La justicia busca claves en los movimientos previos a la detención de López

Nada altera ni modifica el bochornoso episodio por el que está preso el ex secretario de Obras Públicas durante el kirchnerismo, José López. Las cosas se cuentan solas, y contrariamente a lo que cantaba Piero en los ’60, en este caso ni siquiera es necesario saber mirarlas.

Pero más allá de lo que se ve y lo que denota esa superficie, hay un lado B de la historia. Que entremezcla operaciones de inteligencia, estudios de abogados con influencias y contactos diversos, un relato oficial de los hechos, funcionarios puestos a contarlo sin haber estudiado adecuadamente el guión. Denunciantes que se convierten en testigos, puertas cuya apertura es cuanto menos difícil de explicar, secuencias temporales que muestran saltos como un electrocardiograma, jueces y fiscales que manejan los tiempos y una indisimulada decisión de evitar por todos los medios que López hable. Al menos, hasta que todos sepan qué es lo que quiere decir.

López cayó en una trampa en la que sólo pueden sucumbir quienes tienen algo que ocultar. El «culo sucio», en términos vulgares. ¿Quién más sabía de su situación?

Una hipótesis indica que el contexto político-judicial, la detención de Lázaro Báez, el video de «La Rosadita», el apremio judicial a Cristóbal López, los procesamientos escalonados contra funcionarios del kirchnerismo, lo pusieron ante un cuadro de alta permeabilidad. Entonces le calcinaron el cerebro, lo indujeron a pensar que iba a ser el próximo en caer, cuando, en rigor de verdad, no había nada que se aproximara en los tribunales de Comodoro Py 2002, ni siquiera mínimamente, a un allanamiento o una detención en su contra. Menos aún: estaba muy cerca de cerrarse la causa número 15.734/08 que tramita ante el juez Julián Ercolini, caratulada «Kirchner, Néstor Carlos y otros s/asociación ilícita». Allí se investiga la supuesta «ingeniería» desplegada para «digitar» la adjudicación de la obra pública nacional.

Pero López –siguiendo este razonamiento– creyó que era el próximo en caer. La presión fue insoportable. Y un hombre desesperado, acorralado, comete errores. Toma decisiones que no tienen vuelta atrás. ¿Alguien indujo a López a viajar hasta un monasterio para ocultar allí su dinero?

El juez federal Daniel Rafecas aún no recibió el expediente que tramita en la justicia de General Rodríguez. Esperaba que ello ocurriera el viernes pasado, pero no fue así. Hasta ayer, la causa estaba activa en manos de la justicia de General Rodríguez que dispuso nuevos allanamientos en la vivienda del ex funcionario y el monasterio donde se sucedieron los hechos (ver aparte). De modo tal que Rafecas no ordenó aún el análisis del teléfono celular, que está en poder de la fiscal bonaerense Alejandra Rodríguez. ¿Se puede alterar el contenido de un teléfono celular? Sí. La prueba más clara es el aparato que usaba el difunto fiscal Alberto Nisman, que apareció prácticamente vacío.

Sí se puede reconstruir la secuencia de llamadas, mensajes de texto, chat entrantes y salientes, con su respectiva ubicación geográfica en cada caso. Rafecas espera recibir el miércoles próximo el expediente, y esa será una de las primeras medidas de prueba que ordenará. Si López hablaba con alguien mientras llevaba 9 millones de dólares en su auto, ese alguien probablemente tenga relación con el dinero. El artículo 268 (2) del Código Penal establece penas de reclusión o prisión de dos a seis años, multa e inhabilitación absoluta perpetua para quien «no justificare la procedencia de un enriquecimiento patrimonial apreciable suyo o de persona interpuesta para disimularlo, ocurrido con posterioridad a la asunción de un cargo o empleo público y hasta dos años después de haber cesado en su desempeño». Y aclara: «La persona interpuesta para disimular el enriquecimiento será reprimida con la misma pena que el autor del hecho.»
Los misterios del llamado al 911

Tras la aparición de López en el monasterio se multiplicaron las voces que aportaron supuestos detalles sobre la secuencia que desembocó en ese hecho.Esas voces aseguran que cuando se terminen de ordenar cronológicamente las cámaras de seguridad que captaron el paso de la Chevrolet Meriva FEI 444 habrá sorpresas. Claro que es necesario que estén todas las cámaras. Y ello, sugestivamente, no siempre ocurre.

El relato sobre lo que ocurrió aquella madrugada en el monasterio está plagado de contradicciones, zonas oscuras y preguntas sin responder, que podrían dar origen a un nuevo expediente.

El viernes, Jesús Omar Ojeda, repartidor de pollos y vecino del monasterio, el hombre que llamó al 911 para dar aviso sobre la situación irregular que estaba ocurriendo, habló con Radio Continental. Su nombre no debió haber trascendido, pero un parte policial que circuló por todas las redacciones y el propio ministro de seguridad bonaerense, Cristian Ritondo, lo dieron a conocer.

Ojeda describió a López como un hombre que estacionó la Meriva, bajó, tocó el timbre, insistió varias veces y en el ínterin iba y volvía hacia el rodado. Incluso explicó que tomó contacto visual con López, y que este le dijo un enigmático «ahora sí». Luego lo vio arrojar los bolsos hacia el interior del convento y saltar el tapial. Todo ocurrió frente a sus ojos. «Estuve un ratito ahí afuera y me metí adentro. Llamé a la policía.»
Allí empieza a alterarse la secuencia temporal. Ojeda inició la descripción a las 2:30 de la madrugada. Sin embargo Ritondo mencionó que el llamado al 911 se produjo casi una hora y media después, «a las 3 horas, 50 minutos y 41 segundos».

Ojeda, quien en el llamado al 911 se identificó como «Oscar», describió cómo fue la detención, y cuánto demoró. Ritondo explicó que el primer móvil policial llegó al lugar dos minutos después de la alerta. Pero los policías no ingresaron al lugar sino hasta por lo menos dos horas más tarde. Ojeda les insistía para que entraran porque temía que estuvieran agrediendo a las monjas. «Las van a encontrar secas», les advirtió. Finalmente las fuerzas de seguridad accedieron al monasterio por el portón principal, que fue abierto desde adentro. López, que había entrado saltando el tapial, salía caminando «normalmente». ¿El uniformado iba solo? No. Lo acompañaba el propio Ojeda. «Me dijo vení, vamos adentro a ver lo que hay y ahí nos encontramos con las cosas”, relató Ojeda, quien a esas alturas no sólo era el autor del llamado al 911, sino artífice de la detención, identificador del detenido, y testigo de los bolsos repletos de dinero, que estaban en la cocina del lugar.

«El muchacho (López) sale caminando para el lado de la puerta, venía el policía y él no sabía que venía el policía. Venía caminando normal. El policía se le paró enfrente y le dijo ‘eh, soy policía’. El hombre (López) como que no lo veía.» Entonces ocurrió algo que pasó inadvertido pero que podría ser crucial en la investigación. Ojeda contó que el policía le decía a López: «¿vos me conocés?».

Ojeda se contradijo. Después del llamado al 911, regresó a su casa y cuando arribó la policía, salió y le preguntó a uno de los agentes «si ya había salido el muchacho», en alusión a López. «Y me dice que sí», es decir que había salido. Sin embargo, después relata que él ingresó junto con un policía, cuando López estaba saliendo.

En la cocina del monasterio había un «pocillo» y una «azucarera», por lo que Ojeda dedujo que López había estado tomando «un té o un café» y luego salía «normalmente» a buscar su auto, que estaba «cerrado pero en marcha» y con una valija con fajos de dólares en su interior. Hacía rato que la policía hacía sonar la sirena y tenía las luces de baliza encendidas en el exterior, en una zona descampada y desierta. La escena no parece tener sentido.
Pero además, en la entrevista con Radio Continental, Ojeda –la única persona que vio a López revoleando bolsos repletos de dinero– dijo: «Si yo no trabajo, en mi casa no se come. Salvo que justo esas casualidades le haya dejado unos pesitos del otro día.» ¿A qué «otro día» se refería?, ¿a la madrugada de la detención de López?
No son pocas las voces que sugieren que López tenía más dinero que el que oficialmente se consignó como secuestrado. Ritondo contó que el ex funcionario intentó sobornar a los policías. Pero Ojeda, quien estuvo todo el tiempo junto a ellos, nunca escuchó esa supuesta oferta.
Historias de abogados
En entrevista con Radio Del Plata, la abogada de López, Irene Fernanda Herrera, alimentó la duda sobre si había o no más dinero. «Esa es la pregunta que todos queremos saber, por eso queremos que declare. Lo vamos a saber con el correr del tiempo, cuando él hable.»

A propósito de la abogada, ¿cómo llegó a la defensa de López? Ella dijo que la acercó «un colega», ya que no conocía al ex funcionario. Nunca reveló el nombre de ese contacto, pero hasta principios de 2015 el abogado de López era el penalista Darío Richarte. Luego estuvo el defensor de Aníbal Fernández, Gustavo Frasquet, y ahora apareció ella.

Frasquet y Richarte no tienen una vinculación directa, pero forman parte de un grupo de abogados que pululan en torno a personajes de la política con problemas judiciales. También aparecen, entre otros, Julio Virgolini, Adrián Maloney y Rafael Llorens, este último muy ligado al ex ministro de Planificación Julio De Vido. Richarte aparece vinculado con un sector que supo tener fuerte predicamento en la ex SIDE y que ahora parece haber recobrado protagonismo. La figura de Antonio Stiuso, jubilado en lo formal, sobrevuela todo el tiempo. Al igual que la del dirigente radical Enrique «Coti» Nosiglia.

La abogada Herrera aparece como una suerte de «satélite» de ese heterogéneo grupo de abogados. Su vinculación con la política es marginal: en 1999 fue candidata a vicepresidente por la Alianza Social Cristiana, acompañando al peronista Juan Ricardo Mussa. Sacaron el 0,33% de los votos. En 2011 participó como contralor de los fondos de campaña del partido Unión Popular, pero no tuvo mucho trabajo: en la rendición de cuentas ante la justicia electoral, en todos los rubros de aporte figuraba un único número, el cero.
Es un error subestimarla. En aquella entrevista con Radio Del Plata, reconoció que cuando tomó contacto con López, el ex funcionario «quería hablar». Fue ella quien le aconsejó –y consiguió– que no lo hiciera.
El ex secretario de obras públicas del gobierno kirchnerista se encuentra hoy detenido por presunto enriquecimiento ilícito y tenencia de armas.
Herrera aseguró que López, quien fue trasladado al pabellón psiquiátrico de la carcel de Ezeiza, «está muy disperso, como ido, se queda mirándote, mira el techo».

«Con el ordenamiento de estas pericias se suspendió la declaración que estaba prevista para ayer a las 11, porque se está evaluando el estado de salud en el hospital donde está alojado, y luego se determinará si seguimos con la investigación para tomar medidas que nos permitan avanzar en la causa y poder proyectar una futura defensa», aseguró la letrada.

López aparece de momento como la «línea de corte» en esta investigación por enriquecimiento ilícito. Quienes conocen de cerca su historia cuentan que «es un hombre de Néstor, no de De Vido». En todo caso, la relación con De Vido se cimentó a partir de su contacto histórico con el ex presidente Néstor Kirchner.
No será el suyo el último escándalo de corrupción que socave las bases del kirchnerismo. En la semana deberán salir los procesamientos de ex funcionarios en la causa Fútbol para Todos, que lleva adelante la jueza María Servini de Cubría. Debió haber firmado la resolución ya, pero un problema de salud a su regreso de un viaje por Europa estiró los tiempos.

El juez Claudio Bonadio prepara una serie de llamados a indagatoria en una causa por supuestas irregularidades en la adjudicación de subsidios para la realización cinematográfica en el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). El trasfondo de esa causa apunta a poner en duda las convicciones de los artistas que apoyaron al kirchnerismo. «

Fuente: Tiempoar.com.ar

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