Diez años de lucha contra el abuso infantil

Nueve de cada diez víctimas de abuso infantil son niñas, y nueve de cada diez agresores son hombres adultos. Un informe con el apoyo de Unicef analiza los datos producidos por el programa que funciona en el Ministerio de Justicia.

Nueve de cada diez víctimas de violencia sexual en la infancia son niñas o adolescentes mujeres. Mientras que quienes las agreden (9 de cada 10) son hombres adultos. Cuanto más pequeña es la víctima, más probabilidades hay de que el agresor sea un familiar: el 54 por ciento de las niñas y niños de hasta 10 años son agredidos por familiares, mientras que en la niñez-adolescencia (de 11 a 18 años) suelen ser victimizadas por desconocidos (42 por ciento). La vivienda de la víctima o del agresor es el lugar donde ocurren 6 de cada 10 abusos o violaciones a niños, niñas o adolescentes. Estos son algunos de los datos que se desprenden del documento “Violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes. Un análisis de los datos del programa ‘Las víctimas contra las violencias’”, realizado con el apoyo de UNICEF.

Los datos no sorprenden. “Las tendencias en los últimos años son similares. La mayoría de los agresores son varones y la mayoría de las víctimas son mujeres. Además, en las niñas, aunque crezcan, el abuso se sostiene, cambia el agresor pero siguen siendo víctimas. En cambio, los niños a medida que crecen dejan de ser víctimas”, explicó en diálogo con PáginaI12 Johanna Goldwaser, socióloga del programa “Las víctimas contra las violencias”, del equipo que llevó adelante el trabajo. Los datos revelados coinciden con los registros mundiales: una de cada cinco mujeres dicen haber sido abusadas sexualmente en la infancia, mientras que lo mismo pasa con uno de cada 13 varones, según datos de la Organización Mundial de la Salud.

El Programa, que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, fue creado en el año 2006 por Eva Giberti, quien lo sigue coordinando. Cuenta con un equipo móvil de Atención a víctimas del delito contra la integridad sexual, que interviene en terreno y lleva adelante un registro propio a partir del relevamiento que realizan las psicólogas y trabajadoras sociales que acuden en los casos de emergencia ante la comunicación de cualquier delito contra la integridad sexual que ocurra en la Ciudad de Buenos Aires. Desde noviembre, hay una línea nacional que recibe denuncias de abuso sexual de niñas, niños y adolescentes de todo el país (0800-222-1717).

A diez años de la creación del Programa, Unicef apoyó el desarrollo de un material que aportará a la visibilización del problema de la violencia en la agenda pública. Así, el trabajo del documento “Violencia sexual contra niñas…”, le pone números a una de las violencias de las que más difícil es hablar.

Desde octubre de 2006 a agosto de 2016 el Equipo Móvil de Atención a Víctimas del Delito contra la Integridad Sexual atendió 9.986 víctimas, de las cuales 5.239 eran niñas, niños y adolescentes (NNyA), un 52,5 por ciento.

Entre las NNyA, se advierte que 9 de cada 10 víctimas de violencia sexual son de género femenino: 87,9 por ciento son mujeres y 12,1 son varones. No se registraron víctimas transgénero.
El 14,5 por ciento de las víctimas de violencia sexual es menor de 5 años de edad, mientras que el 38,2 por ciento de las víctimas son niñas de entre 11 y 15 años.
El documento amplía la información con datos recogidos entre enero 2011 y junio 2016. En ese período, el informe llama la atención sobre la persistencia de la figura de abuso deshonesto en las carátulas de los expedientes judiciales bajo las cuales se registraron los delitos de violencia sexual, “ya que el delito de abuso deshonesto fue derogado del Código Penal en el año 1999 mediante la Ley 25.087. La inadecuación entre la carátula del expediente y el delito, retrasan y dificultan los procedimientos legales, limitando también el acceso a la justicia”, se explica en el texto.

Goldwaser destacó la importancia de que se realicen denuncias en estos casos porque los datos dan cuenta de que es alta la probabilidad de identificar al agresor por parte de las víctimas: “Muchas veces no se les cree a los niños o se piensa para qué denunciar si no se va a saber quién es, pero el 86,7 por ciento podría identificar al agresor”.

También explicó que en general son las madres quienes acompañan a los chicos a denunciar, derribando algunos mitos en torno al papel que pueden jugar algunas progenitoras en estos casos. “En general acompañan madres o familiares y, en menor medida, las instituciones”, dijo.

Otros datos relevantes del informe son que:

Los hechos de violencias sexuales contra NNyA que se denuncian, no siempre son las primeras violencias que sufren las víctimas.
La mayor cantidad de víctimas que han sufrido más de una victimización se concentra en las niñas de 11 a 15.
El informe advierte que la forma de violencia recurrente contra las niñas y adolescentes mujeres (principalmente contra aquellas de 11 a 15 años de edad) es el tocamiento sexual por la fuerza. En segundo lugar, el 32,7 por ciento de las víctimas de género femenino (910 niñas y adolescentes), fue víctima de violaciones vía vaginal, oral y/o anal. Algo similar ocurre con los varones, también predomina el tocamiento sexual por la fuerza, seguido por las violaciones (vía oral o anal).

El total de agresores registrados en el período analizado es de 3.503, de los cuales 3.320 son de género masculino (9 de cada 10). El 72 por ciento son adultos, de los cuales el 15 por ciento son jóvenes entre 18 y 24 años (en el 22 por ciento de los casos, no fue posible identificar la edad del agresor).

Casi el 20 por ciento de los agresores convive con las víctimas. “Este dato es fundamental por el sometimiento y peligrosidad para las NNyA”, dice el documento. Y aclara que no hay que olvidar que “la mayoría de los casos de abuso sexual contra NNyA no son denunciados, y la convivencia con el agresor supone trabas a la denuncia”. No sorprende entonces que en el 58,1 por ciento de los casos la violencia sexual se produzca en la vivienda de las víctimas o de los agresores.

“Se evidencia que el vínculo de los agresores varía según la edad y el género de las víctimas. Si bien los datos de las niñas y adolescentes de 0 a 18 años, evidencia que en el 35,7 por ciento de los casos fueron agredidas por conocidos no familiares, cuando se realiza el corte por edad se advierte que el 54 por ciento de las niñas y niños de 0 a 10 años son agredidos por familiares mientras que en la niñez-adolescencia (de 11 a 18 años) suelen ser victimizadas por desconocidos (42 por ciento)”, detalla el informe.

En cuanto a las ocupaciones de los agresores, se destaca que en el 36,8 por ciento de los casos se trata de un trabajador o profesional vinculado a la tarea de los cuidados de NNyA o que tiene una especificidad de seguridad, religiosa o de cuidado. “Esto coincide con la bibliografía pero no había registros. Nos pareció un dato a evidenciar que no solo lo familiar puede ser riesgoso sino otras personas que ejercen tareas de este tipo como médicos, docentes, pero también religiosos, personal de seguridad”, explicó Goldwaser.

–¿Cómo se revierten los abusos?

Hay que cambiar la cultura patriarcal y adultocéntrica que sostiene estas asimetrías de poder y que también implica una asimetría en el acceso a la justicia: en la posibilidad de poder hablar, denunciar, de salir de ese encierro que es el abuso sexual. Si para una persona adulta es difícil hablar, para las niñas y niños es casi imposible.

Fuente: pagina12.com.ar

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