El «diagnóstico negativo» que Daniel Arroyo traza del impacto social y económico del primer año de gestión de Cambiemos presenta una doble valoración: el prisma de su experiencia como viceministro de Desarrollo Social durante parte de la etapa kirchnerista y exministro de esa cartera en la provincia de Buenos Aires, por un lado; y su rol actual como referente del Frente Renovador-UNA, la fuerza que lidera Sergio Massa, por el otro.
De cuna bonaerense, Arroyo compitió por el FR como candidato a vicegobernador bonaerense acompañando en la fórmula a Felipe Solá. Desde Valeria del Mar, el dirigente que se define «fana» de San Lorenzo, dialogó con Tiempo mientras descansa con su mujer Alejandra y sus dos hijos adolescentes en el balneario bonaerense.
-¿Cuál es su balance del accionar del gobierno nacional en materia de reducción de la pobreza?
–El balance es negativo en materia social, está claro que el año pasado aumentó la pobreza, la desocupación y la deuda. En términos generales, los argentinos están peor. El que tiene trabajo formal, ha perdido ingresos porque las paritarias le quedaron por debajo de la inflación. El que hace changas está peor aún. El que tiene un plan social, le quedó por debajo de la inflación, sobre todo en alimentos. Y el que está desocupado está más complicado, porque aumentó la desocupación.
–Durante la presentación de la agenda parlamentaria 2017 junto a (Margarita) Stolbizer, y Massa mencionó tres sectores prioritarios: los trabajadores asalariados registrados, los monotributistas, y los trabajadores de la llamada economía popular. Si ustedes gestionaran el Estado, ¿por qué sector considera que deberían empezar?
–Los trabajadores informales y de la economía social o popular son un tercio de los trabajadores de Argentina. Hay gente que trabaja en negro: el gasista, el plomero, el carpintero, la señora que cose ropa en su casa. Están muy asociados a la construcción y a la actividad textil, es allí donde la economía se ha parado. Creo que hay que tomar tres medidas de manera urgente. Lo primero es hacer mucha obra pública de pico y pala, con mano de obra intensiva: vereda, cordón cuneta, vivienda social. Si uno quiere que un pibe que no tiene el secundario completo tenga trabajo, hay que hacer mucha obra pública de esa escala.
–¿Cuáles serían las otras dos?
–En segundo lugar hay que meterse con el tema del crédito, porque está todo el mundo sobreendeudado, tomando créditos para financiar al prestamista del barrio, a tasas del 100, 150% anual. Hay que armar un sistema muy masivo de créditos a tasas bajísimas, del 5% anual, para máquinas, herramientas. En tercer lugar, se tiene que armar un gran cambio en la escuela secundaria. Yo armaría ahora una red de 20 mil tutores, con el cura, el pastor, los maestros, el pibe de la esquina para ir a buscar a los que tienen dificultades, para acompañar y trabajar en conjunto. Hay que armar una escuela secundaria que vaya a un sistema dual, que permita que en los dos últimos años un chico además de estar en la escuela pueda hacer pasantías, las dos cosas a la vez para integrar escuela y trabajo.
–¿Cuál es su posición respecto del endeudamiento del Estado?
–El endeudamiento para obra pública y obras estratégicas es correcto y lo utiliza cualquier país. No ha sido el endeudamiento que ha tomado este gobierno. El gobierno hasta acá encaró un proceso de endeudamiento importante, que básicamente lo ha utilizado para gastos corrientes y para compensar lo que no le alcanza o no le entra. Me parece que es claro que la Argentina necesita endeudamiento, pero necesita un plan de desarrollo para saber en qué lo va a hacer, de qué manera, cómo mueve la construcción, el textil, el comercio, la metalmecánica (…) Ahora hay una redistribución del ingreso al revés y eso es un problema importante.
–¿Observa probabilidades de conflictividad social en la provincia de Buenos Aires?
–Objetivamente, en el Conurbano la situación es crítica, de implosión social. No explosión, sino implosión social, personas que no tienen trabajo, la pasan mal, están complicados, se pelean con la mujer, con el hijo, hay una cosa de tensión permanente, de malvivir constante, de violencia permanente que tiene que ver con ese malvivir. Entonces la violencia escala permanentemente.
–¿Ese contexto cómo puede influir?
–Con las cosas muy complicadas, el gobierno sigue teniendo expectativas. Porque quien está mal quiere que al gobierno le vaya bien. No es que quiere que a Macri le vaya bien, sino que quiere tener laburo, andar bien, estar mejor. El gobierno sigue sosteniéndose por expectativas más que por resultados. Esa situación hoy le da aire en términos de que sigue generando expectativas, pero objetivamente hay una situación social de dificultad grande.
–La visita de Alberto Fernández Milagro Sala marcó una divisoria de aguas en UNA y el FR, sobre todo con el vicegobernador jujeño Carlos Haquim y Graciela Camaño. ¿Cuál es su análisis?
–Me parece que hay que distinguir dos planos. Por un lado, Alberto Fernández efectivamente fue por una cuestión personal a Jujuy a fin de año, no como una representación del Frente Renovador. Y por otro lado, el tema de la situación de Milagro Sala: han planteado varios organismos internacionales dificultades en torno a cómo sigue el proceso de detención. De modo tal que a mí me parece que no hay tal conflicto en el Frente Renovador. Yo le pondría mucha atención a cómo avanza sobre todo lo que tiene que ver con Naciones Unidas, que ha planteado cuestiones y que entiendo que en mayo va a venir la comisión de Naciones Unidas a ver la situación y ahí va a quedar más claro para todos.
–¿Se ve nuevamente como candidato en la provincia de Buenos Aires?
–Sí, claramente. Voy a formar parte. Yo fui candidato a vicegobernador en la última elección, y quiero ser candidato ahora en las parlamentarias por el Frente Renovador en la provincia de Buenos Aires. Me parece que la provincia es gran parte del gran desafío electoral para el Frente Renovador, el de cómo construir una provincia sustentable para el país. Quiero ser candidato y plantear muchas de estas ideas. «
Fuente: tiempoar.com.ar