En primera persona: así es la vida de una presa que trabaja

Del otro lado del teléfono se escuchan perros. Uno no cree que cuando llama a la cárcel va a escuchar ladridos, pero eso sucede. A lo largo de la charla con María Silvina Prieto, son varios los prejuicios que se irán derrumbando.

Cuando estalló el escándalo sobre los presos que trabajan, INFOnews decidió consultar con la información de primera mano, es decir con una persona detenida y conocer su vida laboral.

La historia de Silvina
Silvina nació en Villa Urquiza. Terminó la secundaria y eligió estudiar joyería, restauración de obras de arte y museología. Le faltaban un par de materias cuando cayó con perpetua por homicio. Hoy tiene 48 años y está detenida desde los 33. Actualmente vive en el Centro de Detención Federal de Mujeres, Unidad 31, de Ezeiza.

Pasaron casi veinte años desde que Prieto está presa. El año que viene saldrá en libertad. “Trabajo desde hace 15 años, siempre lo hice”, le contó Silvina a INFOnews. Actualmente ella realiza sus tareas laborales en el jardín del penal. “Corto el pasto, por ejemplo. En una época tuvimos una huerta. En ese sector somos cuatro empleadas”.

Tras ser condenada por homicidio, fue a parar a la Unidad 3 (ahora es el complejo 4). Allí no podía trabajar. “Yo quería estudiar y trabajar, escribí una carta y rápidamente me trasladaron”.

“Cuando me transfirieron me dijeron que iba a vivir con 39 mujeres, yo que siempre fui hija única no lo podía creer pero me amoldé y mi primer trabajo fue en la biblioteca”, recordó.

¿Cuánto gana una persona detenida?
“Empecé ganando 83 centavos, ahora gano 18 pesos por hora”. El dinero se paga según las horas trabajadas. En promedio, un detenido trabaja aproximadamente 160 horas al mes (sería un promedio de 8 horas por día, de lunes a viernes). Silvina tiene que mantener a su mamá y por eso en general trabaja 200 horas al mes. Por esas horas trabajadas cobra cuatro mil pesos. La jubilación mínima actualmente es de $3.821,33. Dos números de dos universos diferentes.

El artículo 120 de la ley 24.660 (la ley nacional de ejecución de las penas privativas de la libertad) establece que: “El trabajo del interno será remunerado, salvo los casos previstos por el artículo 111. Si los bienes o servicios producidos se destinaren al Estado o a entidades de bien público, el salario del interno no será inferior a las tres cuartas partes del salario mínimo, vital y móvil. En los demás casos o cuando la organización del trabajo esté a cargo de una empresa mixta o privada la remuneración será igual al salario de la vida libre correspondiente a la categoría profesional de que se trate”.

¿Cómo se distribuye el salario? El artículo 121 de la misma normativa dispone que: “La retribución del trabajo del interno, deducidos los aportes correspondientes a la seguridad social, se distribuirá simultáneamente en la forma siguiente: a) 10% para indemnizar los daños y perjuicios causados por el delito, conforme lo disponga la sentencia; b) 35% para la prestación de alimentos, según el Código Civil; c) 25% para costear los gastos que ocasionare en el establecimiento, y d) 30% para formar un fondo propio que se le entregará a la salida”.

“Mi mamá vive en un hogar de ancianos, paga una especie de ‘alquiler’. Yo al salir no tengo dónde vivir, entonces voy a necesitar un alquiler porque no quiero volver a delinquir”, comentó Silvina y la desesperación se escucha a través del teléfono. Ella no cuenta con una garantía y es difícil para una persona que estuvo detenida poder acceder a ciertos papeles y trámites que ya de por si son dificultosos muchas veces. Otra parte el salario va para los gastos cotidianos.

Silvina cuenta que el clima es mucho más denso en las cárceles de Provincia. “Hay esposas que les llevan comida a sus maridos porque no les dan de comer, a veces a quienes trabajan no les dan el recibo”, relató.

Los costos de la cárcel
En el penal hay una proveeduría pero los precios son caros. Por ejemplo, los cigarrillos salen cuatro pesos más que en la calle. Un pan lactal chico cuesta 52 pesos, cuando en general puede salir 40 pesos aproximadamente. Hay otros complejos que cuentan con el supermercado Coto, que tiene mejores precios.

Las personas detenidas no tienen necesidad de comprar su comida porque se les sirve en el penal, pero si desean adquirir otro producto pueden recurrir a la proveeduría. “Tiene precios de multinacional”, se ríe Prieto.

Con su sueldo, Silvina ayuda a su mamá y se pago los viáticos, porque tiene salidas transitorias los fines de semana y la va a visitar. “Gano cuatro mil pesos y me alcanza, no sé cómo hago pero creo que podría llegar a ser ministra de Economía”, vuelve a reír.

El futuro de Silvina
Prieto está detenida en la casa de pre egresos de la Unidad porque el año que viene sale en libertad. “Enfrente hay una casa con muchos perros, por eso se escuchan los ladridos”, explicó.

Como está por salir, el régimen es otro. La mayoría tiene salidas transitorias (una o dos veces por semana) y tienen algunos horarios más flexibles, por ejemplo, el teléfono está habilitado las 24 horas.

Trabaja, lee y sale los fines de semana a ver a su mamá. Logró que le instalen una computadora donde escribe cuentos y relatos para el taller de periodismo que está cursando. No tiene acceso a Internet pero usa el word porque está escribiendo una novela. Es una persona sociable, sin embargo al hablar con ella también se percibe a una mujer solitaria. No tiene más familia que su madre. Saldrá en libertad el año que viene. “Voy a tener que alquilar y me van a pedir papeles que no tengo. Con mi mamá no puedo vivir porque ella está en un hogar. Se me viene una difícil”.

“Al salir te las tenés que arreglar sola, pero bueno… si tuviste pelotas para delinquir, también tenés que tener pelotas para laburar”, dirá Silvina en el único exabrupto que se le escapa a lo largo de la charla porque ella no habla “tumbero”, ese prejuicio se cae como también se cae el de su formación profesional. Prieto tiene un oficio, es restauradora de arte y piensa que, si no encuentra un trabajo en relación de dependencia, podría ser cuentapropista.

“Veo como entra y sale mucha gente porque no tiene trabajo, yo no quiero eso. Una compañera estaba contenta porque había encontrado trabajo, pero descubrieron que tenía antecedentes y la echaron, el delito que había cometido no era grave, ella había delinquido para alimentar a sus hijos. Sé que se me viene una difícil”, reflexionó.

Fuente: Infonews

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