Lautaro Acosta se agacha y abre el portón del pasillo que une el vestuario con la cancha de Lanús. Se mueve por La Fortaleza con la comodidad que siente en su casa. Es más, se acuesta en el césped, cierra los ojos y sueña como si estuviera en su cama. Con la cabeza puesta en una pelota, recuerda sus inicios con ocho años en el club, la Promoción para quedarse en Primera que vio desde la tribuna en 2002, su debut en 2006, el primer título local de la historia del club en 2007 y los cinco trofeos que consiguió con el Granate en la última década.
El Laucha se refriega los ojos. Se empieza a despertar, va caminando por el estadio y cae en la realidad: Lanús, el club de barrio más grande del mundo –como dicen en el Sur del Gran Buenos Aires–, corona una década de crecimiento con su primera final de la Copa Libertadores. Este miércoles, en Brasil, será el partido de ida frente a Gremio. Y él , como los hinchas, quiere seguir soñando.
–Llegaste a la final con el equipo en el que te formaste y del que sos hincha. ¿Eso lo hace especial?
–Llegar a esta instancia con el equipo de mi vida es lo mejor que me pudo haber pasado. No dimensioné lo que se consiguió porque más allá del brusco crecimiento que tuvo el club en los últimos años, esto es increíble. ¡Una final del torneo continental más importante! No caemos, porque ni el más optimista pensaba que un club como Lanús podía llegar a la final de la Libertadores. Lo vivimos con mucha alegría e ilusión, y se mezclan un montón de sensaciones, no sólo en lo deportivo, sino en lo personal, porque tengo a mi hermano laburando como ayudante de (Ezequiel) Carboni en la Reserva, a mi viejo que siempre está, a mi hermano más chico recontra hincha, y a mi hermana y mi mamá, que también lo sienten. Para todos es algo nuevo, único.
–¿Cómo llevás ser parte de la historia más rica de Lanús?
–Me siento un afortunado de ser parte del crecimiento más grande del club. Lanús coronó la evolución institucional con logros deportivos y ser protagonista de eso es un privilegio. Vi todo el proceso, porque cuando subí a Primera con Ramón (Cabrero), el club peleaba por no descender y el objetivo era hacer un colchón de puntos. Hoy, once años después, estamos peleando una Copa Libertadores. Estoy orgulloso.
–¿Cuánto pensaste en Gremio en estos días?
–Un montón… pero trato de no hacerlo porque me genera ansiedad, nervios. Soy consciente de lo importante que es este partido y lo siento de esa manera porque estoy en el lugar del jugador y también, del hincha. Me cuesta mucho no pensar porque lo que se logró es muy fuerte. Cuando me pongo a ver, por ejemplo, la semifinal con River, veo cómo lo dimos vuelta y me genera angustia pensar qué habría pasado si no hubiésemos metido los cuatro goles. El fútbol es tan cambiante que pudo haber pasado cualquier cosa. Lo disfruto a mi manera, porque más allá de que se vuelva a repetir, nunca va a ser igual. Por eso, a mí esas cosas me gusta festejarlas. No quiero que sea jugar, ganar, vivir un momento histórico e irme a casa a dormir, para volver a entrenarme al día siguiente. Me gusta festejar como a cualquier hincha. Es todo tan dinámico, tan efímero, que la euforia dura poco.
–¿Qué cambio del Lautaro Acosta campeón en 2007 a este?
–Muchísimo. En mi cabeza, el compromiso, porque antes era muy inconsciente. Por un lado, eso era buenísimo, porque en 2007 había más presión. Si hoy con esta edad estuviera de nuevo en ese campeonato, cuando todavía el club no había ganado ningún título local y teníamos que derrotar a Boca en su cancha en la última fecha, no hubiese podido respirar. En esa época tenía 18 años, no me importaba nada y eso me jugó a favor, porque hizo que lo viviera todo en forma natural. Yo sólo jugaba y me divertía. Hoy me cambió la cabeza. Ahora tengo un compromiso más grande con el equipo, con el club y con el juego. Maduré en cuanto a cómo correr la cancha, porque me veo cómo lo hacía hace diez años y era un desastre.
–Antes, en 2007, los referentes eran Bossio y Graieb. Ahora, Velázquez y Sand ocupan ese lugar. ¿Qué se dice en estos momentos?
–A mí, ser uno de los más chicos en ese 2007 y que estén los más grandes para cuidarnos me desligaba de la responsabilidad. Es normal, sos pendejo, tenés años de carrera por delante y todo es más fácil. Cuando vas creciendo, comenzás a contar los años que te quedan para terminar y el compromiso empieza a ser más grande. Tratás de que los chicos sientan el compromiso que vos no tenías cuando tenías esa edad. Es contradictorio, pero hoy es lo que me toca: dar el ejemplo, entrenar como nunca y hablarles. Por eso ahora lo disfruto más, porque le doy el valor que se merece y que tal vez no le daba cuando era chico.
–¿Qué significa ser referente?
–Asumir responsabilidades. Después, para ponerse la cinta y pelear por los premios es fácil, porque es la parte más linda de ser uno de los capitanes del equipo. Los referentes aparecen más en los momentos malos, cuando hay que darles argumentos reales para mejorar, porque el grupo te capta al momento si vos le estás mintiendo. Si en el entretiempo con River les decía «muchachos, tranquilos que les vamos a meter cinco», ellos se iban a dar cuenta que les estaba mintiendo. Lo que les dije es: «Tenemos que meter uno en los primeros 10-20 minutos». Porque si hacemos eso (nunca pensé que iba a ser tan rápido), después teníamos más de 20 para hacer dos más. Les dije que era difícil pero que tengan fe. Y se dio todo mejor de lo que uno pensaba… eso es lo lindo del fútbol.
–¿Tiene algún plus que Lanús, desde 2007 hasta acá, haya conseguido sus éxitos por la manera en la que juega?
–Me genera un orgullo increíble que estemos en la final y se resalte nuestro juego, porque habla de un club que tiene una idea, que la respeta y del convencimiento del grupo, porque esa línea no se baja solamente para la Primera: pasa desde las inferiores. El chico que sube sabe cómo tiene que jugar. Que se destaque la manera en la que se consiguen los éxitos los hace más duraderos. Si se da de casualidad, es efímero. Pero somos coherentes, sólo así se explica que en diez años Lanús se mantenga siempre en los primeros planos, peleando campeonatos. Se dio todo siempre a través del juego y de una idea planteada por todos los técnicos que pasaron de 2007 en adelante.
–¿En un futuro te ves más como entrenador o como dirigente?
–Más allá de lo que diga de Lanús y lo que sepa del club, hoy veo difícil ser dirigente, porque realmente no soy capaz. Hay muchas cosas del dinero que no entiendo y que me gustaría entender, pero no tengo la capacidad. Me tengo que preparar, por todo lo que quiero a Lanús. No me perdonaría nunca decir un día «voy a ser presidente del club» y hacer las cosas como el orto. No me perdonaría jamás perjudicar a Lanús porque realmente lo quiero a este club, que está más allá del ego y de lo que creo que pueda hacer. Tal vez puedo estar cerca, dar una mano desde un lugar cercano. Me encantaría ser tan capaz como es Nicola (Russo), pero él vendía frutas en el Mercado Central. Se cacheteaba con todos, juega a la mancha con aviones, es más rápido. Yo soy un bebé de pecho para estos tipos, me van a pasar por encima. Sí me veo relacionado al fútbol, porque es lo que voy mamando desde que soy chico, lo aprendo, me gusta, soy un apasionado, y lo puedo hacer con mi hermano, que es mi persona de confianza.
–¿Qué darías por poder decir «Lanús es campeón de la Libertadores»?
–Ya en la semifinal pensaba qué daría por pasarla. Y la respuesta era lo que sea. Y hoy, no sólo para mí, sino para mi familia, para el equipo y principalmente para el club sería muy importante poder decir que la ganamos. Lo imagino y no se compara con nada. Es imposible no emocionarse y es increíble lo que me genera este club. No me alcanzan las palabras para explicar lo que daría por darle esta alegría a la gente de Lanús.
–Te emocionás…
–Sí, porque viví todo el proceso. Me acuerdo cuando era chico, cuando iba a la popular, cuando tenía que aguantar que me pregunten de qué club soy en la A porque Lanús estaba en el ascenso, ¡estuvo en la C este equipo! Lanús eligió no ascender para estabilizarse institucionalmente. Unos visionarios los tipos, caso (Carlos Alberto) González, que era presidente y dijo no podemos subir. Los tipos agarrándose a las piñas con los vitalicios. Hizo todo por el club y lamentablemente falleció y no fue capaz de ver todo lo que se consiguió. Alejandro Solito, que está allá (señala la tribuna), Emilio Chebel, que está allá (señala la otra), ¡Hipotecaron las casas sin saberlo sus mujeres! Unos enfermos por el club. Arriesgaron la familia por Lanús. Sabiendo todo esto, ¿cómo no me va a emocionar estar ahora con este club en una final de Libertadores?
La aventura con la Selección y el sufrimiento por entrar al Mundial
Su rendimiento en Lanús y su despliegue por la banda derecha lo hicieron estar en el radar de Jorge Sampaoli, que lo convocó a la Selección para los últimos cuatro partidos de las Eliminatorias sudamericanas.
–¿Qué te llevás de tu último paso por la Argentina?
–El compromiso que vi en todos los jugadores. No estuve en todo el proceso de las Eliminatorias y agarré el final, pero conocí a muchos de estos futbolistas en Beijing 2008, cuando la gran mayoría comenzaba a ser convocada y pudimos ganar los Juegos Olímpicos. Me parece que se merecen todo porque se les pegó mucho injustamente, cuando estos pibes lo único que hacen es venir a representar al país por amor a la Selección, porque todos sabemos muy bien que no es por guita, que no es por ser famoso o por ser ídolo, porque ellos en sus clubes son ídolos, los aman y acá lo único que vienen a hacer es jugarse su prestigio. Acá ponen eso en juego en dos partidos, cada dos o tres meses. Llegaron a tres finales y darían todo por salir campeones. De eso no tengo ninguna duda.
–¿Se sufrió de más?
–Así tocó. Me pongo en el lugar de esos monstruos, que se la jugaron en todo momento y sufrieron más que nadie, y es tremendo. Yo vi lo que fue clasificar a este Mundial. Vi ese desahogo, el llanto de algunos jugadores que ganaron todo, festejando por clasificar a un Mundial en una eliminatoria sudamericana. Ves a esos tipos y realmente se merecen que nos vaya bien en el próximo Mundial, porque ahí te das cuenta de lo que sienten por representar el país, por estar con la Selección.
–¿Te ilusionás con estar en Rusia el año que viene?
–Me pongo nervioso pensando en la final que tenemos este miércoles, ni quiero pensar más allá porque sería una locura.
El emotivo recuerdo de Ramón Cabrero
El día después de que Lanús escribiera su página más gloriosa con la clasifcación a la final de la Libertadores, también recibió un cachetazo: Ramón Cabrero, el que dio el primer paso en esta década de éxitos, falleció tras meses de lucha para recuperarse de un ACV. «Cuando Ramón agarra la Primera, me subió con 17 años y me hizo debutar. Dejó afuera a 15 profesionales que había traído (Néstor) Gorosito y pusoa todos chicos. Lanús necesitaba hacer un colchón de puntos para salvarse del descenso y Ramón apostó por nosotros», recuerda Acosta al exentrenador que fue campeón en el Apertura 2007.
El delantero afirma que Cabrero fue casi un padre para él. Y además una de las personas más importantes para que el club viva este momento: «A partir del lugar que le dio a los chicos, se vendieron muy bien a esos jugadores y se empezó a tener un orden institucional que acompañó a lo deportivo. Ramón ordenó lo deportivo para que el club se vuelva ganador. Es una parte fundamental de Lanús».
Fuente: tiempoar.com.ar