Protagonista de películas clave como Felicidades, Aballay, el hombre sin miedo y El movimiento, y de populares programas de TV, como Farsantes y la miniserie Historia de un clan, Cedrón pertenecía a una familia de artistas, que contribuyeron a su vocación y su compromiso.
Si algo distinguió siempre a Pablo Cedrón fue la admiración que recibía tanto como actor cuanto por su nobleza como persona. El protagonista de películas clave, como Felicidades y El movimiento, y de populares programas de televisión, como Farsantes y la miniserie Historia de un clan, falleció ayer, a los 59 años, en el Sanatorio de la Providencia. La repercusión de la noticia comprobó, por el tenor de los comentarios en las redes sociales, que era alguien muy apreciado en un medio donde la competencia suele ser feroz y los chimentos, a veces, venden más que el talento. Para el recuerdo, este actor de un rostro que parecía tallado en roble y dotado de una personalidad imponente, deja más de cien personajes que supo construir con solvencia y compromiso en su amplia trayectoria tanto en cine como en televisión, dos medios en los que también se desempeñó como guionista.
Hijo del artista plástico Alberto Cedrón, y sobrino del músico Juan “Tata” Cedrón y del cineasta Jorge “Tigre” Cedrón, Pablo nació el 7 de enero de 1958 y su adolescencia estuvo marcada por el desarraigo: se tuvo que exiliar junto a su familia en Francia, en tiempos en que la Argentina vivía la etapa más oscura de su historia. Pero no sólo fue actor sino que trabajó de todo un poco: con tan sólo doce años agarró la pala y la carretilla y se las rebuscó como albañil. También supo cocinar en restaurantes, desempeñarse en un aserradero y en una carpintería e incluso repartió volantes. También era artesano, un oficio que le permitió sostenerse económicamente cuando no tenía trabajo como actor. Una habilidad que, además, le sirvió para conectarse durante más tiempo con su único hijo, Santiago, cuando no tenía rodajes.
Su carrera como actor la inició tempranamente en el cine en 1971, en el film El habilitado, dirigido por su tío, Jorge Cedrón, y que le permitió conocer a Héctor Alterio, quien era uno de los protagonistas de la historia de un vínculo entre cinco empleados de una tienda marplatense que tratan de escalar posiciones. Cuatro años más tarde fue parte del elenco de La Raulito, un clásico del cine nacional que dirigió el gran Lautaro Murúa y que contó con el protagónico de Marilina Ross y la niña Juanita Lara. Vale recordar que La Raulito fue una de las películas argentinas más exitosas de la década del 70.
En sus comienzos, Cedrón trabajó también en películas que pasaron sin pena ni gloria como Las barras bravas, de Enrique Carreras. Pero el nuevo milenio lo recibió por la puerta grande. En 2000, se estrenó Felicidades, de Lucho Bender, otro artista –en este caso cineasta– que murió tempranamente, a los 48 años, en 2004. Cedrón escribió el guión de Felicidades junto a Bender. El film cruzaba tres historias en un 24 de diciembre y Cedrón compartió el elenco con Gastón Pauls, Alfredo Casero, Cacho Castaña y la española Silke. Al año siguiente ya estaba filmando Cabeza de tigre, a las órdenes de Claudio Etcheberry y en 2002 estuvo en el corto En ausencia, de su prima Lucía Cedrón, hija del Tigre.
Tres años después, en 2005, trabajó con uno de los grandes directores del cine argentino: Eduardo Mignogna lo convocó para ser Miguel Dufour en El viento, que marcó el reencuentro del cineasta con Federico Luppi, después de la entrañable Sol de otoño. La bisagra en la carrera cinematográfica de Cedrón se produjo, sin embargo, en 2006 con El aura, el segundo y último film de Fabián Bielinsky, otro director que tenía toda una carrera por delante cuando murió de un infarto a los 47 años, en 2006. La obra maestra de Bielinsky contaba con Cedrón como un delincuente y asesino a sangre fría, determinante en el desenlace de la historia protagonizada por Ricardo Darín.
La otra gran película de Cedrón que lo tuvo como protagonista fue Aballay, el hombre sin miedo. Basada en el cuento que el escritor mendocino Antonio Di Benedetto escribió en prisión, luego de ser secuestrado por la última dictadura, fue dirigida por Fernando Spiner. Situada temporalmente en el 1900, la historia mostraba a Cedrón en el rol de Aballay, un gaucho dueño de todos los males: resentido, ladrón y asesino. Luego de matar despiadadamente a un hombre, le queda grabada la mirada del hijo de la víctima, Julián, un niño de diez años. Después de este hecho, la historia pega un salto temporal de una década y muestra al joven Julián (Nazareno Casero) buscando venganza por la muerte de su padre. Y Aballay, que no es religioso, escucha hablar de los estilitas, personas que para lavar sus culpas emprendían una penitencia que consistía en subirse a una columna y no bajar de ella por el resto de sus vidas.
Dos grandes películas hizo Cedrón en los últimos años. Una de ellas fue El movimiento, segundo largometraje de Benjamín Naishtat, donde el actor participó de una historia ambientada en la mitad del siglo XIX, en una tierra de anarquía y llena de pestes, situación que provoca que distintos grupos armados que recorren el territorio pampeano exijan recursos y sumisión de los campesinos que allí viven. En medio de ese caos, un hombre ilustrado (Cedrón) busca que los pobladores se unan a su “movimiento”, que pretende lograr un nuevo orden para la región. Se trata, en realidad, de un tirano que seduce con su presencia y su palabra y a quien no le gusta que le digan que no. Es más: aquel se niegue será degollado.
La otra gran película reciente de Cedrón, estrenada este mismo año, fue El otro hermano, que marcó el regreso de Israel Adrián Caetano a la dirección, y donde Leonardo Sbaraglia y Daniel Hendler compartieron la dupla protagónica. Allí Sbaraglia es Duarte, el “poronga” de un pueblo semidesértico, donde fueron asesinados la madre y el hermano de Cetarti (Hendler). Duarte tiene negocios truchos de todo tipo, mientras que el personaje de Cedrón es el del ominoso chatarrero del pueblo, que compra y vende lo que sea, desde revistas viejas a autos destrozados.
En televisión, Cedrón también tuvo una carrera prolífica desde los 90, cuando formó parte del programa De la cabeza (1992) junto a Alfredo Casero, Fabio Alberti, Diego Capusotto y Rodolfo Samsó (Alacrán). Allí colaboraba en los guiones de algunos sketches y también actuaba. En 1994, el ciclo pasó a llamarse Cha Cha Cha, llegó a convertirse en un programa de culto y al resto del equipo anterior se sumaron Mariana Briski y Mex Urtizberea. En ese programa, Cedrón creó el personaje del sexólogo paraguayo Nelson Gómez quien, con un humor tan bizarro y un vocabulario desfachatado, respondía las preguntas del público a través de la conductora de un programa femenino bastante berreta. Fue tal la repercusión, que Nicolás Repetto –productor del programa– lo separó del grupo y lo convocó para su propio ciclo televisivo Nico, donde Cedrón tuvo el mismo rol. En el programa de Repetto también hizo sketches recordados como El Fiscal o el Tanguero del Playback.
Cedrón no sólo hizo parodias en la TV: a partir del 2000 fue parte de importantes programas de Pol-ka, como Verdad-consecuencia, Campeones, Sin código y Mujeres asesinas, entre otros. En 2006 compuso a Falucho, uno de los personajes de la comedia Sos mi vida, junto a Natalia Oreiro y Facundo Arana. Fue Damasio en Sos mi hombre y Santiago Malvarez en la gran tira Farsantes, junto a Julio Chávez. Hace dos años interpretó a Labarde en Historia de un clan, la serie que reflejó la historia de la familia secuestradora y asesina comandada por Arquímedes Puccio.
Fuente: pagina12.com.ar