Esta temporada, en Punta del Este abrieron las puertas a los turistas para conocer los secretos del cultivo; sólo los residentes pueden acceder a la droga, pero la norma no impide las degustaciones
PUNTA DEL ESTE.- «Acá no se compra ni se vende marihuana: se convida. Se catan como en una degustación de vinos, algunas de las 27 variedades genéticas de cannabis que se cultivan.» El que informa sobre la novedad es el emprendedor Alexander «Sasha» Hauptmann, mientras muestra las amplias instalaciones de su flamante club social a la altura del balneario La Caracola: el José Ignacio Social Club. A tres años de la aprobación de la ley que legaliza el consumo y la producción de cannabis, esa legislación, única en el mundo, ha abierto un negocio de pingües ganancias. No sólo allana el camino para la industria de la marihuana medicinal, sino que también atrae a los extranjeros, a través de tours cannábicos que incluyen degustaciones y catas de variedades uruguayas.
Instrumentadas por el gobierno, las dos primeras vías de acceso al cannabis mediante el autocultivo en los hogares -de hasta seis plantas- y la conformación de clubes de membresía de 15 a 45 miembros, resta ahora el expendio de la droga en farmacias, estimado para abril.
José Ignacio Social Club es una chacra marítima de cinco hectáreas de campos quebrados, donde pastorean vacas y caballos, que también alberga en ese predio uno de los 120 clubes cannábicos que hoy se esparcen por Uruguay, abierto sólo a socios charrúas.
Austríaco, residente en Buenos Aires, junto con socios locales, Sasha Hauptmann impuso este verano el «turismo sensorial» para extranjeros. Copió la modalidad de los tours cannábicos que desde hace dos años se ofrecen en Montevideo y le sumó servicios premium. No sólo por la calidad orgánica de Cannabis sativa e indica que se convida en los tours. También por las actividades recreativas que ofrece la sede social: pileta, cancha de fútbol, cabalgatas, DJ, tragos de autor y platos gourmet preparados por un chef italiano.
La gran piscina del club acoge a una veintena de socios europeos, estadounidenses, argentinos, brasileños y uruguayos entregados al desprejuiciado ocio veraniego. Todos fuman la marihuana proveniente de seis plantas, que autocultiva en la sede uno de los socios uruguayos. De esa manera, los extranjeros sortean las limitaciones de la ley 19.172, promulgada por el Frente Amplio durante la presidencia de José Mujica, que restringe el acceso al cannabis a todo aquel que no sea uruguayo. La clave radica en la acción de convidar. Y es ese atajo también el que les franquea a los extranjeros la posibilidad de interiorizarse sobre el mundo cannábico y visitar el club contiguo: un invernadero con tecnología de punta que alberga 99 plantas con 27 variedades de Cannabis sativa e indica en proceso de floración.
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Por US$ 250, los tours informan sobre genéticas, métodos de cultivo indoor y outdoor, floración, secado de los cogollos (la flor) y hasta instruyen sobre cómo separar los cristales de cannabidiol (CBD, el componente no psicoactivo) y de THC (tetrahidrocannabinol, que es lo que produce el efecto narcótico) para la elaboración de aceites medicinales.
Además de la explicación sobre los pasos legislativos que dio el país para la regulación del consumo y la producción de cannabis, los turistas culminan el tour con una exploración organoléptica de sabor, aroma, textura, color y anatomía de las flores. Todo un conocimiento que difunde el cultivador del club, Matías Lorenzale, un cordobés de Río Cuarto radicado en Punta del Este.
«Armamos el club para que justamente extranjeros como yo y mis amigos pudieran venir acá a informarse sobre cannabis», dice Sasha. Su familia tiene desde hace 10 años una patente en Holanda, Echo Pharmaceutical, con la cual producen cremas, aceites y goteros a base de CBD. «Al no ser un componente psicoactivo, y que tiene un uso medicinal muy amplio para diferentes dolencias, se lo puede extraer legalmente. Nuestro próximo paso es elaborar y exportar aceites de CBD fuera del Mercosur», cuenta Sasha, que adquirió con socios locales un predio en Carrasco para plantar cáñamo.
La uruguaya Camila Giannastasio es la secretaria del club cannábico, que cuenta con 16 socios que pagan una membresía anual de US$ 800 y el derecho de obtener 40 gramos mensuales de las 27 variedades cultivadas, que cuestan de US$ 6 a US$ 12 adicionales el gramo, dependiendo de la genética. En marzo obtendrá su primera cosecha y para entonces aspiran a completar las membresías a 45 socios.
«Apuntamos a la mejor calidad orgánica y a poder competir con nuestra genética en certámenes», dice Giannastasio. Lorenzale agrega: «Hacemos cruces de semillas, que nos dan una variedad de sabores que van del limón a la naranja y la canela, y aspiramos a obtener diferentes efectos: los que te pegan arriba y los más relax, como las índica».
A 30 kilómetros de allí, en La Barra, Humos del Este es uno de los 33 clubes cannábicos organizados como asociaciones civiles sin fines de lucro ya aprobados en Uruguay por el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca). Lleva funcionando ya tres temporadas, tiene su cupo completo, una lista de espera de 10 aspirantes y una producción de 21,600 kilos de marihuana al año en 12 variedades.
«El 40% de los miembros son mujeres y aquí se paga una cuota mensual de US$ 280 que permite retirar 40 gramos mensuales o 480 gramos anuales a cada socio», cuenta su presidenta, Carolina de los Santos.
El club, una casa cerca de la laguna de La Barra, luce como una fortaleza. Está monitoreado por cámaras de seguridad y circuito cerrado de TV remoto, y vigilado por un californiano, Sky, que también oficia de cultivador y responde a un director técnico responsable de la producción.
«Todos los veranos -dice Carolina- tengo que adoptar una actitud de perro bulldog. Los turistas de todas las nacionalidades tocan timbre y preguntan si pueden comprar. La respuesta es siempre la misma: «No, éste es un club para socios». También preguntan si elaboramos aceites y me cuentan que lo necesitan para un familiar.» Desde su apertura, Humos del Este recibió tres fiscalizaciones del Ircca, que revisó las plantaciones, la seguridad y los registros de los retiros de los socios.
Oliver Cano, miembro fundador del club y promotor de los Punta High Tours, a través de una alianza con una agencia turística local, AGT, asegura que la regulación del cannabis aportó aspectos positivos para los 55.200 consumidores habituales de cannabis, según cifras oficiales. «La ley aísla a los fumadores del narcotráfico, las bocas de expendio, el trabajo esclavo y la delincuencia de toda organización criminal -dice-. Uno sabe lo que consume, sabe que tiene otra calidad que el prensado del mercado negro. Además, la ley diluye el estigma social de quien es fumador.»
Respecto de los tours para extranjeros, señala que las degustaciones y catas «se emparientan con el mundo del vino». Para los neófitos, supone canalizar un interés en los procesos de cultivo con semillas o esquejes con información correcta. «Hay gente que jamás vio una planta, cree que lo que se fuma es la hoja y no la flor», explica.
Gabriel Montiel limpiaba baños en la Península cuando llegó desde Montevideo. Hoy es el presidente del Club Cannábico Punta del Este, el primero en abrirse en Maldonado. Ya patentó su propia genética, con sabor a naranja, que se ha alzado con varios premios en certámenes regionales.
Abre el club a visitantes y degustaciones sólo por recomendaciones de amigos. «No me interesa lucrar con los tours. Un inversor me ofreció este verano US$ 300.000 por la patente de nuestra genética y la rechacé, porque estoy arriba de un negocio de US$ 6 millones a partir de la extracción de cristales para aceite medicinal con las semillas que nosotros mismos creamos», cuenta.
Así las cosas, más allá de lo recreativo, todos en el mundo cannábico uruguayo saben que la legislación ha abierto las puertas para que el país se lance a la producción industrial de los derivados del cáñamo. Un negocio pródigo que promete posicionar a Uruguay como el principal exportador de los productos derivados de la marihuana.
Los precios, por gramo
US$ 1,20
en farmacias
Es el valor del gramo de marihuana que se venderá oficialmente en Uruguay a partir de abril a usuarios registrados
US$ 8
en clubs cannábicos
Es el precio promedio de un gramo de marihuana que puede adquirir un socio
US$ 6
el gramo ilegal
Es el costo que paga un consumidor en Uruguay por esa cantidad de marihuana prensada de origen paraguayo, en el mercado negro
Fuente: lanacion.com