El viceministro Pérez Baliño se sumó a la más de media docena de funcionarios que dejaron Salud en los últimos meses. Dividirán su área en dos secretarías, mientras siguen los cuestionamientos a Lemus por la subejecución de programas y falta de medicamentos.
El presidente Mauricio Macri le aceptó la renuncia al viceministro de Salud, Néstor Pérez Baliño. Tras la salida de más de media docena de funcionarios de carrera en los últimos meses, el ex viceministro indicó que deja el cargo en medio de una reestructuración del área: la secretaría de Salud Comunitaria será dividida en dos y asumirán en lugar de Pérez Baliño dos radicales cercanos a Ernesto Sanz, Eduardo Epstein y Alberto Rubinstein. Este último suena como un posible reemplazante de Jorge Lemus, quien ayer estuvo reunido con el presidente Mauricio Macri para hacer un “seguimiento de la gestión”. Lemus figura en la lista de Marcos Peña de ministros en revisión, junto con el de Medio Ambiente, Sergio Bergman. En el caso de Lemus, a raíz de la subejecución de programas como los destinados a evitar la propagación del dengue y el zika. También por la falta de medicamentos para el SIDA o la tuberculosis. Por ahora, Macri lo mantiene.
De hecho, uno de los temas del encuentro de Lemus con el presidente fue el tratamiento de epidemias. Según comunicaron desde Presidencia, hablaron de la “situación epidemiológica del país en relación al dengue, zika y la fiebre chikungunya y las tareas desarrolladas y previstas para evitar estas enfermedades”. Lemus le informó a Macri que hay pocos casos de dengue registrados en enero. “También realizaron una presentación de las acciones que lleva adelante la Superintendencia de Servicios de Salud”, informaron. En Salud, indicaron que el encuentro estaba previsto desde hace tiempo.
La salida de Pérez Baliño ya era un hecho hace semanas, entre los múltiples cambios de gabinete que tuvieron su epicentro en la salida del Ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay. Ayer finalmente apareció publicada en el Boletín Oficial, en donde le agradecieron por “los valiosos servicios prestados en el desempeño de su cargo”. “Yo presenté mi renuncia. La puse a disposición porque se estaba trabajando en una reestructuración del Ministerio de Salud”, explicó Pérez Baliño. El funcionario saliente indicó que no dejará el Gobierno, sino que pasará a tener “tareas de asesoramiento” y que su secretaría –que manejaba el 70 por ciento del presupuesto del ministerio se va a dividir en “dos unidades más chicas”.
Los encargados de ocupar ese cargo serán el médico del Hospital Italiano Alberto Rubinstein, quien asumirá frente a la secretaría de Promoción de la Salud, Prevención y Control de Riesgos, y el ex subjefe de la Unidad de Medicina Familiar de ese mismo hospital, Eduardo Epstein, que estará a cargo de la Secretaría de Operaciones y Estrategias de Atención Primaria de la Salud. Los dos son radicales cercanos a Sanz y, según trascendió, también tienen el visto bueno de Gustavo Lopetegui, uno de los dos coordinadores de Marcos Peña. Según se comenta en el Gobierno, entrarán casi como una intervención a un ministerio que está en la lista del jefe de Gabinete de quienes no cumplieron con las expectativas y deberán mejorar su performance.
A raíz de esto, hay quienes lo dan a Lemus en tiempo de descuento. “Lo mismo dijeron de Lemus en el primer año de gestión de la Ciudad y nadie estuvo tanto tiempo en el Ministerio de Salud porteño”, advirtieron en Salud, donde comentaron una frase que circula por los pasillos: “Lemus es la vieja que los va a enterrar a todos”.
Macri tiene una deuda de gratitud con el médico porque le salvó la vida el día que se atragantó con un bigote postizo haciando su imitación de Freddy Mercury. Según algunas versiones, esa es la principal razón por la que Lemus continúa siendo ministro.
Pérez Baliño es médico cardiólogo, egresado de la UBA, y proviene de la gestión porteña de Macri: fue interventor del Hospital Argerich en medio de una polémica por la expulsión del director Donato Spaccavento, lo que llevó a una extensa disputa judicial. En su momento, el juez Andrés Gallardo acusó penalmente a Baliño por desobediencia de un fallo judicial.
Luego fue subsecretario de Planificación Sanitaria, un cargo que debió dejar en medios de las internas entre Lemus y el entonces subsecretario de Administración del Sistema de Salud, Rodolfo Kirby. En septiembre de 2012, Lemus renunció desgastado por las múltiples críticas que tuvo su gestión porteña y tras una polémica reglamentación del aborto no punible en la Ciudad, que restringía los alcances de un fallo de la Corte Suprema. María Eugenia Vidal, entonces vicejefa de Gobierno, no habría sido ajena a la salida de Lemus de la gestión porteña.
Renuncias en cascada
Ahora en el ministerio de Salud nacional, Lemus está otra vez en el ojo de la tormenta. De hecho, fue una de las áreas con más renuncias en los últimos meses. Antes de irse, Pérez Baliño indicó que tuvieron “dificultades todo el año”, entre las que se incluyen cuestionamientos por subejecución y falta de medicamentos. Quizás eso motivo la renuncia del subsecretario de Coordinación Administrativa, Daniel Bosich, quien había sido recomendado por Alberto Mazza, ex ministro de Salud de Carlos Menem. En su lugar, nombraron a Cecilia Loccisano, a quien presentaron como una abogada especializada en administración de salud. Un detalle adicional: es la esposa del ministro de Trabajo, Jorge Triaca.
Los macristas prometen que este año, con Loccisano, no se repetirán los problemas de subejecución que se pudieron ver el año pasado. Algunos ejemplos: el programa de Prevención y Control de Enfermedades Endémicas se ejecutó en un 49 por ciento, mientras que el de Detección y Tratamiento de Enfermedades Crónicas utilizó un 39 por ciento de sus fondos. El de Investigación para la Prevención y Control de Enfermedades Tropicales utilizó un ridículo 3,91 por ciento, mientras que la partida de Lucha contra el SIDA gastó un 55 por ciento de los fondos. Cerca de Lemus, en cambio, sostienen que la ejecución global llegó al 98 por ciento.
Quizás con estos datos tuvo que ver la renuncia del titular del Programa Nacional de SIDA y Enfermedades de Transmisión Sexual, Carlos Falistocco, en septiembre del año pasado, luego de que arreciaran los cuestionamientos por la falta de preservativos, insumos y medicamentos. También se sumó a la catarata de renuncias la subsecretaria de Prevención y Control de Riesgos, Marina Kosacoff, luego de que cuatro directores de su área hicieran lo mismo.
Más llamativo fue el caso de la directora nacional de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles, Carla Vizzotti, quien se enteró por los diarios de que su dirección había sido desarmada y reducida a una coordinación. A Vizzotti, que ocupaba el cargo desde 2007, le avisaron, de paso, que estaba despedida. Una de las principales críticas que recibió el ministro fue por la incapacidad de prevenir el incremento de casos de zika y dengue. El ex director de Enfermedades Transmisibles, Héctor Coto, fue uno de los primeros en irse, cuando Lemus degradó ese área para convertirla en coordinación. Otro funcionario de carrera que renunció fue Sebastián Laspiur, director de Promoción de la Salud y Control de Enfermedades.
Falta de medicamentos
El otro problema grave que enfrenta el Ministerio de Salud es la compra de medicamentos, algo que ya le había traído dolores de cabeza a Lemus en su gestión porteña. Ahora hay quejas por falta de entrega de medicamentos en buena parte de las provincias. En particular, de los medicamentos para tratar el SIDA. En diciembre de 2016, se habían enviado a las provincias un 32,5 por ciento menos que en igual período de 2015, según el Sistema Integrado de Reportes de Logística y Medicamentos. Tanto Pérez Baliño como Lemus justificaron la reducción con la pesada herencia: sostuvieron que el kirchnerismo los dejó con “stock cero”, algo que fue desmentido por ONGs vinculadas a la prevención del HIV-SIDA.
Pese a las renuncias, las críticas a Lemus no cejan. Hace unos días, la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) le envió una carta al ministro en la que expresó su “profunda preocupación” ante la falta de medicamentos para la tuberculosis. “Muchos de nuestros socios nos han comunicado que desde hace más de un año hay serios problemas con la provisión de pirazinamida y que, en este mes, se agregó la falta de isoniacida”. “Son bien conocidas las graves consecuencias que acarrea la interrupción o el irregular cumplimiento del tratamiento de esta enfermedad”, le advirtieron en una carta firmada por el vicepresidente de la SADI, Lautaro de Vedia. Entre otras cuestiones, se podrían generar “cepas resistentes” que luego pueden afectar a diversos sectores de la población.
Fuente: pagina12.comn.ar