La semana pasada el INDEC reveló que 32,2% de la población argentina es pobre y el 6,3%, indigente. Apenas unos días después, el Banco Mundial publicó un nuevo trabajo en el que informa una “disminución sustancial” en la pobreza extrema y la desigualdad.
“Un progreso que pocos imaginaban hace 70 años, cuando se fundó el Banco”, celebra el presidente de la institución, Jim Yong Kim, en la introducción. Una buena noticia que deja al descubierto el fracaso argentino.
Los datos del estudio muestran que desde 1990 se produjo una fuerte disminución a nivel mundial en la desigualdad de ingresos y de la pobreza extrema (estimada en u$s 1,90 por persona por día; hay que señalar que la canasta de bienes y servicios que usa el INDEC para marcar la línea de pobreza es en realidad mucho más elevada, equivalente a más de u$s 8 por día por adulto).
Desde 1820 a 1990, la inequidad creció sostenidamente. Pero en 2013, el índice de Gini (que mide los niveles de desigualdad tomando valores entre 0 y 1) cayó a 62,5 desde un 66,8 en el 2008.
El mundo tiene 1100 millones menos de pobres en 2013 que en 1990. Esto, en un período en donde la población mundial creció cerca de 1900 millones, y teniendo en cuenta que el crecimiento demográfico es mayor en las zonas de menores recursos.
África Sub-Sahara tiene el porcentaje más alto de pobreza extrema, un 41,0%, y el mayor número, 389 millones. Más que todas las otras regiones sumadas. Esto es un giro notable con respecto a 1990, cuando la mitad de los pobres vivían en Asia del Este y el Pacífico, que hoy logró bajar la pobreza a un 9,3%. Un fenómeno que nos dice que la geografía de la pobreza cambió, y hasta las regiones más relegas son capaces de escapar de la pobreza.
En el 2013, el año hasta donde se analiza la muestra, 11 de cada 100 personas eran pobres. Un 10,7% de la población mundial. Si embargo, el progreso fue muy bueno: bajó 1,7% con respecto al 2012. 114 millones salieron de la pobreza extrema en el 2013, casi 4 veces la población argentina.
Esta caída sustancial en la pobreza se debe principalmente a la reducción que se logró en la región del Este de Asia y Pacífico, con 71 millones de pobres menos, (principalmente debido a Indonesia y China) y la región de Asia del Sur, con una reducción de 37 millones de pobres en el año, (principalmente gracias a la reducción de la pobreza en India). Esta reducción representa una caída anual de 3,6% y 2,4%, respectivamente.
Africa Sub-Sahara también logró alguna mejoría. Entre el 2012 y 2013, en esta región la pobreza se redujo una reducción del 1,6%, para quedar en 41,0%.
Prosperidad para todos
Una de las novedades del trabajo es el índice de ‘prosperidad premium’ o ‘prosperidad compartida’, que calcula el crecimiento de los ingresos del 40% más pobre de la población, con respecto al crecimiento de los ingresos de la media. Esto permite ver en qué medida el crecimiento de un país es compartido con los sectores más pobres.
El ‘40 inferior’ se benefició del crecimiento económico entre los años 2008 y 2013. En 60 de los 83 países de la muestra, el 40 inferior reportó crecimientos por encima de la media (y del 60 superior). Esto representaría el 67% de la población mundial.
O sea: en 60 países, que representan el 67% de la población mundial, los ingresos del 40% más pobre crecieron más que los del resto de la población. Sin embargo, también hay que destacar que en 23 países, los ingresos del 40 inferior declinaron en el período 2008-2013.
Por ejemplo, Grecia, considerado dentro de los países desarrollados de altos ingresos, obtuvo el peor desempeño, con una contracción de 10% en los ingresos del 40 inferior.
La caída del crecimiento mundial demandaría más distribución
El trabajo advierte que mantener el nivel de progreso logrado en los últimos 25 años en la reducción de la pobreza y la inequidad está en riesgo a causa de la ralentización del crecimiento económico a partir de la crisis del 2008, que aún no se logra superar.
«Esto quiere decir que, dado los menores niveles de crecimiento, se va a requerir mayores esfuerzos en la distribución del ingreso», declara el BM, y asegura que el ‘trade-off’, (elegir uno a costa del otro), entre crecimiento económico y equidad no es inevitable. Hay evidencia de intervenciones distributivas que pueden fomentar el crecimiento y prosperidad en el largo plazo.
«Se trata de intervenir de forma inteligente, para interrumpir la reproducción intergeneracional de la desigualdad de oportunidades».
Fuente: FRANCISCO ARIAS | elcronista.com