El peronismo sumará en las próximas horas un nuevo candidato a suceder a Daniel Scioli en la gobernación. Julián Domínguez, que hasta ahora había hecho el gasto como postulante a la silla de Cristina de Kirchner, mandó esta semana a bajar carteles, tapar pintadas y desarmar equipos porque ahora el rumbo es otro. Varios allegados que habían comprometido voluntades y fondos encontrarán consuelo en la estrofa de José Panizza, autor del tango que lleva el nombre del legislador de Chacabuco: «Un día, entusiasmado por una loca ilusión / dejó el nido abandonado / y destrozó mi corazón». No dará muchas explicaciones, como antes tampoco dijo cómo haría para meterse en una pelea de titanes por la presidencia, empeño en el que lo embarcó, como a otros, la propia Presidente, en quien Julián ha confiado hasta nuevo aviso su destino político.
La consigna de instalar el nombre junto a los otros postulantes de su partido -Daniel Scioli, Florencio Randazzo, Sergio Urribarri, Agustín Rossi, Jorge Taiana y alguno más- la cumplió en interminables giras por todo el país exhibiendo el sello de un grupo San Martín, y gastando el crédito que ganó cuando fue ministro de Agricultura. En esa función, Domínguez cumplió el mejor servicio al oficialismo porque logró el objetivo que le habían pedido: que sacase la crisis del campo de los titulares de prensa y que juntase amigos en ese padrón. Tan contentos quedaron en Olivos con él que en 2011 llegó al tercer cargo en la sucesión presidencial. Esa función es la más codiciada de la cámara, no tanto por la dignidad de reemplazar alguna vez al primer mandatario en ausencia de otras autoridades; es porque le corresponde, en ejercicio de la presidencia, firmar billetes, una manera de quedar en la historia más allá de errores y aciertos.
Como parte del coro de postulantes le tocó también ejecutar la partitura indicada: hostilizar a Scioli en un ensayo de esmerilamiento peronista y, también, de casting para eventuales compañeros de fórmula. Nadie ha probado que exista en el Gobierno una mesa de estrategia que vaya más allá de la atención de urgencias, y que maneje como marionetas a los protagonistas haciéndoles jugar roles según un libreto que nadie, ni ellos, conocen. Consta que Domínguez caminó su precandidatura presidencial con la venia de Olivos, la misma que le hizo ser candidato a diputado en 2011 abandonando esa canonjía que es el Ministerio de Agricultura, un superpoder en el país agrario y que, además, tiene uno de los quinchos más exquisitos del organigrama estatal desde que estuvo allí -como secretario del área- Felipe Solá, que hasta tenía contratado a un cantor de las cosas nuestras para animar los asados. «Vas a crecer desde ahí, lo consoló Cristina de Kirchner antes de las elecciones de 2011, cuando le señaló la candidatura que no tenía, en esas fechas, la promesa de presidir de la Cámara.
La señal de que Julián cambia de proyecto la dio hace dos semanas cuando apareció en el Vaticano para una reunión a solas con el papa Francisco de 40 minutos, que se disfrazó en una agenda más amplia que incluía asistir a la instalación del nuevo cardenal criollo Luis Villalba, y una visita a sus pares del congreso de Italia. Francisco lo había llamado para que rindiese un informe sobre la situación política de la Argentina a la luz de la crisis Nisman. En esa charla, que ocurrió en una sala de la secretaría de Estado de Pietro Parolin, una rareza porque esos encuentros suceden en la residencia de Santa Marta. El solo hecho de que Francisco lo recibiese fue un anuncio de que se bajaba de la candidatura presidencial porque el Papa había mandado a decir que no recibiría postulantes a cargos en las proximas elecciones. Entró Julián como presidenciable, salió como candidato a gobernador. En esa charla Francisco tuvo la primicia, que Julián le transmitió a los entornistas de ese viaje, como el embajador Eduardo Valdés y el publicista oficial del peronismo, Enrique Albistur.
No extrañará que en los próximos días, cuando comience su campaña a gobernador, que Domínguez reciba el saludo, antes que nadie, de los obispos bonaerenses, porque este diputado tiene una relación especial con la Iglesia, más allá de sus convicciones personales -que comparte con otros conmilitones del peronismo, como la propia Cristina de Kirchner, Aníbal Fernández y otros- y por eso de todos sus movimientos emana un penetrante aroma confesional. Sus acompañantes en la carrera de candidato, que emprendió hace un año, son también hombres vinculados a la Iglesia, como el embajador Valdéz o Guillermo Oliveri, secretario de Culto de la Nación. Esta relación se remonta a la juventud de Domínguez, quien se trasladó a Buenos Aires a estudiar Derecho y a trabajar en un estudio de abogados, y fue convertido al peronismo en un local de San Telmo que animaba, entre otros, Oliveri. De origen humilde, Julián debió interumpir sus estudios y recién se recibió en 2013, cuando ya era presidente de la Cámara. Entre aquellos años y ahora, recorrió todo el espinel de los cargos, desde asesor en el Ministerio del Interior con Carlos Menem, pasando por una diputación provincial, la intendencia de su ciudad, cargos en la administración de Eduardo Duhalde en Defensa que prolongó bajo la era Kirchner, hasta que Cristina posó sus ojos en él.
Subirse a la combi de candidatos a gobernador le rinde otro servicio al peronismo provincial, que perdió las elecciones del año pasado en manos de una picardía de Sergio Massa (se anotó a las 23:55 con lista propia y usó los votos del oficialismo peronista para su plan disidente). Tendrá que estar a los codazos con otros precandidatos del aparato como Fernando Espinoza y pulsear con Martín Insaurralde, el hombre que encabezó el año pasado la lista del kirchnerismo en la provincia pero que ha perdido peso, al punto de que Massa lo mide junto a Francisco de Narvaéz. Este Insaurralde juguetea con pases al massismo, retenido por la advertencia de que la chance del hombre de Tigre se ha achicado mucho. Igual conviene seguirlo a MI porque es una representación andante de los dilemas y dramas del peronismo provincial, que tiene al voto del peronismo dividido entre el kirchnerismo oficial y del disidente de Massa, y donde gana uno pierde el otro. No es que el hombre de Lomas se sienta tentado por la traición; es más modesto su dilema porque puede seguir pidiendo el voto del peronismo con cualquiera de las dos canastas: la K y la K disidente.
Si este movimiento de Domínguez tiene la venia de Francisco es de suponer que también lo tiene de Cristina de Kirchner, y es la primera señal de Olivos hacia un hombre propio para la gobernación que, además, contiene un mensaje clarito: el candidato a la sucesión en La Plata no es Randazzo, como imaginan quienes creen en un ticket Scioli presidente – Randazo gobernador. Esto lo retiene al ministro en la competencia nacional para, si se confirman las presunciones del oficialismo, acompañar a Scioli en la fórmula. Nadie cederá más y así llegarán todos en tumulto a las PASO presidenciales. En la gobernación esto aclara mucho porque Domínguez es portador sano de cristinismo y no habrá quien se le ponga adelante.
Fuente: Ambito Financiero