El fútbol, el asado, la discusión política: un encuentro único apenas pasada la medianoche. Hace más de tres décadas Alejandro Dolina empezó a hacer un programa de radio que se transformaría en otra marca de identidad para buena parte de los argentinos. Una costumbre inspiradora y accesible –de esas que cada vez quedan menos– que une y atraviesa generaciones e imaginarios, ensancha el espíritu y a lo sumo pide un par de horas menos de sueño. En ese espacio se cruzan el humor, la filosofía, el teatro, la música, la historia y mucho más. Desde 1993 se llama La venganza será terrible, pero la magia empezó como El ombligo del mundo y siguió bajo el nombre Demasiado tarde para lágrimas.
A lo largo de las décadas el programa experimentó cambios de emisora, la incorporación y salida de participantes de peso, segmentos que le fueron ganando lugar a otros y diversas modificaciones propias de una creación viva. La variante que se mantuvo inalterable es la que le da su razón de ser: la presencia de Dolina. El conductor, escritor y músico es un universo en sí mismo. En él conviven con plena naturalidad la literatura y el fútbol, la filosofía y el humor, el amor y la soledad, las disquisiciones sobre la muerte y el compromiso por vivir cada segundo con la convicción de que nunca volverá. Desde ahí se transformó en un personaje central de la radio y de la cultura popular argentina.
Dolina presentará hoy a las 18 el flamante La Venganza será terrible, 30 años, el libro que funciona como celebración y testimonio de un fenómeno que trascendió la radio y hasta las fronteras de nuestro país. La cita será en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (Sala José Hernández, La Rural).
–¿Cómo se explica un programa que supera las tres décadas en el aire y siempre está en lo más alto de las preferencias populares?
–Lo primero que hay que decir es que es mentira que se trata de un programa que cumple 30 años y pico –sentencia con mirada pícara–. Tenemos ciertos patrones y el horario de la medianoche. Pero el programa se ha ido modificando como el hacha de Rivadavia, a la que primero le cambiaron el mango y después el filo. No es el mismo. Tampoco se llama igual que cuando empezamos. El único que persiste desde los inicios soy yo. Y ni siquiera yo soy el mismo. Soy yo con otros pensares, con algunas cosas que he aprendido y otras que me he olvidado. Pero estoy sentado en el mismo lugar. No he tenido un encuentro con Dios que me haya hecho abandonar mi vida de pecado. Por suerte (risas).
–¿Podríamos decir que lo que se extiende más de 30 años es un vínculo único con la gente?
–Sí. Eso es lo que nos permite que tenga sentido hacer el programa. Son más de tres décadas hablan-do con la gente. Gente que ha cambiado. Que va y que viene, que se suma. Nosotros salimos bastante de gira por las provincias y cuando volvemos vemos la composición del público y primero nos parece que es la misma. Pero no lo es. Se va modificando, pero el vínculo se mantiene. Se nos ocurrió hacer este libro cuando estábamos próximos a cumplir 30 años de programa. Pensábamos que iba a salir muy rápido, pero tomó dos años terminarlo. Es un recorrido por estas tres décadas de historias y amigos.
–A lo largo de todos estos años tuviste muchos compañeros de ruta. ¿A quién extrañás más?
–Los recuerdo y los quiero a todos. Con algunos somos muy amigos. Con (Guillermo) Stronati juego al fútbol todos los martes. Con (Jorge) Dorio y (Gabriel) Rolón cultivamos muchos años de amistad. A Gillespi y a Coco Sily también los tengo muy presentes. Pero debo decir que a mí siempre me gusta más el equipo que está jugando. Creo que el aporte que ahora hace (Patricio) Barton es extraordinario. También disfruto mucho de la participación del Trío sin Nombre, en el que están Ale y Martín, mis hijos.
Neoliberalismo y trabajadores
Dolina es un hombre de la radio, de la literatura y tuvo su paso por la televisión. Peroparalelamente siempre desarrolló un fuerte compromiso político y una gran capacidad de análisis. Por eso no sor-prende cuando comenta que siente una gran satisfacción haciendo radio todos los días e inmediatamente agrega que la situación del país le produce emociones totalmente diferentes. «Es muy difícil ser feliz en este momento de la Argentina», subraya.
–Antes del balotaje advertiste muy claramente que Macri expresaba la vuelta del neoliberalismo.
–Sí, claro. La disyuntiva era muy clara y la gente fue muy clara también: eligió lo que estamos padeciendo ahora. La economía neoliberal genera enormes dificultades a los trabajadores. Pero este tipo de decisiones se están tomando en todo el mundo.
–Los modelos neoliberales suelen favorecer a un sector minoritario de la sociedad. ¿Cómo se explica que sean votados por las mayorías?
–Es así. La gente vota estos fenómenos que la perjudican enormemente. Pareciera que dijeran: «démosles el dinero a los ricos que ellos saben mejor cómo manejarlo». Es muy difícil explicar las motivaciones. Se trata, me parece, de la suma de sectores neoliberales con la derecha recalcitrante. Que en la Argentina se expresa en el gorilismo.
–¿Alguna vez imaginaste que podían llegar tan lejos como para beneficiar con el 2×1 a los represores?
–Nunca pensé que pudieran llegar hasta este punto. Y al mismo tiempo es revelador. Revelador de los lugares que esta gente ocupó antes. De la misma manera que yo digo que estoy más o menos en el mismo asiento que siempre ocupé, evidentemente esta gente no sólo es neoliberal, no sólo impulsa una economía para que los trabajadores ganen menos y los ricos ganen más: también son simpatizantes del Proceso. Lo estoy diciendo sin ningún encono. Ya no quiero discutir ni con mis seres queridos.
–¿Ves a corto o mediano plazo una alternativa política a esta situación?
–No la veo. Ojalá las elecciones demuestren lo contrario. Pero respecto de la duración de este proyecto neoliberal creo que va a ser más determinante lo que hagan ellos que lo que pueda hacer lo que pomposamente llamamos el campo popular. Yo he asistido a algunas reuniones y he salido espantado.
–¿Por qué?
–Quizá no asistí a las reuniones correctas. Se suele decir que en épocas tan duras fructifican los grandes artistas, los políticos beligerantes e ingeniosos. Yo no he visto hasta ahora nada de eso. El gobierno tiene el apoyo de los dueños de las grandes empresas y los grandes medios. Del otro lado no quedó absolutamente nada. Ni siquiera algún distrito fuerte como para construir desde ahí.
–¿Qué se necesita para que vuelva a ganar un proyecto con una mira-da social inclusiva?
–Se ha producido un irreparable daño en la confianza de quienes creemos en la causa de un Estado más inclusivo y una economía dirigida que propenda a cierta igualdad. Ahora parece que creer eso significa ser cómplice de corrupción. Eso se lo debemos a ciertos amiguetes cuyo nombre no quiero ni recordar. A mí me da vergüenza haber compartido esperanzas con cierta gente. Pero tampoco hay que dejarse atropellar por lo que dicen los medios más poderosos. La corrupción y la política se discuten en mesas diferentes. Y hay distintas formas de corrupción. El daño social que produce un corrupto es mucho menor que al que produce una política de Estado que transfiere los recursos a las empresas más poderosas. Ese dinero sale de los trabajadores. Y ni hablar de la toma indiscriminada de deuda externa. «
Del brillo de Riquelme al nuevo libro que se viene
Es sabido. Las áreas de interés y pasión de Dolina son muchas. Muchísimas. Incluyen la literatura, como un lector voraz y un escritor minucioso y obsesivo –Crónicas del Ángel Gris, El libro del fantasma, Bar del infierno y la novela Cartas marcadas–. Pero también el fútbol, como jugador, hincha y espectador imparcial.
–Ya no nos queda ni la alegría de Riquelme. ¿Román era la mejor definición del fútbol?
–Es la idea de fútbol que más me gusta. El tipo que está pensando todo el tiempo, calculando los movimientos del adversario y de los propios. El que ejerce un dominio estratégico. El que sabe lo que va a hacer, lo calcula y lo ejecuta. Un jugador de una enorme creatividad y gran técnica. Porque para hacer todo lo que hacía Riquelme también hay que dominar muy bien la pelota. A Boca lo estoy siguiendo poco: la verdad que el equipo no ayuda. Pero sigo jugando y debo decir que no lo hago na-da mal. Por suerte tengo muy buena salud. El tiempo me ha tratado muy bien. No me puedo quejar. Aunque desde luego me gustaría tener mucha más juventud de la que tengo. ¡Está tan linda la vida a pesar de todo! Me gustaría quedarme por acá muchísimo tiempo.
–¿Después de la muerte que viene?
–Nada. No hay ninguna certeza, pero todos los rumores indican que no hay nada.
–¿Es una convicción o una táctica para vivir más intensamente?
–Es una creencia. En algún momento pudo ser una táctica del tipo «Uy, hoy no va a venir nadie al asado». Esas especies de cábalas que uno utiliza para después «sorprenderse» y alegrarse. Pero a esta altura creo firmemente que no hay nada después de la muerte.
–La literatura puede ser un intento para trascender esa nada. ¿Estás escribiendo?
–Sí. Estoy escribiendo un libro que articula cuentos y una novela. Si tenemos mucha suerte estará listo antes de fin de año. No tiene nombre todavía. Por comodidad le decimos «Notas al pie». Se trata de un tal Morozov que escribe unos cuentos y tiene un profesor que ha sido alumno suyo y hoy es un joven intelectual (me lo imagino parecido a Jorge Dubatti). Este joven profesor va agregando notas al pie a cada cuento. De pronto esas notas van creciendo en número, extensión e intensidad. Y terminan transformándose en una novela sobre la trágica vida de Morozov.
Fuente: tiempoar.com.ar