La movilización a la Plaza de Mayo le reclamó al gobierno de Mauricio Macri que pare con las políticas que destruyen el empleo. Convocada por tres organizaciones sociales que agrupan a los trabajadores de la economía popular (la Coordinadora de Trabajadores de la Economía Popular, Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa), sumó a delegaciones de las CTA y de los gremios combativos de la CGT.
La protesta tuvo como objetivo manifestar contra las políticas que perjudican al conjunto de los trabajadores; pero fue organizada puntualmente por organizaciones de los trabajadores informales, que surgieron a finales de los ‘90 como piqueteras y hoy agrupan cooperativas sociales, de reciclado, manteros, cartoneros, empresas recuperadas, vendedores ambulantes y desocupados. Esta franja social es hoy la más fuertemente afectada por el combo de recesión, suba de los precios, freno de la obra pública, apertura de las importaciones y caída de los salarios.
Desde los movimientos lo indican en estos términos: por cada puesto de trabajo formal que se pierde, se caen tres informales. Hay además 70 mil cooperativistas que quedaron sin empleo porque dependían de contratos nacionales, provinciales o municipales. Los comedores populares que se han vuelto a reabrir se llenan y los más pequeños negocios de barrio cierran porque el tarifazo se combina con la falta de ventas.
Pero, ¿qué protesta callejera podría sostenerse sólo en la queja? La caravana atravesó la Capital Federal juntando grupos a lo largo de su recorrido –Flores, Once, Congreso y la 9 de Julio– y al acercarse a su destino aderezó con pimienta el mal trago de este 2016.
Lucía Ortega –empleada doméstica, eventualmente dedicada al cuidado de enfermos, hoy en busca de la changa que sea– se colgó al cuello un cartel hecho en casa y, convertida en mujer sandwich, llegó desde Haedo hasta el centro. “En el país de fantasía se trabajaba y se comía”, escribió sobre el cartón que ayer paseaba por la plaza.
–¿La frase es suya?
–Sí. No me costó nada encontrarla porque es la realidad. Dicen que no podíamos comprarnos un celular, pero yo lo compré, ¡de verdad!, –apuntó a Página/12. Y como un pequeño grupo de curiosos se juntó a escuchar lo que planteaba, insistió: –Yo comía… ¡y me iba de cuerpo! ¡Y era de verdad!
Lucía contó que tiene dos hijos metalúrgicos, “uno trabajando y el otro suspendido”, y que es paraguaya, pero vive en la Argentina hace más de diez años.
Otros le dedicaron cantitos al presidente. Por ejemplo, la columna del Frente de Desocupados Eva Perón, armada con un par de redoblantes le puso nueva letra a Matador.
“Hay un gorila suelto en la Rosada / se piensa que este pueblo no hace nada”… cantaron para entrar a la plaza, con su remate: “Nosotros militamos con el alma y el corazón / che, gorila, esa casa es de Perón”.
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En la marcha participaron también grupos de base de la Pastoral Social de la iglesia.
Estela Dolina llevó una pancarta con dos caras: una tenía la imagen del padre Carlos Mugica, y en la otra la del sacerdote Carlos de Dios Murias, un sacerdote franciscano asesinado en La Rioja durante la dictadura. “Somos de una parroquia de José León Suárez”, contó; “si bien en San Martín hay un estado municipal bastante presente (gobierna Gabriel Katopodis del FPV), la crisis se nota. Desde diciembre hay más gente desocupada, más en los comedores y más pedidos de alimentos. Los gastos de la parroquia están sobrecargados porque las tarifas aumentaron. Aparte, en nuestro sector no hay ninguna familia que no haya sido tocada por la desocupación”.
También hubo apelaciones al mensaje del papa Francisco, que la semana pasada mandó una carta a los fieles argentinos por el día de San Cayetano en la que expresó su preocupación por los altos índices de desocupación.
En el palco montado junto a la pirámide de Mayo, los organizadores pusieron una foto de Bergoglio. A la consigna de Paz, Pan y Trabajo –que remitía a la marcha de la CGT de Ubaldini contra la dictadura– sumaron el Tierra, Techo y Trabajo de la consigna social papal. Al hablar en acto de cierre, Esteban “el Gringo” Castro, titular de la CTEP, remarcó que la movilización surgió de una reunión con los Misioneros de Francisco.
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La cooperativa El Alamo pertenece a la Federación de cartoneros. Trabajan en el reciclado de la basura en la ciudad de Buenos Aires, y atraviesan un conflicto que es espejo de las políticas PRO.
A fin de año se termina el contrato de cuatro años para el reciclado de parte de la basura en la ciudad de Buenos Aires. El Gobierno hizo un intento de privatizarlo –con lo que peligraría la continuidad de 7 mil trabajadores cooperativos– pero tras una masiva movilización de recicladores, dió marcha atrás. “Ahora estamos discutiendo la continuidad del contrato”, explicó Alicia Montoya.
El caso ilustra exactamente cómo los trabajadores de la economía social inventaron sus trabajos. De andar cartoneando, lograron organizarse para el reciclado. “Así los compañeros tienen un piso salarial de 6400 pesos que paga el Estado. Toda la logística también la aporta el estado, que paga el salario del chofer, de dos ayudantes de carga, pone el camión y el combustible. Los centros verdes están tecnificados, cosa que jamás podríamos hacer nosotros por su costo. Es un trabajo con obra social, aportes jubilatorios y ART.”
Montoya agregó un par de datos que completan el panorama. “Las empresas de higiene urbana se llevan 8500 millones, mientras que las cooperativas costamos 600 mil pesos. Los vecinos deberían saber que, de pasar a manos privadas, se gastarían 3000 a 4000 millones de pesos más.” Ese monto, dicen los cooperativistas, es el que mueve el interés en la privatización.
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Raúl Giménez, de 48 años, dió la otra cara de la moneda, la de los cartoneros no organizados en cooperativas. Vive en el complejo de viviendas padre Mugica, de Castañares y la avenida General Paz y marchó con la Corriente Villera Independiente. “Cartonear se puso más difícil porque hay más gente saliendo a la calle, gente que no andaba en eso tuvo que salir a hacerlo. Se consigue menos porque somos más, y hay que andar 6 o 7 horas para juntar para comer.”
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Internamente, la manifestación no estuvo libre de tensiones, que se notaron en el momento de los discursos. Sobre el palco armado sobre el acoplado de un camión, de espaldas a la Casa Rosada, hablaron tres oradores, uno por cada una de las fuerzas convocantes. Daniel Menéndez por Barrios de Pie, Amancay Ardura por la CCC y Esteban Castro por el CTEP.
La plaza reunía a sectores que fueron opositores al kirchnerismo –como la CCC– con otros kirchneristas –como ATE Capital–, o que integraron el FPV pero tras las elecciones se escindieron –como el Movimiento Evita–. Cuando el orador de la Corriente Clasista y Combativa hizo críticas al gobierno anterior, un sector de la plaza le respondió con silbidos y abucheos.
Sobre ese fondo, los dirigentes convocaron a construir la unidad y anticiparon su voluntad de ir confluyendo en las protestas que vienen –la marcha de la izquierda el martes, el paro de ATE el 11, la jornada de lucha de las dos CTA y la marcha federal–. También pusieron en este mismo paquete a la unificación de la CGT, que ayer, al menos en su sector de gremios combativo, estuvo presente en la figura de Sergio Palazzo (La Bancaria).
Fuente: pagina12.com.ar