Afectado por la crisis que a fines de 2001 sacudiría el país, Román Mastrángelo ayudaba a su madre y sus hermanos buceando en un basural mientras no dejaba de soñar con la Doble Bragado, la prueba ciclística que terminó por conseguir en dos ocasiones.
Era un paria. La sociedad lo discriminaba cuando de chico cirujeaba en el basural de Chivilcoy para ganarse unos pesos para llevar a su casa. Hoy, sentado en el bar Gimnasia, en la esquina de la plaza del pueblo, la gente que pasa lo saluda y le grita alguna palabra de aliento. Por sus convicciones, su sacrificio y su testarudez, Román Mastrángelo pasó de cartonero a héroe de sus pagos.
Oriundo de Chivilcoy asegura que en su pueblo “todos nacen escuchando hablar de la Doble Bragado”, la vuelta ciclística más tradicional de Argentina, y que de chico soñaba con poder correrla algún día. “Quería estar con mis ídolos, competir; pero ni por asomo pensaba que podía ganarla”. Ese anhelo de pedalear junto a quienes admiraba se volvió una cumbre todavía más alta cuando a los 12 años, afectada su familia por la crisis económica del año 2000, el pequeño Román tuvo que salir a rebuscárselas en lo que sea para ayudar: “Iba al basural a juntar lo que se podía vender para ayudar en la casa. Somos cuatro hermanos y mi primo, que lo adoptó mi vieja y es como si fuera un hijo más”.
Su padre los había abandonado cuando él tenía 5 años. La imagen se pierde como una fotografía borrosa: “No tengo ningún recuerdo de él. No entendía la magnitud de lo que significaba, lo que era que te dejen así de esa manera. Por ahí en algún tiempo me afectó y en otro no, pero ya está, son cosas que la vida te hace pasar. Lo que sí, nunca lo entendí. Yo soy padre de tres hijos y no los dejaría por nada, daría la vida por ellos, en cualquier situación”, confiesa sin rencor. Tiziano, de 7 años; Jerónimo, de 5, y Emilia, de 3, son los motivos para no repetir la historia.
Marta, la madre de Román, fue su sustento y su ejemplo: “Mi vieja se puso la camiseta y tiró para adelante con cinco pibes. La admiro mucho por eso. Ha tenido situaciones complicadas, pero nunca bajó los brazos. Hoy en día sigue siendo la misma que 20 años atrás. Gran parte de lo que soy arriba de la bici se lo debo a ella. Me dejó la enseñanza grabada: buscar lo que uno quiere, lo que se desea y no rendirse nunca”. Tan grabada que le dio forma de tatuaje la frase “Rendirse jamás” caló con tinta en su piel. “Me quedó como una frase de ella, como el ejemplo que resume toda su enseñanza ante la vida. Siempre se sale de todo. Todas las cosas pasan por algo para, bien o para mal; y hay que aprender de esas cosas”, cuenta el bicampeón de la Doble Bragado.
Los años en el basural fueron los más complicados. Aunque había conseguido un trabajo como chapista, los 20 pesos por semana en el taller no competían con los 70 que podía conseguir con lo que rescataba entre los desechos. “Lo vi más redituable más allá de los prejuicios. La sociedad te ve de otra manera, no mis amigos, pero la gente que te ve en la calle te discrimina, es algo que está incorporado”, cuenta Mastrángelo.
Sin escaparle a su pasado, a 28 años confiesa que si lo necesitara volvería a trabajar en el basural: “No lo dudaría ni un segundo. No me arrepiento de nada de lo que hice. Todo me dejó una enseñanza, todo lo que viví. Si tuviera que atravesar esa situación hoy, no lo dudo, más aún teniendo hijos”.
Sus inicios en el ciclismo
El pequeño Román encontró su pasión y su profesión por Ezequiel, un amigo que lo introdujo en el ciclismo. Con los chicos de la escuela armaron un grupo y empezaron a correr entre ellos. Era un juego que terminó por ampliarse y pronto fueron a competir en los pueblos aledaños. Lejos de los modelos de competición, Mastrángelo hacía girar el plato y el piñón de playera amarilla que le había reglado su mamá”.
El 21 de diciembre de 2005, en Mercedes, el pequeño Román hizo el gran cambio: “Fui a competir y me ganó Braulio González, que ahora es mi amigo. Entonces me comentó que iba a correr en el Campeonato Argentino y le dije que yo también quiero correrlo”. Y se lanzó detrás de su sueño: “No tenía noción de la dimensión de la competencia. Se lo comenté a Damián Cantero, que era me orientaba y después me encontré con Adrián Gariboldi, un reconocido ciclista de Chivilcoy que me dijo que él me entrenaba si prometía hacerle caso”.
Tres meses después, el 26 de marzo de 2006, Román Mastrángelo se consagró campeón Argentino Junior de Contrarreloj. “Se dio todo muy rápido, fui con la Selección a los Panamericanos de Venezuela y empecé a ver el ciclismo de otra forma, como un sustento para reemplazar el trabajo en el basural. Pero no lo podía dejar así por así, en casa teníamos que seguir viviendo”, recuerda.
Tras el título fue becado por la Municipalidad de Chivilcoy y luego por la selección argentina. Ese dinero, sumado a lo que podía sacar en las carreras, le permitió iniciar su gran paso a la elite del ciclismo nacional: “En ese momento servía la plata que se repartía en premios, hoy por ahí no tanto. Entonces lo compensaba con lo que ganaba en el basural, que también era lo que me permitía seguir corriendo. Lo complicado era adquirir el material de competición, que no era nada barato. Salí dos veces campeón argentino con bicicletas prestadas por Daniel Cantero. La primer bici que me compré fue recién a los tres años de competir en gran nivel, con la ayuda del municipio”.
En ese camino fue que alcanzó su gran objetivo, ganar la Doble Bragado, en 2010. “Ganar la primera Bragado fue único, un sueño. En el pueblo uno nace escuchando sobre la carrera. Los veía pasar de chicos y me preguntaba si llegaría a correr con ellos. No a competirles, sólo a correr. Ganarla fue lo máximo”, asegura.
Tal fue la emoción en el momento del triunfo que no lo recuerda: “Tengo un vacío”, confiesa y se ríe: “Estaba mi vieja, que me acompaña en carreras muy puntuales. Me abracé a ella y a la madre de mis nenes. Fue único, pero tenía tanta alegría y emoción que no me acuerdo de nada. Imaginate, subido al podio tenía a un lado tenía a Walter Pérez, campeón olímpico, y al otro, a Sebastián Cancio, ganador de la Copa del Mundo”.
La carrera más difícil
Pero el de 2010 no fue el único título que Mastrángelo tuvo en la Doble Bragado, porque volvió a consagrarse el año pasado, a pesar de que la cadena se le enredó en un badén y estuvo a punto de bajarse de la carrera: “En el circuito permanente perdí media vuelta y es muy difícil enganchar. Fui dos vueltas llorando. Pensé que no agarraba más el pelotón”.
Estuvo cerca del abandono, pero primero con la ayuda de Facundo Lezica y luego solo encaró 60 kilómetros de persecución hasta conseguir meterse en el pelotón: “En un momento pensé en bajarme. Y dije, no puedo hacerlo. No le puedo dejar esta enseñanza a mis hijos, no me puedo rendir si esto es lo que yo vine a buscar. Fue el motor que necesitaba para sacar todo lo que tenía adentro y salvar el día”.
El homenaje del alma
“¿Si alguna vez lloré en una carrera? Si, en la Vuelta de la Pampa. Es algo especial que siento cada vez que voy. Elías Damián Pereyra falleció el día del amigo en un accidente de tránsito entrando a San Juan. Estuvo viviendo en casa con Dani Díaz como tres años. Vino por una semana y se quedó tres años. Más que un amigo para mí era un hermano, parte de mi familia. Lo sufrí mucho y lo sigo sufriendo. Volver a La Pampa siempre me cuesta por eso. Siempre me encontraba con él, pasábamos lindos momentos, nos moríamos de risa, comíamos un asado con sus padres…” su voz se quiebra, los ojos le brillan, contiene las lágrimas pero cada palabra llora, le cuesta sacarla.
“El primer día que llegamos a Santa Rosa, me encontré con la madre y cayó Dani Díaz. Faltaba él. Nos pusimos a recordar anécdotas y había ido decidido a ganar esa carrera para darle un pequeño homenaje a una gran persona que había pasado por mi vida. Bajé del podio y le pedí a Graciela –la madre de Damián- que me acompañara al cementerio a dejarle las flores que me habían dado en el podio”.
La tristeza invade el cielo de Chivilcoy. El dolor por la muerte del Chucky Pereyra aun está latente. Un silencio corto, pero que parece eterno, domina la escena. Román toma aire y accede a responder la siguiente pregunta: “A la Bragado llego en mi mejor momento, con un equipo fuerte. Si la gano la gano, pero si la pierdo es porque otro fue mejor que yo. Habrá que levantar el culo del asiento y dejar todo, creo que así se ganan las carreras, con el último envión”.
Hoy, cuando en Ezeiza comience el prólogo de la 83ª Doble Bragado, el pelotón tendrá en sus filas a alguien más que un campeón de ciclismo. Román Mastrángelo es un hombre acostumbrado a vencer los obstáculos que le impone la vida: “Me quiero superar día a día. No tengo que ganarle a nadie, ni ser mejor que nadie, sino mejor que yo. Como persona, como padre, como amigo, como hijo. Todo pasa por las ganas que le pueda llegar a poner uno”.
Fuente: pagina12.com.ar