Son cada vez más, las hay temáticas -de plantas, de libros- y ahora incorporaron a las redes sociales. Lo diferencian de la donación, el asistencialismo o el trueque, al plantearlo como la filosofía del dar y el desapego.
«Soltar» es quizás el verbo que más se repite entre los concurrentes. Tienen sus propios códigos, su modo de ver el mundo, una filosofía en común. Según Tiempo Argentino, las gratiferias ya no son eventos aislados: a cinco años de su creación, se convirtieron en un lugar donde se reúnen personas que comparten un estilo de encarar la vida. El lema es: «Traé lo que quieras (o nada) y llevate lo que quieras (o nada).»
Y no sólo son cada vez más las reuniones, sino que ahora las hay con temáticas específicas: «Hay de cosas de bebé, de cumpleaños, gratiservicio, gratiplanta, gratilibro, gratiskate», precisa Mago Marruen, quien se hace llamar así porque ése es su trabajo, pero además porque hace unos años resolvió figurar de ese modo en su documento de identidad.
Mago estuvo este verano recorriendo distintos puntos del país, «gratiferiando» durante 45 días: «Las gratiferias nacieron del veganismo. Lo que queremos es un mundo, un planeta mejor. Por eso no se hacen con remedios, armas, animales, ni nada que tenga que ver con el sufrimiento. Lo que se busca es conciencia. Lo que venís a buscar no es lo material», explica Marruen, quien también es activista por los derechos de los animales.
Él formó parte de las primeras gratiferias, las de 2010, impulsadas por su amigo Ariel Rodríguez Bosio, de 37 años, quien describe lo que pudo observar en este tiempo que tiene de vida su creación: «Hay gente para la que esto es su lugar en el mundo y está todo el tiempo atenta a asistir a la próxima. Incluso recuerdo que alguien quería que le gratiferearan un abrazo y se terminó casando con la persona que se lo dio», cuenta para describir el alcance que tuvo su idea.
Todos los organizadores o participantes que fueron consultados por Tiempo coinciden en señalar que el espíritu de las gratiferias no tiene nada que ver con la necesidad. «A veces alguien entra y te cuenta una historia dramática, pero esto no se trata de necesidad sino de querer. En las plazas nos encontramos, nos escuchamos, nos hermanamos, y las necesidades pasan a un segundo plano. Además, el 99% de las cosas que llevamos no tienen que ver con necesidades primarias, a lo sumo un abrigo, pero el que se contacta con nosotros y se entera del encuentro no lo lee desnudo frente a la computadora, tiene recursos. La intención es que no haya un relato buscando compasión porque esto es otra cosa», dice Ariel, y aclara: «No es un regalo, no es donación, no es asistencialismo, no es venta. Hay una revisión interna de la relación con el objeto y las necesidades. Han traído una guitarra, una tele, un bajo, cosas que están en perfectas condiciones y que están buenas. Cualquiera querría tenerlas. Por eso la automoderación es muy interesante. El desapego y la propia riqueza de vivir sin tener el objeto. Soy rico porque no necesito. Para mí, lo más lindo de la gratiferia es cuando la gente se motiva a dar. Con el desapego real, no tenés ningún rollo con lo que el otro haga con ese objeto».
Mago cuenta que una de las razones del encuentro puede ser la mateada, la charla. «Y a veces hacemos yoga o damos charlas sobre alimentación», cuenta. «Consumo colaborativo» le llaman algunos a lo que hacen en esos encuentros o ferias, donde no importa quién o cuántos se llevan lo que se ofrece.
UNA NUEVA LEY. Karina Fresno es empleada administrativa y tiene 45 años. Hasta hace poco, nunca había escuchado hablar de la gratiferia y ahora la toma como una ley de intercambio en su vida. Su modo de gratiferiar es a través de las redes sociales, sobre todo de Facebook, donde armó un grupo especial. En su defensa de esta metodología, refuerza la idea de Ariel sobre las leyes no dichas del hábito de gratiferiar: «A veces se discute si es o no un problema que quien se lleve algo después lo venda. ¿Qué te importa? Si al otro le sirve, no importa para qué. Y otro debate es si una sola persona se lleva todo, pero eso tampoco debería importarnos».
Karina recuerda lo primero que entregó –»regalé», le gusta decir–: «Era una piletita inflable que me había comprado para refrescarme pero que al final me resultó incómoda. La publiqué en Facebook y una chica jovencita vino a buscarla a mi casa. Me sorprendió porque trajo una planta de regalo. ¡Pero esto no es un trueque! Se la hice llevar de vuelta. Necesitaba que se entendiera que el espíritu de esto no es tener que dar algo a cambio», justifica.
Además de Karina, quienes se incorporaron a estas ferias en el último tiempo fueron los niños. Cuenta Ariel que una vez organizó una de juegos y juguetes y fue un éxito. «Resultó genial. Los chicos se automoderaban, no se amarrocaban todos los chiches. Muchos hicieron el ejercicio de dar y eso es un desapego enorme para un nene. Incluso había torta y ellos solos fueron a ofrecerle porciones al encargado de la calesita para que los dejara pasar. Transgredieron la idea de que si no hay dinero no hay posibilidad de acceso», celebra.
Desde que empezó esta práctica, Rodríguez Bosio vivió casi sin manipular dinero. Paga con ahorros las expensas del departamento familiar y come lo que se descarta en verdulerías o locales de comida.
«Si tenés el capricho de comprar algo manufacturado, bueno, es un capricho, pero lo podés hacer vos», advierte, y revela que aprendió a «soltar» también el armado de las gratiferias porque tiene planes de nuevos eventos, todavía más grandes. «Estoy volviendo a generar algo de plata con clases de artes marciales, y mi idea es difundir otros proyectos, como el de compras comunitarias o el sistema de trueque, y también hacer un gran festival puertas adentro, quizás en un centro cultural», adelanta.
Aunque la gratiferia empieza a cobrar vida por sí sola y a mutar en muchas variantes para transformarse en un hábito y un estilo de vida para los concurrentes, hay un espíritu que se mantiene intacto y tiene que ver con llevar a estas ferias cosas que son significativas para quien las suelta: «Si está para arreglar, no está para la gratiferia, está para arreglar. Si está para lavar, no está para la gratiferia, está para lavar. Si está para coser, no está para la gratiferia, está para coser».
Fuente: Infonews