oncluir la celebración del proclamado “año santo de la misericordia” el papa Francisco dio a conocer ayer lunes una “carta apostólica” titulada Misericordia et misera (Misericordia y paz) en uno de cuyos apartados manifiesta su decisión de conceder a todos los sacerdotes católicos la facultad de absolver a quienes hayan incurrido en el “pecado” del aborto. Hasta el momento esa posibilidad estaba reservada solamente a los obispos y al propio Papa. En forma extraordinaria Francisco ya había extendido provisoriamente esa atribución a los sacerdotes durante el año jubilar que acaba de culminar.
“De ahora en adelante –dice el texto del papa en su numeral 12 de un total de 22– concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado del aborto.” Y agrega que “cuanto había concedido de modo limitado para el periodo jubilar, lo extiendo ahora en el tiempo, no obstante cualquier cosa en contrario”. La fórmula utilizada por el Papa apunta a señalar la firmeza de su decisión que no puede ser obstaculizada por ninguna razón.
Sin embargo, en el mismo documento Francisco ratifica la doctrina católica respecto del aborto. “Quiero enfatizar con todas mis fuerzas –dice el Papa– que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente.” Pero, “con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde se encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre”. Por el mismo motivo el Papa pide que “cada sacerdote sea guía, apoyo y alivio a la hora de acompañar a los penitentes en este camino de reconciliación especial”.
La determinación adoptada en esta cuestión por Francisco es coherente con otras decisiones en el mismo sentido ya adelantadas y que tienen como tónica fundamental la apertura de la Iglesia a quienes, formando parte de la comunidad católica, se han apartado de la misma por razones doctrinales o disciplinares. En diferentes oportunidades, especialmente durante el último año, el papa Jorge Bergoglio insistió en que la ley no puede estar por encima de la misericordia y de la caridad. Y en este mismo documento de clausura del año santo sostiene que “no existe ley ni precepto que pueda impedir a Dios volver a abrazar al hijo que regresa a él reconociendo que se ha equivocado, pero decidido a recomenzar desde el principio” (n. 11). Porque “quedarse solamente en la ley equivale a banalizar la fe y la misericordia divina”.
El tono del documento y las decisiones que contiene pueden provocar nuevas reacciones de los sectores más conservadores de la Iglesia que la semana anterior se pronunciaron contra otro texto, Amoris Laetitia (La alegría del amor), porque habilitó a los divorciados y vueltos a casar a participar de la comunidad cristiana e, incluso, de los sacramentos. Los ultraconservadores, entre quienes sobresale el cardenal norteamericano Raymond Burke, le niegan al Papa la atribución para adoptar este tipo de decisiones que consideran contrarias a la doctrina católica.
En esta ocasión Francisco también hizo un gesto hacia los conservadores habilitando a los fieles que frecuentan las iglesias donde celebran los sacerdotes de la ultraconservadora Fraternidad San Pío X (lefebvristas) a “recibir válida y lícitamente la absolución sacramental de sus pecados”. Argumenta el Papa que toma esta medida buscando la “plena comunión (de estas comunidades) con la Iglesia Católica” y establece, “por decisión personal”, que esta medida se extienda “hasta nueva disposición” para que “a nadie le falte el signo sacramental de la reconciliación a través del perdón de la Iglesia”.
En otra parte del documento Francisco reafirma el valor de la familia, si bien reconoce “la complejidad de la realidad familiar actual” y alienta a “mirar todas las dificultades humanas con la actitud del amor de Dios, que no se cansa de acoger y acompañar”. “No podemos olvidar que cada uno lleva consigo el peso de la propia historia que lo distingue de cualquier otra persona. Nuestra vida, con sus alegrías y dolores, es algo único e irrepetible, que se desenvuelve bajo la mirada misericordiosa de Dios”, sostiene el papa Bergoglio. Y en la misma línea insta a los sacerdotes para que a través de un “discernimiento espiritual atento, profundo y prudente”, generen condiciones para que todos aquellos que lo desean, “sin excluir a nadie, sin importar la situación que viva”, puedan “participar activamente en la vida de la comunidad y ser admitido en el Pueblo de Dios” (n. 14).
La afirmación, que tiene sentido amplio y puede aplicarse a diferentes situaciones, ratifica entre otras determinaciones la decisión del Papa de volver a acoger en la Iglesia a aquellos fieles que tomaron distancia como consecuencia del divorcio o de relaciones de pareja no consideradas por la doctrina católica.
En la misma línea de lo ahora dispuesto, en septiembre del 2015, Jorge Bergoglio introdujo una reforma del proceso de nulidad matrimonial, competencia de la Rota Romana (el máximo tribunal eclesiástico), y estableció un procedimiento más breve y gratuito para lograrlo. El viernes pasado Francisco visitó a los obispos que asisten a un curso en la Rota sobre el nuevo proceso matrimonial y los alentó a “eliminar con decisión cada impedimento de carácter mundano que dificulte a numerosos fieles el acceso a los tribunales eclesiásticos”. Dijo entonces que “cuestiones de tipo económico y organizativo no pueden constituir un obstáculo para la verificación canónica sobre la validez de un matrimonio”.
El documento conocido ayer no deja de lado tampoco la situación social. “Todavía hay poblaciones enteras que sufren hoy el hambre y la sed, y despiertan una gran preocupación las imágenes de niños que no tienen nada para comer” (n. 18), afirma Bergoglio. Y agrega que “grandes masas de personas siguen emigrando de un país a otro en busca de alimento, trabajo, casa y paz”. Frente a estos y otros males, denuncia el Papa, “la cultura del individualismo exasperado, sobre todo en Occidente, hace que se pierda el sentido de la solidaridad y la responsabilidad hacia los demás” y reivindica que “las obras de misericordia corporales y espirituales constituyen hasta nuestros días una prueba de la incidencia importante y positiva de la misericordia como valor social”. Francisco llama entonces a “ponernos manos a la obra para restituir la dignidad de millones de personas que son nuestros hermanos y hermanas” (n. 19).
“No tener trabajo y no recibir un salario justo; no tener una casa o una tierra donde habitar; ser discriminados por la fe, la raza, la condición social…; estas y muchas otras, son situaciones que atentan contra la dignidad de la persona” frente a las cuales el Papa señala que debe responderse con el “carácter social de la misericordia” que “obliga a no quedarse inmóviles y a desterrar la indiferencia y la hipocresía”. El Papa decidió convocar cada año a una Jornada Mundial de los Pobres como un acontecimiento central en la vida de la Iglesia. El propósito, sostiene Francisco, es que “la justicia y la vida no sean solo palabras bonitas, sino que constituyan el compromiso concreto de todo el que quiere testimoniar la presencia del reino de Dios”.
Fuente: pagina12.com.ar