Aplausos, insultos y disturbios: crónica de una agitada madrugada en el Teatro Municipal de Gualeguaychú. En un clima tenso, con gritos y pases de facturas. La juventud boina blanca chocó con la policía.
Eran algo más de las cuatro y media de la mañana del domingo. La escena transcurría en el Teatro Municipal de Gualeguaychú, en Entre Ríos. Lilia «Lilita» Puig, presidenta de la Convención Nacional de la UCR, estaba sentada en el centro de una larga mesa, sobre el escenario del teatro. A ambos lados de ella había otros miembros de la Mesa Directiva de la Convención. Lilia se acomodó con dos dedos los lentes redondos. Tomó el micrófono y anunció que había terminado la lista de oradores. Era momento de votar. Habían transcurrido más de 13 horas de debate y el cónclave radical estaba a punto de tomar una decisión que implicaría un punto de inflexión que marcaría –y marcará– el destino del partido centenario. Se elegiría entre dos opciones: un acuerdo electoral con el PRO para las próximas elecciones o la convocatoria a una PASO de toda la oposición.
Según consignó Tiempo Argentino, a lo largo de la noche, todos los indicios habían indicado que la posición a favor de la alianza con Mauricio Macri terminaría imponiéndose. Y así fue: 186 convencionales votarían a favor, 130 en contra, uno se abstuvo y 13 estuvieron ausentes.
Un rato antes de este resultado, cuando Puig terminó de anunciar que era el momento de la votación, la Convención subió de temperatura. Todos los presentes sabían que los números favorecían a la propuesta del presidente del partido, Ernesto Sanz, que además quedaría como único precandidato presidencial.
Se comenzaron a escuchar gritos que venían del hall de entrada del teatro. Varios convencionales se levantaron y corrieron entre las butacas. Otros se pusieron de pie y, mirando al escenario, le gritaban a Puig que así no se podía seguir. Lilia tomó el micrófono: «Les pido que se sienten, por favor. Esto ya pasó otras veces. Estamos a punto de terminar.» Una militante radical, de pantalón negro y remera verde, que estaba en uno de los palcos del primero piso, gritaba: «Les están pegando a los pibes, hacete cargo. ¿Qué pasa? Mauricio no te deja ir a ver qué pasa.»
La dirigente Mabel Bianco, miembro de la Mesa Directiva de la Convención, estaba sentada al lado Puig. Durante el cónclave había manifestado su rechazo a la alianza con el PRO. Cuando tomó la palabra, con tono de directora de escuela, sostuvo: «A ver, se callan, por favor. Vamos a ir a ver qué pasa afuera y volvemos.» Bianco se levantó de la silla, bajó por las escaleras del escenario y caminó por el pasillo hacia la puerta. Pocos minutos después, regresó a su lugar y contó: «Hubo un grupo de la juventud que quiso entrar. La policía los contuvo y bajó la persiana del teatro. La situación es normal». Lilia volvió a insistir: «Es hora de votar», recordó.
Antes de empezar, el ex ministro y ex diputado Federico Storani, partidario del acuerdo con el jefe porteño, leyó, micrófono en mano, la propuesta que ese sector sometía a votación. Mientras Storani hablaba, el senador formoseño Luis Naidenoff se puso de pie. Estaba en un palco con los senadores Miguel Ángel Rosas y Gerardo Morales, opositores a la alianza con el PRO. A los gritos, Naidenoff le decía a Storani: «Anda a laburar Freddy. Sos un comentarista. Andá a recorrer el interior para que veas cómo son las cosas.» Morales se sumó: «Traicionaste tu historia», le dijo.
El ritual del sufragio del cónclave era a viva voz. La presidenta del cuerpo iba leyendo, uno por uno, los nombres de los 330 convencionales que se habían acreditado y ellos debían levantar su credencial y decir: sí, no o abstención. Por una de esas casualidades, los que respaldaban la alianza con el jefe porteño habían quedado sentados en el ala derecha de las butacas, desde la perspectiva del escenario. Así que al anunciar que se iniciaba el comicio, Puig señaló con una mano a ese sector y dijo: «Comenzamos con la propuesta del sector que se sentó a la derecha». «Sí, a la derecha, sí», gritó desde el palco la mujer de remera verde.
Comenzó la votación a viva voz. Arrancaba aplausos de ambos lados. Dos jóvenes que se habían sentado en un palco del segundo piso comenzaron a inflar con la boca globos amarillos. Una vez que los tenían llenos de aire, los dejaban caer encima del sector que respaldaba el acuerdo con Macri. «Ahí tenés tus globos», gritó un hombre gordo desde otro palco. «Eso es lo que te gusta.»
Cuando se leyó el resultado, los presentes, entre gritos, se levantaron para salir del teatro. Pero el asunto no había terminado. Afuera había unos 200 militantes de la Juventud Radical con el ánimo caldeado contra los referentes que habían impulsado la alianza con el PRO. Más temprano, también hubo sectores juveniles que respaldaban esa alianza. El grupo que se quedó hasta la madrugada estaba parado delante de una hilera de policías que custodiaban la puerta del teatro con sus escudos. Los jóvenes cantaban contra el senador Sanz, que salió por una puerta alternativa (ver aparte). No fue igual la suerte del presidente del bloque de diputados, Mario Negri, que tuvo que ser acompañado por un grupo de policías y que recibió algún que otro botellazo de plástico. Lo mismo le sucedió al histórico referente Enrique «Coti» Nosiglia.
Un hombre de unos 60 años, calvo y de bigotes blancos, que estaba entre los jóvenes, con los ojos llorosos, decía: «No lo puedo creer. Entregaron el partido.»
Un cierre a pura indignación
El presidente de la Unión Cívica Radical, Ernesto Sanz, debió retirarse custodiado por la policía de la Convención partidaria en Gualeguaychú, en medio de incidentes en rechazo a la aprobación de un acuerdo entre radicalismo y el PRO.
Sanz, uno de los más insultados, logró escapar por una puerta lateral, aunque su camioneta no salió indemne y recibió varias patadas.
Al salir del teatro donde se desarrolló la Convención Nacional, los dirigentes radicales Federico Storani, ex funcionario de la Alianza, y Enrique «Coti» Nosiglia, fueron agredidos por un grupo de jóvenes indignados por el giro del partido centenario.
A pesar de los pedidos de tranquilidad y la presencia policial, Nosiglia, histórico operador radical, fue arrinconado por jóvenes que le arrojaron botellas de plástico e incluso llegaron a tirarle el contenido de un tacho de basura sobre la cabeza. Sin pasar a mayores, finalmente logró ser rescatado por la policía, que le abrió paso entre los enojados militantes. Storani, que se retiró junto a su familia, también fue blanco de insultos, botellazos y patadas.
Fuente: Infonews