Luciano Lutereau psicoanalista

En un año de cambios, y nuevos escenarios para los que nadie estaba preparado, toda la población se vio encerrada en sus hogares, con sus problemas y satisfacciones. Particularmente los que se encuentran ante un escenario incierto de un futuro nada predecible son les jóvenes y en su gran variedad de circunstancias se destacan la conciliación laboral y estudiantil en un espacio no pensado para ello.

Hablamos con Luciano Lutereau Psicoanalista, Doctor en Filosofía y Doctor en Psicología por la UBA, donde trabaja como docente e investigador. Es autor de los libros: «Más crianza, menos terapia» (Paidós, 2018), «Esos raros adolescentes nuevos» (Paidós, 2019) y «El fin de la masculinidad» (Paidós, 2020).

Los medios, a partir de las llamadas «fiestas clandestinas» han ido responsabilizando a la gente joven por los aumentos de casos. ¿La juventud es realmente culpable de la expansión de la nueva ola?

«Creo que vivimos en un clima de desconcierto y un rebrote, o una segunda ola de la pandemia, nos movilizan anímicamente. Independientemente de que puede haber más o menos intereses políticos para que los medios construyan ciertas versiones, lo cierto es que estas no tendrían eficacia si en las personas que ven los medios no hubiera algún tipo de disposición emocional para aceptar esos relatos», contó.

«La búsqueda de culpables a veces se da en un contexto de impotencia. Imaginarse la chance de otro año como el que pasó es tener que reconocer un fracaso, para el que no existe una repuesta definida; cuando nos ponemos a pensar en mundos posibles (con preguntas del estilo ‘¿Qué hubiera pasado si…?’”

Y continuó:  «Nos sentimos íntimamente frustrados y creemos –así como en las separaciones amorosas– que si hubiera pasado algo (distinto) hoy quizá la cosa sería más fácil. Esto es típico en situaciones que escapan al control y que no son previsibles. Cuando no es posible hacer un duelo (por lo que quisimos, lo que no pasó, lo que perdimos y todavía vamos a perder) se sale por la vía inmediata: busquemos a quien castigar por nuestro sufrimiento.»

Según Lutereau, una de las mayores preocupaciones entre les jóvenes y muchas otras personas es que «demuestran que es muy complejo vivir durante cierto tiempo con miedo a morir. Cuando tenemos miedo a morir, o bien nos paralizamos, o si están dadas las condiciones nos empezamos a cuidar; es decir, de a poquito desarrollamos pautas de cuidado, que no son solo para uno, sino también para los demás. Es cierto que tienen que haber condiciones específicas para que esto ocurra, ya que si el miedo es muy intenso, no hay marco posible».

«En el caso de la pandemia me parece que al principio el miedo fue terrorífico, para muchas personas tocar un objeto era sinónimo de muerte, como si no existiera una diferencia entre exposición, contagio, desarrollo de enfermedad, agravamiento, morir entubado. Quizás eso se haya debido a lo desconocido del virus», explicó en diálogo con Radio Urbana.

En tal sentido, contó que con el tiempo, en cambio, en la medida en que mucha gente empezó a conocer casos leves, aparecieron los “asintomáticos” y más bien fueron pocas las personas que tuvieron familiares directos que murieron, entonces se pasó del terror a la indiferencia. «Este patrón vale para los jóvenes y se da también en adultos. Sin embargo, en los jóvenes creo que tenemos un componente extra, que es que su vida pública quedó muy limitada: los adolescentes a veces no tienen lugar dentro ni fuera de su casa, dado que viven con otros y, por ejemplo, para un joven es común necesitar un espacio que sea reservado de la mirada parental, pero si los otros están en casa, ¿Cómo hacen? ¿Cómo hace un adolescente para invitar amigos a su casa en este contexto? ¿O un novio o novia? Entonces el espacio social volvió a ser tenido en cuenta, pero para los jóvenes lo público carga una intensidad mayor, por todo eso que no se puede resolver en la intimidad. En este punto, no es muy diferente de lo que ocurría con las llamadas “previas”, en la que se proyectaba no tanto un deseo de los jóvenes, sino lo que no pueden resolver por otras vías más interesantes».

Juventud, pandemia y el rol social 

«No se les puede achacar a los jóvenes poca conciencia social, cuando de un tiempo a esta parte se comprometieron en muchas transformaciones históricas. En mi libro “Esos raros adolescentes nuevos” planteo incluso que el conflicto generacional cambió de eje y, hoy en día, antes que con los padres de manera intra-familiar, el conflicto es con la sociedad en su conjunto, por eso encontramos que ponen en cuestión el patriarcado, la heteronorma, el lenguaje (cuando buscan su modalidad inclusiva), etc.»

«Un joven necesita acompañamiento. La crianza es para los niños, el acompañamiento es para los adolescentes y, en este punto, creo que hubo situaciones sociales en el último tiempo que implicaron un gran descuido de los adultos hacia los jóvenes, ese mismo descuido es el que hoy no se quiere reconocer cuando se los culpa», remarcó.

Así mismo lo describe como un caso de doble discurso, otro más en la historia de la adolescencia, en el que los mayores dicen que «son grandes para unas cosas, pero luego invalidan su crecimiento. En nuestro país, además, no cabe dejar de tener en cuenta que los jóvenes siempre fueron víctimas sacrificiales de la falta de cuidado de los adultos, pensemos si no en Malvinas, los desaparecidos, Cromagnon, etc», enfatizó el doctor en Filosofía y Psicología.

Los efectos de la cuarentena en les jóvenes: ansiedad, depresión y estrés

«En cierto punto, en un primer momento, los jóvenes tuvieron la suerte de ya tener un mundo armado a partir de la tecnología. En estos días se corroboró mi hipótesis del libro “Esos raros adolescentes nuevos”, en que planteo que la hiperconexión juvenil es más creativa que compulsiva, más al servicio de la comunicación que del aislamiento, pero tampoco podemos olvidar que los jóvenes tienen una vida sexual, que puede pasar por un beso, la masturbación, las relaciones sexuales», contó.

«¿Qué clase de privación les queremos imponer? ¿Vamos a plantear el celibato juvenil hasta que llegue el fin de la pandemia? ¿En qué lugar podrían encontrarse si no es en espacios públicos? Estas son todas preguntas se vuelven urgente pensar, para no caer en una actitud punitiva que pide lo que no cumple», señaló el autor.

Y para finalizar, hizo hincapié en que «los jóvenes tienen mucha influencia social, son grandes creadores de opinión, ya que hoy tienen un manejo de las tecnologías que a veces tiene mayor incidencia que tal vez un medio de comunicación. Entonces pienso que sería muy importante recuperar el protagonismo juvenil para que sean agentes de salud, de promoción, para que se sumen a tareas preventivas, en programas o actividades específicas de difusión. Con jóvenes de este lado, sería todo más fácil».

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