Caracterizar la política económica que despliega el gobierno de Mauricio Macri es materia de debate permanente. La reciente aparición del libro Endeudar y Fugar aporta una visión propia al asunto. Coordinado por el economista e historiador Eduardo Basualdo, la publicación busca darle una coherencia a estas dos prácticas que han marcado la historia económica reciente de la Argentina incluido el macrismo. Así, desde fines de 2015 asistiríamos a un ingreso masivo de capitales externos vía la deuda pública y el comercio exterior. El ciclo de ingreso torna en fuga cuando se agota el esquema de valorización financiera basado en las altas tasas de interés locales. Este esquema, aseguran los autores, es contrario a una política de inversiones, industrialización y desarrollo de las fuerzas productivas nacionales. Y suele tener un final conocido: la crisis del frente externo por incapacidad de pagar la deuda debido, en buena medida, a la fuga. A continuación, un resumen del diálogo que este diario mantuvo con Basualdo, Pablo Manzanelli y Mariano Barrera, estos dos últimos doctores en ciencias sociales e investigadores.
«Un aspecto de la naturaleza del macrismo se esboza en las características del Gabinete de Macri, en el que es central la presencia del capital financiero, y en la subordinación de la Unión Cívica Radical al PRO. Pensando en la crisis del año 2001, uno puede afirmar que los sectores dominantes no han reconstituido las alianzas que eran típicas durante la anterior etapa de valorización financiera porque los grandes grupos económicos están prácticamente excluidos de ese Gabinete económico», asegura Basualdo y agrega: «Este es un fenómeno muy poco común en la historia económica y social argentina. Hoy, estas dos fracciones centrales tienen expresiones políticas distintas. Una, el capital financiero, la tiene en Cambiemos, mientras que los grupos económicos, en el Frente Renovador». Basualdo considera que, no obstante las diferencias en la participación dentro de ese proceso de acumulación, «tienen un acuerdo básico que es liquidar los proyectos nacionales y populares y subordinar a la clase trabajadora al proceso de acumulación del gran capital oligopólico en la Argentina».
Esa tarea se habría demostrado compleja para Cambiemos y sus aliados. «La sociedad argentina es una sociedad muy movilizada y en realidad, lo que el gobierno llama gradualismo, es lo que pudo hacer de un ajuste mucho más profundo que el que se ha llevado a cabo hasta ahora», indica.
–Ustedes aseguran en el libro que el endeudamiento del actual gobierno es el más elevado en dólares constantes de todo el período 1976-2016. ¿Qué implicancias políticas y económicas tiene el endeudamiento en este momento?
Pablo Manzanelli: –Este endeudamiento no se da en términos de la deuda externa privada sino de la pública. La deuda externa privada no está creciendo a tasas elevadas y esto marca una diferencia respecto de la valorización financiera en otro momento, cuando las tasas de interés bajas en el exterior permitían una renta financiera en el mercado local por el diferencial que existía entre las tasas de interés interna y la internacional. En la actualidad, el endeudamiento público va dirigido a cubrir tanto el desequilibrio fiscal como el externo, es decir, a cubrir los baches de la economía. El problema es que no resuelve ninguno de los dos temas. En términos fiscales, si bien cubre una parte de los desequilibrios con endeudamiento externo e interno, los acentúa por otras vías: por ejemplo, en 2016, con la quita de las retenciones a las exportaciones o las reducciones al impuesto a los bienes personales. Pero, por el lado del gasto, la reducción de los subsidios, que era la otra pata para resolver el déficit en términos estructurales mientras ponían el parche de la deuda, se hace en una magnitud muy inferior al peso cada vez más creciente de la deuda. Allí hay un cruce: el peso del gasto en subsidios era tres puntos menor respecto del de 2015, pero los intereses de la deuda aumentaron cuatro puntos, con lo que más que compensaron esa reducción. En el discurso, el rol es el de resolver los desequilibrios, pero en la práctica viene a garantizar un patrón de acumulación distinto, a poner parches y a generar un problema que no se puede plantear un límite a ciencia cierta pero que claramente tiene un límite, los intereses que se van acumulando y comienzan a pesar fuerte. Este año se pagaron vencimientos por 29 mil millones de dólares y se endeudó el gobierno por 34 mil millones de dólares. Hay una parte significativa del endeudamiento que tiene que ver con las reestructuraciones pasadas, pero hay otra parte muy relevante vinculada con el peso que ocupa la deuda de corto plazo tomada por el macrismo. Por otro lado, la valorización financiera actual tiene un núcleo central en las altas tasas de interés de las Lebac y en la estabilización del mercado cambiario con el dólar a futuro. Esta alta tasa de interés, que genera un alto rendimiento en dólares, aminora la fuga siempre y cuando se mantenga alta la tasa y el tipo de cambio se mantenga estable.
–Algunos economistas sostienen que el endeudamiento es circunstancial y que en la medida en que crezca la economía y baje la tasa de interés se irá diluyendo su necesidad.
Mariano Barrera: –En el período 1976-2001 uno de los argumentos para tomar deuda era que había que iniciar un proceso de apertura de la economía y de ingreso de capitales porque el ahorro externo iba a potenciar el Producto Bruto Interno. En ese período el producto crece al 1% anual mientras que la deuda lo hace al 12 o 13% anual. La fuga tiene el mismo comportamiento. El ingreso de capitales no se dirigía hacia el aumento de la capacidad instalada de la producción sino hacia la salida de capitales al exterior. Y eso, en parte, lo estamos viendo en la actual etapa aunque es distinto porque parte del endeudamiento es para cubrir el déficit externo y el fiscal. La apertura de la economía para el ingreso de capitales especulativos no va a generar, como plantea el gobierno, un aumento de la base de la economía que permita una aumento de la base productiva que permita un aumento de la economía con mayores ingresos fiscales y, a partir de eso, encontrar una solución de los problemas vinculados, tanto al déficit fiscal como al externo. El gobierno planteó que la devaluación de la moneda iba a corregir los desequilibrios externos y ahora estamos ante el déficit externo más alto desde los ’90. Eso se cubre con endeudamiento. No están resolviendo los problemas macroeconómicos o estructurales sino que los están cubriendo circunstancialmente con endeudamiento externo.
–¿Los grupos de poder, que están diferenciados en relación al gobierno, tienen posiciones divergentes respecto del endeudamiento y la fuga de capitales?
M.B.: –El mayor endeudamiento le quita capacidad de maniobra al Estado, se necesita cada vez más financiamiento para refinanciar la deuda y eso acentúa los condicionamientos externos e internos y le da mayor poder a los sectores que financian ese endeudamiento.
E.B.: –Estamos en la etapa de subordinar el trabajo al capital, por lo tanto no es el momento en que se van a expresar las contradicciones más severas entre ambas fracciones. Se expresan acotadamente, como en el caso de los caños de los gasoductos de Córdoba en el que Techint enfrenta la corriente de apertura y los acuerdos con China, que es el principal competidor internacional de Techint en ese rubro, en la Argentina y en el mundo. O en la reestructuración del transporte aeronáutico, que incluye a los aeropuertos, con lo cual se golpea la posición actual dominante de (Eduardo) Eurnekian. Pero ambos están de acuerdo con que lo primero es este proceso de redistribución en contra de los trabajadores en la Argentina.
–Mencionaron que las limitaciones políticas a aplicar el ajuste a fondo son consecuencia del Argentinazo. ¿Ven posibilidades de que los trabajadores se defiendan con eficacia en el actual período?
E.B.: –Cada período de políticas orgánicas tiene sus formas de lucha social. En la actualidad son las grandes movilizaciones populares. Seguramente tiene que ver con la crisis de 2001, la más profunda de la historia argentina, pero también tiene que ver con la activación de los sectores populares durante el kirchnerismo. La defensa de los derechos es una cuestión relevante y en torno de ella incluso ha crecido la izquierda, que hace un cuestionamiento del capitalismo más allá del gobierno nacional y popular, que es la forma más urticante de gobierno dentro del capitalismo. Este es un rasgo que va a estar presente de aquí en más en el país. Por eso, la apuesta tanto de Cambiemos como del Frente Renovador es quebrar el movimiento social. No creo que puedan.
P.M.: –Cambiemos lanzó una batería de medidas muy significativa (devaluación, acuerdo con fondos buitre, tarifas) cuando asumió. Con la inflación de 2016, de más del 40%, cualquiera hubiera pensado que la caída del salario real hubiera sido muy significativa, pero fue de seis puntos porcentuales en el caso de los trabajadores privados registrados, que son los que pueden discutir paritarias. Es una caída que está muy lejos de la de la crisis de 2001 y muy lejos de la de 1976. La gradualidad tuvo que ver, en gran medida, con la resistencia a esas políticas. La resistencia hace que no estemos viviendo, en este momento, el shock de las medidas de comienzos del macrismo, aunque es heterogéneo: los trabajadores no registrados perdieron 9% de su ingreso real. Esta situación también es interesante para evaluar las elecciones. Tanto el kirchnerismo como Cambiemos tuvieron buenas elecciones en las PASO, pero no extraordinarias. En buena medida, la elección de Cambiemos se da por una decisión consciente de sus electores pero también porque la crisis aun no ha llegado a su profundidad; uno es consciente, a partir de la experiencia histórica, de que este tipo de políticas económicas van a generar una significativa situación social regresiva, pero todavía no la estamos viviendo. Y atado a eso, uno puede analizar la estrategia del establishment de empezar a impulsar políticas de avanzada en términos de rentabilidad que no apuntan directamente al salario, entonces hablan de una presión impositiva alta y de costos extrasalariales elevados. Eso marca el análisis de las relaciones de fuerza de Cambiemos y el establishment acerca de donde pueden avanzar.
M.B.: –El salario registrado cayó seis puntos el año pasado. Este año, la mayoría de los convenios evitaron las pérdidas. No creo que la desaceleración de la inflación reactive la economía en la medida en que si se tiene un salario menor no se logra la demanda que se tenía antes. La pequeña burguesía y algunos sectores más vinculados al mercado interno están planteando la necesidad de no tocar el salario y sí el costo laboral (los aportes patronales a la Seguridad Social) y hay otros sectores más vinculados al mercado externo para los cuales el salario es un costo y, por lo tanto, apuntan a una reducción real del salario. «
Fuga con Macri
Una pregunta cae de maduro: si este es el gobierno del establishment, ¿por qué hay fuga de capitales?
Para Pablo Manzanelli, la fuga bajo Cambiemos se debe «a las pocas oportunidades de inversión. La valorización financiera pone de relieve la centralidad de la especulación financiera sobre la inversión productiva. Y lo que se avizora es un nicho demasiado acotado para traccionar al conjunto de la economía, a menos que se logre un alto nivel de rentabilidad en esas actividades y la posibilidad de que se vendan esos productos. Lo que hace agua en el proyecto del macrismo es impulsar políticas agresivas para hacer nichos de inversión productiva en un escenario mundial en crisis con las presiones importadoras, y por otro lado, dejar absolutamente como marginal el mercado interno como espacio donde colocar los productos. En un escenario de esa naturaleza, con el tipo de cambio relativamente estable tras la devaluación del macrismo, las oportunidades de inversión son cada vez menores. Es un proceso intrínseco a este modelo de acumulación que termina en la fuga de capitales por la propia naturaleza del proceso de acumulación, porque lo que domina es lo financiero y no lo productivo.
Fuente: tiempoar.com.ar