En tiempos de plataformas on line y crisis económica, con fuga de televidentes y merma en la publicidad, los canales optan por privilegiar las transmisiones en directo, matizando la programación con latas extranjeras.
Todos los caminos conducen al “vivo”. La televisión argentina parece haberse resignado ante la transformación que produce el consumo digital y ya no oculta un futuro en el que la programación en vivo marcará su existencia. Entre la ininterrumpida fuga de televidentes y el bajo encendido que signa a la temporada estival, la pantalla chica local muestra programaciones en las que abundan los ciclos en directo, dando indicios del lugar que ocupará la TV abierta local en la vida del siglo XXI. ¿Será, entonces, que la TV abierta no morirá a corto plazo pero se limitará a conformar una grilla repleta de programas en vivo? Al repasar la actual programación de los canales de TV abierta, las dudas se disipan: la TV abierta será en vivo o no será nada. La pantalla chica actual está dando sólidas pruebas de que el futuro llegó. Probablemente antes de lo esperado.
La TV everywhere es un hecho ineludible. El consumidor audiovisual que conformó la era digital no sólo es voraz sino que además tiene poca paciencia: las nuevas generaciones no comprenden cómo es que hay que esperar una semana para ver el siguiente episodio de su serie favorita. Tampoco quiere bancarse tandas publicitarias en medio de los capítulos o de las películas. Para cada vez más personas, los usos y costumbres de la TV tradicional son imposibles de asimilar. ¿Cómo hace en este escenario la TV abierta para sobrevivir? La industria local parece haber elegido una respuesta: diseñar grillas con programación fundamentalmente en vivo, matizadas con algunas latas extranjeras.
Hasta no hace mucho los canales de la TV abierta se podían definir según sus perfiles de programación. Las pantallas tenían su propia identidad, fácilmente reconocibles en la vorágine del zapping. Si Telefe era el “canal familiar” durante los noventa, o el “cool y comprometido” durante los 2000, El Trece se destacaba históricamente por la sobriedad de sus contenidos. La ficción y el periodístico eran los géneros que sostenían su programación. Hoy, las identidades de las pantallas parecen haberse perdido en el magma de las necesidades económicas, televisivas y culturales que impone el consumo digital. En los tiempos actuales, a medida que la fuga de televidentes y de anunciantes se profundizó, las identidades de las emisoras son más confusas e inciertas. Cada vez cuesta más distinguir los canales en el frenético zapping.
Si hasta hace apenas un par de años América TV era la única pantalla con una predominante programación en vivo, ocupando el “directo” toda su grilla, el verano 2018 da señales de que el formato de actualidad comienza a extenderse a toda la industria. Basta un ejemplo para comprender que la TV abierta se mimetiza: en la actualidad, la programación diaria de El Trece se completa con programas “en vivo”, a excepción solamente de El Zorro, Pasapalabra y Simona. Incluso, la pantalla del Grupo Clarín cuenta en su grilla con ciclos periodísticos y chimentos que eran impensados una década atrás, como Nosotros a la mañana, Los ángeles de la mañana o El diario de Mariana. Noticias relacionadas a la farándula, incluso, forman parte de los contenidos de los noticieros.
El cambio se expresa con claridad en la pantalla que dirige Adrián Suar, donde la franja horaria de la mañana y de la primera tarde guarda similitudes con las de América TV. Pero no es el único canal en el que el vivo se adueñó de la programación. Canal 9, que hasta no hace mucho estaba plagado de enlatados, hoy tiene una programación básicamente en vivo. Salvo el segmento de novelas extranjeras de la tarde (Mi marido tiene familia, Sin tu mirada y La doble vida de Estela Carrillo) y la tira nocturna (La esclava blanca), la grilla descansa en ciclos en vivo, donde Confrontados y Todas las tardes también trabajan en función de la actualidad. Si bien no cuenta con magazines AT (“de amplitud temática”) como los otros canales, Telefe también forma parte de la tendencia: la emisora del Grupo Viacom cuenta con más de 10 horas diarias emitidas en vivo.
El vuelco de la TV abierta hacia la programación en vivo se puede explicar por varias razones. Una de las más fuertes, sin dudas, es que los ciclos que se emiten en directo son más económicos que aquellos que se graban y cuentan con un trabajo más dedicado de post producción y edición. Otro aspecto que influye, y que también se relaciona con el económico, tiene que ver con que en tiempos de plataformas on line y OTT la fuga de televidentes se profundizó (el último año la TV abierta perdió 3 puntos de rating, y en los últimos 15 años el 40 por ciento de su audiencia total), afectando principalmente a la ficción. No sólo a la producida en Argentina (actualmente sólo hay dos al aire: Simona en El Trece y Golpe al corazón en Telefe), sino también a las latas extranjeras, que salvo excepciones como El sultán también empiezan a sentir una merma de audiencia. La TV tradicional dejó de ser un espacio al que la gente acude para ver ficción.
Por razones económicas o de audiencia, la programación de la televisión abierta se ajusta a la agenda del público. Al igual que las grillas, los programas en vivo se transforman en híbridos en los que la actualidad marca sus contenidos, que pueden pasar de discutir la última pelea mediática del verano a abordar temáticas más profundas como la pena de muerte o la despenalización del aborto. Que la actualidad copó la pantalla es tan visible como el hecho de que los canales de la TV abierta, sensibles al “ahora” y “lo que pasa”, cada vez más se parecen a las señales informativas de la TV paga. Una clara señal de que la llamada “grieta” es ideológica pero también un gran negocio. La TV abierta ya es “aquí y ahora”.
Fuente: pagina12.com.ar