«Las investigaciones siguen en marcha y hay algunos indicios muy favorables para determinar quiénes fueron los autores intelectuales y materiales de este desgraciado hecho. Por lo que estamos haciendo, hemos recibido una felicitación del Estado de Israel.» La frase fue pronunciada por el ex presidente Carlos Saúl Menem, consultado por la prensa el 18 de julio de 1996, en el acto de conmemoración del segundo aniversario del atentado a la AMIA. Durante los días previos a esa jornada –según comprobó la justicia– se había puesto en marcha la trama de encubrimiento por la que se fabricó una hipótesis falsa que inculpaba a un grupo de policías bonaerenses como el nexo local del ataque. Hoy, el ex mandatario –aunque ausente– es la figura central del juicio oral que se está llevando a cabo por las irregularidades en la investigación, en el que se lo acusa de haber sido el instigador del encubrimiento y el responsable de haber dado la orden de desviar la pesquisa 15 días después del atentado. La pregunta de por qué, o a cambio de qué lo hizo, sobrevolará todo el proceso en el que Menem ya advirtió que los secretos que posee pueden poner en riesgo «la seguridad nacional».
Según consignó Tiempo Argentino, ha sido el único de los 13 imputados que ha esquivado –de momento– sentarse en el banquillo de los acusados aduciendo «hipertensión, diabetes, esclerosis y artrosis». El Tribunal Oral Federal Nº 2 deberá certificar con pericias su verdadero estado, y determinar si a sus 85 años puede prestar indagatoria, con la solicitud de las querellas para que avance su juicio político y que no tenga fueros. Menem ya tiene una condena a siete años de prisión por el contrabando de armas a Ecuador y Croacia y nadie planteó en el Congreso su desafuero.
Formalmente, los cargos en su contra son instigación al encubrimiento, falsedad ideológica y abuso de autoridad. Pero se sospecha que nadie más que él pudo haber bajado la orden para coordinar acciones que involucraron a la cúpula de la ex SIDE, a altos miembros de la Policía Federal y al juzgado de Juan José Galeano para detener una línea investigativa y tiempo después fabricar una pista falsa, que perjudicara políticamente a su adversario interno, Eduardo Duhalde. El hombre clave en la intermediación fue su hermano Munir, fallecido a fines de 2010 y por entonces coordinador de la Unidad Presidente, según la investigación llevada adelante por el fiscal Alberto Nisman. La decisión del gobierno de Néstor Kirchner de desclasificar la información de inteligencia, en 2005, posibilitó poner al descubierto las irregularidades con el ocultamiento de la pista siria, retomada recién cuando Menem había abandonado el poder.
El 1 de agosto de 1994 se debían llevar adelante tres allanamientos clave en los domicilios de los Kanoore Edul en la calle Constitución números 2633, 2695 y 2745, quien ya estaba en la mira de la SIDE por su nexo con el iraní Mohsen Rabbani. Uno se concretó y se detuvo a Alberto Jacinto –el sospechoso–, otro se hizo más tarde sin que se secuestrara ningún elemento y el tercero ni siquiera se concretó, sin que llamara la atención de nadie que no se cumpliera la orden del juzgado. Mientras los efectivos policiales coordinados por Carlos Castañeda y Jorge «Fino» Palacios demoraron todo un día el allanamiento, Alberto padre se dirigió a la Casa Rosada.
De los pocos elementos conservados, resultaron reveladoras las transcripciones telefónicas de los días 29 y 30 de julio y 1 de agosto de 1994, correspondientes al abonado 941-8060. «Papá está en Casa Rosada, eh», refiere la hermana de Alberto Jacinto Kanoore Edul a su cuñada alertados ya de la presencia policial y del eventual allanamiento. «¿Qué vamos a dilucidar? Acá hay que parar a esta gente», prosiguió. En otro diálogo de Kanoore Edul padre, luego de su visita a Casa de Gobierno, se advierte que llamó al interno de Audiencias de Presidencia. Con familiaridad, habló con un sujeto al que le pidió transmitir el mensaje de la detención de su hijo: «Horacio, disculpame que te moleste, te habla Alberto Edul. Decile a la hermana Beatriz que va a la calle Moreno tiene que quedarse para que el juez le tome declaración. Es Moreno 1417», dijo en referencia a la División Protección del Orden Constitucional de la Federal. «Y se lo pasamos al embajador entonces», le respondió su interlocutor, y agregó: «Al embajador Munir Menem.» «Si alguien quiere preguntar por la denuncia o el motivo. Díganle a Munir», ordenó Kanoore Edul antes de cortar la comunicación. El 6 de agosto, con Alberto Jacinto libre se registró otro diálogo entre una persona desconocida y el sospechoso: «¿Están más tranquilos tu señora y tu papá?», le preguntó, a lo que Kanoore Edul respondió: «Sí, mi papá fue a ver a…», momento en que su interlocutor lo interrumpió para evitar que mencionara el nombre por teléfono. «Mejor que no se mencione esto, mejor», consintió Alberto Jacinto la precaución.
El prosecretario del juzgado de Galeano, Claudio Lifschitz, completó la escena cuando declaró en 2000 que, fruto de este encuentro, Munir llamó a Galeano y le ordenó abandonar cualquier investigación sobre los Kanoore Edul. «No podemos hacer nada, en qué quilombo querés que nos metamos, si cuando lo detuvimos a Edul llamó el hermano del presidente… no es el momento», le había confesado días después uno de los secretarios del juez sobre el inexplicable cese de esa pista. Cuando la entonces senadora Cristina Fernández le preguntó a Galeano en la Comisión Bicameral por la llamada del hermano del presidente interesándose por la causa del atentado terrorista más importante de la Argentina, la respuesta del juez fue «no recuerdo».
La orden de encubrimiento se consumó en el propio expediente: los cassettes de las grabaciones de tres líneas telefónicas pinchadas desaparecieron; las transcripciones que tenía el juzgado nunca pudieron ser encontradas; solo 24 horas después de la visita a Casa Rosada se interrumpieron las escuchas sobre los Kanoore Edul porque «no revestían interés» los diálogos registrados; y los informes policiales de los allanamientos afirmaban que no se halló nada que sirviera a la causa pese a que existía una agenda con llamativos contactos.
«Asumimos la responsabilidad de identificar a los causantes, cómplices e instigadores, así también como de perseguirlos donde quieran se encuentren y quien quiera ellos que sean, capturarlos y someterlos a la justicia», dijo Menem por cadena nacional el día del atentado. Para la justicia hizo exactamente lo contrario.
Fuente: Infonews