El Torito no se detiene: tras su retiro por esa maldita rodilla derecha, se mantiene cerca de la pelota pero desde otro lado; armó su empresa de indumentaria deportiva y ahora comprende este universo tanto como sabía leer dentro del área cómo quemar un red.
Terminó por convertirse en un hombre de ciudad, habituado al bullicio, al ritmo frenético, las luces que encandilan y los edificios altos que no dejan ver las estrellas. Pero, desde que dejó el fútbol, los fines de semana familiares tienen en O´Brien un destino ineludible. Fernando Cavenaghi, a los 33 años, mantiene la sonrisa como sello distintivo y el trato afable que forjó en sus pagos, aunque sus inquietudes lo hacen estar en permanente movimiento. “Dejé el fútbol, pero no puedo estar en mi casa mirando el techo. Me gusta estar haciendo cosas”. Entonces instaló una oficina en Palermo y ahí, donde recibió a Enganche, motoriza sus proyectos, como el emprendimiento de indumentaria que tanto lo entusiasma (FC9) y la preparación para vincularse al fútbol más allá del armado de un equipo.
No lo seduce dirigir: apunta a la estructura que está por encima del día a día de un plantel.
Hay un poco de tenis y algo de paddle cuando se lo permite la osteocondritis de esa rodilla derecha que lo obligó a dejar el fútbol, pero asegura que tiene menos tiempo libre que antes. Va a los talleres textiles donde confeccionan la ropa de su marca, se junta con proveedores, diagrama la logística y se ocupa sus hijos Benjamín, Sofía y Ana. Arma reuniones con gente del fútbol, de diferentes clubes y especialidades. Viajó a Europa para ver a Real Madrid contra el APOEL, el club en el que se retiró, en el partido que el miércoles último se disputó en la Casa Blanca del fútbol: el estadio Santiago Bernabeu. Quiere estudiar de cerca la estructura organizativa que hay en Europa.
Tres ciclos en River para erigirse como ídolo y ser uno de los máximos goleadores en la historia del club, el paso por cuatro ligas europeas, las excursiones por el fútbol brasileño y mexicano, fueron las estaciones de la carrera del Torito. Todavía rebota el eco de “El último gol”, como se titula el libro que repasa el partido homenaje en el Monumental…
Pero Cavenaghi no tiene nostalgia por ese pasado reciente y se proyecta hacia lo que viene. Cuenta sin esconder nada que desde 2009 hasta el día de su retiro fue consciente que su capacidad no estaba al 100%. En marzo de aquel año en Francia, comenzó todo, porque tras un choque con el arquero de Toulouse, Cédric Carrasco, sufrió una lesión en la rodilla derecha que le provocó la rotura de los ligamentos internos, el cruzado posterior y se vieron comprometidos los meniscos. “Nunca volví a ser el mismo”, dice. Pero recuerda aquello como una anécdota, no detiene su marcha y está tan activo como cuando pateaba la pelota.
–¿Cómo te llevás con tu nueva vida, esta de ya no ser jugador profesional?
–Entendí que también hay otras cosas después del fútbol, de las que ahora disfruto. Me fui preparando para el retiro. Sabés que la carrera no dura para siempre y más cuando llegás a una edad en la que indefectiblemente te queda poco. Entonces empecé a poner la cabeza en otras cosas, como lo de mi marca de ropa, que es algo a lo que hoy le dedico mucho tiempo. También me entusiasmé con el libro de la despedida. Por mi forma de ser, necesito tener de qué ocuparme.
–Pero seguís en contacto con el fútbol.
–Sí, todo el tiempo; porque soy un apasionado del fútbol, al margen de no jugar más. El fútbol es una parte muy importante de mi vida y por eso también tengo varios proyectos que van en ese sentido. Voy a todos los partidos que puedo, a los de River casi siempre, estuve viendo a la Selección y planifico algunos viajes también para ver fútbol.
–¿Qué lugar te gustaría ocupar dentro del mundo de la pelota?
–Estoy haciendo el curso de entrenador por una cuestión de inquietud personal, aunque no estoy interesado en dirigir. De todas formas, entiendo que es algo que me va a enriquecer. Me veo más en un rol de dirigente. Creo que todo el recorrido que tuve, haber sido capitán de un plantel como el de River y todos los lugares en los que estuve me dan una experiencia para poder desarrollarme en un cargo vinculado al fútbol. Es lo que más entiendo, no podría ponerme a mirar la contaduría de un club.
–River tiene un mánager, ¿cómo es tu relación con Enzo Francescoli?
–Lo admiro y lo quiero mucho, tengo una gran relación con él. Está haciendo un gran trabajo en River. Mantenemos un contacto permanentemente y vemos la mayoría de los partidos juntos en el palco del Monumental.
–¿Cómo ves a River?
–Bien, reestructurándose. La pérdida de Alario es un golpe duro, sobre todo por no haber tenido tiempo para traer a otro jugar en ese lugar. De todas maneras, River incorporó muy bien, sumó muy buenos jugadores que tendrán que pasar por el proceso de acomodarse al equipo.
–¿Qué augurás con la Superliga? ¿Ves a River y Boca cortados del resto?
–Estoy muy esperanzado con la Superliga, con que las cosas comiencen a hacerse bien. Desde que haya un cronograma fijo del torneo para establecer un orden, hasta que puedan bancarse proyectos para pensar a largo plazo. Por lo otro, el fútbol argentino es muy parejo y creo que en los próximos años va a seguir así.
–¿Y la Selección?
–Estuve en el partido contra Venezuela. Ni (Jorge) Sampaoli ni nadie puede hacer magia en dos partidos. Hay que ver por qué se llegó a esta situación. De todas maneras, y ojalá no me equivoque, estoy seguro que Argentina va a ir al Mundial, que le va a ganar a Perú y se va a clasificar.
–¿En qué condiciones llega hoy un juvenil a Primera?
–Físicamente están más preparados que antes, pero en cuestión de talento hemos perdido terreno ante países como España o Alemania. De todas maneras acá no van a dejar de salir excelentes jugadores. Algo importante a corregir, porque puede jugarles en contra, es la exposición de los chicos. Si uno juega dos partidos bien en inferiores ya empieza a circular por las redes sociales y después llega a la televisión en muchos casos. Los chicos tienen que disfrutar de su pasión por el fútbol sin ninguna presión, sin que se les exijan cuestiones que no son acordes a su edad.
–¿Vos cómo transitaste tu etapa en inferiores?
–Llegué al club a los 12 o 13 años y ni siquiera pensaba en llegar a ser profesional. Para mí jugar en las inferiores de River ya era un sueño cumplido. Estaba feliz solo con eso. Pero después todo se dio muy rápido. Me tocaron vivir cosas hermosas, tantos años en River, varios títulos, jugar casi una década en Europa, haber pasado por la Selección…
–¿Te arrepentís de alguno de los pasos que diste?
–Tal vez erré en la decisión de irme de Francia (N. de R.: En 2010 se fue del Bourdeaux al Mallorca), porque estaba bien, en un equipo campeón y muy competitivo. Tenía la posibilidad de renovar por cuatro años, pero me había aparecido la posibilidad de ir a España, que era un lugar en el que siempre había querido jugar. Y me fui para allá.
–Hoy sentís que te equivocaste, ¿pero en ese momento estabas seguro de la elección?
–Sí, porque en cada momento estuve convencido de la decisiones que tomé. La carrera del jugador es muy corta, y cuanto más grande te ponés, más entendés el negocio que envuelve al fútbol. En su momento, mi representante estaba en contra de que me fuera al Spartk de Moscú, pero para mí era un paso importantísimo porque era la entrada a Europa y económicamente era muy superior a lo que yo ganaba acá. No vale de nada pensar qué hubiese pasado si hubiera hecho aquello o lo otro, porque es algo que nunca se sabe.
–¿Es hostil el fútbol argentino?
–Es un ambiente muy difícil, porque todo lo positivo de repente se convierte en negativo. Un día sos el rey y al otro te quiere matar. Eso se siente más cuando sos referente de un equipo grande, porque estás expuesto las 24 horas. Muchos lo han sufrido, como le pasó a (Carlos) Tevez. Todo lo que conlleva el fútbol argentino lo hace muy complicado.
–¿Cómo te llevabas con esa exposición?
–No me resultaba fácil. Trataba de sobrellevarla y aislarme lo más posible para escuchar muy poco de todo lo que se hablaba, cuando las cosas iban bien y cuando iba mal.
–¿Y al comienzo de tu carrera esa cuestión la veías de otra manera?
–Era mucho más inconsciente. Cuando, sos pibe disfrutás mucho más, porque estás viviendo un sueño. Pero cuando me fui de River la primera vez, que todavía era chico, fue porque empezaba a necesitar un poco más de aire.
¿Cuándo se acerca el final de la carrera vuelve un poco ese sentimiento más lúdico?
–Puede ser. El último año de mi carrera, en el APOEL, de Chripe, lo disfruté mucho. Estaba en una isla espectacular, con todas las distancias cortas, con un equipo que competía en certámenes europeos. Hubiese seguido un tipo más, pero decidí rescindir para operarme y ver si podía dar un poco más. Lamentablemente la rodilla no aguantó más.
–¿Te costó que el retiro sea forzado por una lesión?
–No me quedaba otra. Di el máximo por recuperarme, pero el cuerpo no quiso más. Hice todo como para volver, 8 meses de recuperación. Me quedo con haber hecho todo lo que estaba a mi alcance para seguir.
–¿Cómo transitaste esa última etapa?
–Empecé a buscar cosas más allá del fútbol y ahí me embalé con lo de la marca de ropa. Además de buscar recuperarme de la lesión también necesitaba ocupar la cabeza en otra cosa para no volverme loco con algo que me gustase. Hoy eso creció y le dedico mucho tiempo.
–¿Volvés a esa noche del partido despedida en el Monumental?
–Fue una noche mágica, en la que pude reunir 15 años de carrera con muchísimo momentos hermosos y personas que estuvieron conmigo. Se juntó todo, estaba rodeado de mi familia y mis amigos. Estaba lleno de emociones. Desde los recuerdos de toda la carrera hasta saber que era la última vez que me cambiaba en el vestuario y que iba a caminar por el túnel para salir a la cancha.
–¿Qué te quedó de aquel paso de River por el Nacional B?
–La última etapa fue muy dura por toda la carga emocional que habíamos absorbido durante un año. El final se hizo muy pesado, con mucha presión. A algunos jugadores nos tocó hacernos cargo de algunas cuestiones internas del club. Habíamos venido a hacer de todo un poco, también de padres, hermanos y psicólogos. Fue una carga pesada. No imaginaba que iba a ser así, pero no me arrepentí nunca de eso.
–¿Qué pasó para que River cayera hasta ahí? ¿Dejó algo positivo esa etapa?
–Las cosas no pasan por casualidad. Si te manejás mal, hacés desastres y si te pensás que sos invencible, el resultado termina siendo el que fue. Pero para River también significó reinventarse y volver a ser. En vez de dejarse caer, tomó envión y hoy está otra vez en el primer plano mundial. Hoy River es tan River como siempre.
Fuente: pagina12.com.ar