Quizás la monogamia nunca conformó a las mayorías y durante siglos lo disimularon con todo tipo de engaños. O quizás sí, pero eso se modificó. Ya los anarquistas planteaban a principios del siglo XX la necesidad de rever la institución del matrimonio, aunque la exploración de nuevas formas se hizo, durante ese siglo, de manera casi secreta. En los ’60, la revolución sexual puso sobre la mesa la impostergable lucha por el placer. Cincuenta años después de eso, la monogamia como única receta para la construcción de familias fue dejando lugar a otras experiencias como el poliamor. La reciente creación del grupo de Facebook Poliamor Argentina da cuenta de ese fenómeno. «La creación del grupo surge a partir de la necesidad de hacer visible un espacio que nos identificara y nos uniera por llevar una forma similar de relacionarnos, poco conocida hasta entonces –explica Carolina, coordinadora del grupo–. Buscábamos encontrar gente que sintiera y viviera las relaciones sexo-afectivas tal cual lo define el poliamor, para poder compartir experiencias.»
Según consignó Tiempo Argentino, la palabra Poliamor («soy poli», se estila bastante decir en las redes) fue utilizada por primera vez con este sentido en 1990 por la activista Morning Glory Zell, quien publicó en la revista Green Egg un artículo titulado «A bouquet of lovers». Una primera definición supone que se trata de la posibilidad de tener más de una relación íntima, amorosa, sexual y duradera de manera simultánea con varias personas, con el pleno consentimiento y conocimiento de todos los amores involucrados. Pero si ya en los ’60 se hablaba de amor libre, ¿cuál es la novedad? El poliamor no pone el eje en la ruptura, sino en la continuidad. Busca que esas relaciones múltiples sean duraderas y francas. Se trata de no mentir y aceptar que hay quienes son capaces de amar profundamente a más de una persona.
Por eso, más allá de los desacuerdos que siempre surgen a la hora de las definiciones, hay un eje que nuclea todo el debate sobre el abandono de la monogamia: la transparencia, la comunicación con los demás y la búsqueda de consensos. El eje, una vez más, es el amor.
Es muy importante tratar bien a la gente y hacer todo lo posible para no herir a nadie –dicen Dossie Easton y Janet W. Hardy en su libro Ética promiscua, una especie de biblia del poliamor, con perdón de la analogía–. Nuestro código ético deriva de nuestro propio sentido de lo que está bien y mal y de la empatía y amor que tenemos para quienes están a nuestro alrededor. No está bien herir a otra persona porque, a la vez, también nos hacemos daño y no nos hace sentir bien.»
Ángeles es una de las integrantes del grupo Poliamor Argentina que aceptó contarle a Tiempo su historia. Es egresada de la Facultad de Sociales de la UBA y hace cuatro años que vive con su compañero. «Es una relación en la que podemos hablar y compartir lo que sentimos por otras personas –dice Ángeles– no hay condiciones, en el sentido de condicionantes, vamos hablando a medida que van sucediendo cosas, según lo que sentimos. Por ejemplo, a veces nos contamos cuándo y donde nos vamos a encontrar con otras personas y esperamos a nuestros encuentros para hablar cara a cara. Esa creo que es la condición más importante: hablar mirándonos, en ese sentido evitamos las conversaciones virtuales o por teléfono.»
–¿Vos habías tenido otras relaciones antes de esta? ¿Tenían el mismo tenor?
–Sí, tuve otras relaciones antes, mantenía múltiples relaciones pero no era sincera. Mi pareja de ese momento no compartía esta forma de vivir, entonces prefería ocultarle mi encuentro con otras personas.
–¿Y eso te hacía sentir culpable?
–No, nunca me sentí culpable. Sólo incómoda al no poder compartir lo que sentía. Creo que esta relación me potenció en muchos aspectos, uno de ellos es la posibilidad de relacionarme con personas de manera intensa (no sólo sexualmente) y no exclusiva. De conocerme conociéndome con otros, de pensar y sentir que se pueden construir otras formas de relación que no sean imposiciones.
Los integrantes de Poliamor debaten en el muro cuestiones como los celos, la mejor oportunidad para plantear la cuestión a un recién conocido o cómo crecerán los hijos de un grupo poliamoroso. Se trata de un debate en un grupo cerrado de Facebook. «Nuestro criterio para aceptar a los miembros es claro y transparente: sólo aceptamos personas reales. Cuando nos topamos con un perfil que a simple vista parece falso o recién creado, enviamos un mensaje a la persona para comunicarle que el grupo está integrado por personas reales, que cuentan sus experiencias íntimas, y por respeto a ello buscamos mantener el espacio lo más cuidado posible», explica Carolina.
Porque lo que más aparece es la necesidad de dialogar con gente que comparte esta visión, aprender de la experiencia de otros y compartir abiertamente las ideas que surgen de la práctica. Dice por chat: «Cuando pinta hablar del tema me siento boba diciendo que soy poliamor y si les digo que práctico el amor libre me ven como una tanga floja, cosa que me interesa poco y nada», dice otra de las integrantes del grupo, a manera de confesión y pedido de contención. Y otro le contesta: «Siempre deja claro que el ser poliamoroso no quiere decir que estarás con cualquiera, tu primero eres persona y después amante.» Es poliamor, no poligamia o polisexo.
Yamila es otra de las poliamorosas que quiso contar su historia en esta nota. Tiene 25 años y hace tres que está en pareja: «Yo soy bi, y eso él lo supo desde un principio, porque fuimos mejores amigos. Se lo planteé y lo tomó lo más bien: le dije que lo más probable era que en un futuro no quisiera estar con otro hombre ni me pasen cosas, pero no podía prometer lo mismo con respecto a una mujer. Le costó… lo pensó mucho, pero finalmente lo aceptó, me aceptó», dice, y agrega: «Hoy no quiero remplazarlo. No quiero tener que elegir. No veo por qué. No me gusta la mentira, a todos nos puede pasar. Es hipócrita la monogamia, ¿por qué podemos decir abiertamente que engañamos a nuestros maridos, pero no que somos poliamorosos? Es hipócrita pensar que, si estas en pareja, no vas a mirar a nadie más o a desear a nadie más.»
–¿Te sirvió para algo participar de este grupo de Facebook?
–Me sirvió más que nada para darme cuenta de que somos muchos. Por ahí no sentirme como un bicho raro. O sentirme contenida, a veces, también, ¿por qué no?
Según el romanticismo, morir de amor por una persona es la cumbre del enamoramiento. Para los poliamorosos, la única cosa de este mundo que se multiplica cuando se comparte es precisamente, el amor. No se le quita amor a uno para darle a otro, porque –en tanto sentimiento– es (o puede ser) infinito. Easton y Hardy analizan la necesidad de posesión de una persona con categorías tomadas de la economía: «Muchas personas creen que nuestros recursos para el amor romántico, la intimidad y la conexión son finitos, que nunca hay suficiente para todo el mundo y que, si le das parte a una persona, debes estar quitándoselo a otra. Nosotras llamamos a esto una «economía de la escasez» (…) Muchas personas aprendimos a pensar así en la infancia, de unos padres/madres que tenían poco cariño o atención para darnos. Así que aprendimos que hay una cantidad limitada de amor en el mundo y que tenemos que luchar por lo que conseguimos, a menudo en una lucha a muerte con hermanas y hermanos.»
Romper con las tradiciones es muy costoso en términos emocionales, sociales y psíquicos. La aparición de grupos como este propicia el progresivo abandono del silencio. Pese al aire de renovación, son muchos los closet que esta sociedad todavía mantiene cerrados. Poliamor Argentina tiene más de 1200 participantes. «Cuando armamos el grupo no esperábamos tener esta respuesta –reconoce Carolina–. Sólo queríamos encontrarnos con gente que sintiera de la misma manera que nosotros, y nos sorprendimos de la cantidad de personas que se sumaron y lo siguen haciendo.»
La periodista que puso el cuerpo
La periodista peruana Gabriela Wiener estuvo entre las pioneras en exponer sus historias poliamorosas que utilizaban la técnica del periodismo gonzo, es decir, involucraba su cuerpo en historias de swingers, tríos y otras “novedades”. “El poliamor –dice- contradice el amor romántico del siglo XIX y el mito de la media naranja.”
Un neologismo propio
Por estos días, el debate del grupo se centró en la palabra Compersión, un neologismo que se define como el «estado empático de felicidad y alegría que se experimenta por la felicidad y alegría de una persona querida». Es decir, alegrarse de que el otro la esté pasando bien. Este término, parece, fue completamente inventado por la comunidad poliamor.
Fue, entonces, necesario pensar las estrategias de abandono de la monogamia para que apareciera una palabra que signifique «lo contrario de los celos». No obstante, hay pensadores poli que aseguran que la compersión no es para cualquiera, y que el poliamor se basa más en la confianza en el otro que en la alegría por sus decisiones.
Fantasía populares
Días atrás contaba Tiempo que un informe elaborado por la agencia de marketing Becom1 aseguraba que el trío es la fantasía erótica más popular de los argentinos. El estudio analizaba las preferencias de los argentinos a la hora del sexo y del erotismo a través de las redes sociales. El estudio elaboró en base al análisis de 675 mil menciones relacionadas entre enero y mayo en blogs y en conversaciones de las redes sociales Twitter y Facebook .
El trío sexual le quita el sueño, al parecer, al 47% de los varones y al 27% de las mujeres. En segundo lugar, ellas eligen el voyeurismo (22%), y los hombres, los disfraces (25%). En tercer lugar, las argentinas fantasean con tener relaciones con otras mujeres (19%), y como tercera opción, los hombres prefieren el cambio de roles.
Fuente: Infonews