Las elecciones en los Estados Unidos, que no son solamente el final del proceso para designar al jefe de Estado más poderoso del planeta sino también el mayor espectáculo político a nivel global, tendrán lugar el día de hoy, ante la mirada de millones que lo seguirán por televisión, radio e Internet en todos los continentes. La candidata demócrata Hillary Clinton llega a esta instancia con una ventaja no definitiva y su rival, el magnate Donald Trump, que corre bajo el paraguas del Partido Republicano, buscará dar el batacazo. Además, están en juego la composición de ambas cámaras del Congreso y también de la Corte Suprema de Justicia, ya que el ganador de estos comicios estará en condiciones de designar al juez que desempate el actual equilibrio en máximo tribunal. Para completar el panorama, el país se encuentra discutiendo una serie de temas de profunda importancia para la sociedad, desde la violencia racista hasta la cuestión de género, pasando por un debate entre dos modelos económicos tan diferentes como pueden serlo en un país en el que todo, siempre, tiende a encontrarse en el centro.
En ese contexto tendrá lugar the election of a lifetime, la elección más importante de tu vida, tal como fue bautizada en los medios locales. Más de 40 millones de personas votaron anticipadamente y se espera que entre 80 y 100 millones acudan hoy a los lugares de sufragio en los cincuenta estados de la unión, en un país con 320 millones de habitantes en el que el voto no es obligatorio. El sistema de elección indirecta, que otorga delegados a nivel estadual, hace que la compulsa se decida en un puñado de distritos, cuyos escrutinios serán seguidos con atención a partir de las siete de la tarde hora del este (dos horas menos que en Argentina). Un rato más tarde, entre las siete y media y las nueve, comenzarán a llegar los primeros datos de Florida, Ohio y Carolina del Norte, los más importantes para saber si habrá una rápida resolución a favor de Clinton o si tendremos una larga noche por delante antes de conocer al ganador.
En los Estados Unidos no existe la veda electoral, por lo que ambos candidatos tuvieron ayer una agenda cargadísima de actividades para tratar de conseguir un envión que les dé la ventaja definitiva en una carrera cerrada. Hillary Clinton centró sus actividades en Michigan y Pennsylvania, dos estados importantes donde su ventaja en las encuestas se achicó los últimos días. El acto principal fue por la tarde en Filadelfia, acompañada por su marido el ex presidente Bill Clinton y su hija Chelsea Clinton, el presidente Barack Obama, la primera dama Michelle Obama, y el legendario rockstar Bruce Springsteen. Sobre la medianoche, visitó Carolina del Norte, que quizá se vuelva esta tarde el distrito más importante de toda la elección. Además, los Obama, los Clinton y otras figuras populares del partido demócrata, como el candidato a vice Tim Kaine, el actual vice Joe Biden y el ex vice Al Gore, protagonizaron por su cuenta media docena de actos en Florida, Colorado, Carolina del Norte y Nuevo Hampshire.
El final de la campaña de Trump pasó por los mismos distritos aunque, sin muchas personalidades populares de su lado y peleado con las autoridades de su partido, tuvo que desdoblarse para encabezar él en persona cada tramo de la estampida final. Así, recorrió Florida por la mañana, Carolina del Norte y Pennsylvania a la tarde y Nuevo Hampshire y Michigan por la noche, protagonizando actos multitudinarios a veces a pocos cientos de metros de donde, un rato antes o después, los demócratas llevaron a cabo sus propios mitines. Más urgido que su rival, el magnate está obligado a ganar la gran mayoría de los distritos cuyo resultado aún es incierto si quiere tener chances de llegar a la Casa Blanca. Su desafío es inflamar los ánimos de sus seguidores para que acudan masivamente a votar sin salirse del discurso más moderado que en las últimas semanas (cuando hasta cedió el control de su encendida cuenta de Twitter) le rindió sus frutos con un sostenido crecimiento en las encuestas.
Hoy, durante todo el día, los reportes periodísticos estarán enfocados en las imágenes de los centros de voto, de las que podrán inferirse los niveles de participación, que pueden volcar el resultado hacia uno u otro lado. Si se ve mucha gente acudiendo a las urnas en zonas más diversas y cosmopolitas, donde viven minorías y personas con educación avanzada, será una señal tranquilizadora para los demócratas. Líneas largas para votar en zonas rurales o suburbanas con población mayoritariamente blanca indicarán una mejor perspectiva para los republicanos. Habrá que estar atento a si hay denuncias sobre maniobras intimidatorias para evitar que negros y latinos emitan su voto, particularmente en zonas aisladas de estados con historial de segregación, donde grupos racistas y supremacistas muchas veces merodean las sedes de la votación para dificultar el acceso de las minorías a las urnas.
En un país con cuatro husos horarios diferentes, en los que cada estado decide desde y hasta qué hora estarán abiertos los centros de votación y con algunos distritos donde conviven dos zonas horarias distintas, el cierre de las urnas será escalonado y se estirará durante cinco horas, desde las siete de la tarde (las nueve de Argentina), cuando concluya el trámite en Virginia, Carolina del Sur, Georgia, Indiana, Kentucky y Vermont, hasta la una de la mañana, cuando Alaska sea el último rincón del país en dar por concluida la elección. Para ese entonces, ya debería saberse el nombre del próximo presidente de los Estados Unidos, aunque en el caso de que el comicio resulte parejo y uno o más estados clave se definan por pocos votos el conteo final podría extenderse hasta bien tarde (o temprano) en la madrugada.
A las siete y media cierran Carolina del Norte y Ohio, y con los primeros datos de esos distritos podrá empezar a verse qué contorno tendrá el escrutinio. Media hora más tarde los siguen una docena de estados entre los que se destacan Florida, Pennsylvania y Nuevo Hampshire. Una ventaja importante de Clinton en cualquiera de esos cinco distritos puede significar un game over temprano. Carreras cerradas o buenos resultados para Trump serán síntomas de que habrá suspenso y una noche larga por delante. A las nueve de la noche (siempre según la hora del este) se termina de votar en Colorado y los estados del “cinturón del óxido”, que tienden a elegir demócrata pero en una buena noche de Trump podrían caer para el otro lado. También veremos a partir de esa hora si Clinton puede dar el golpe en Arizona y Texas, dos distritos tradicionalmente republicanos en los que la creciente población latina, si se manifiesta en números record, podría volcar la elección.
A la diez cierra Utah, y veremos si el independiente Evan McMullin, que mide muy bien en las encuestas, se transforma en el primer candidato por afuera de los partidos tradicionales en ganar un estado desde 1968. Además, tendremos los resultados de Nevada (parejo en las últimas encuestas) y de Iowa (que hace cuatro años se llevó Obama, pero hoy tiene a Trump como favorito). Esas serán las últimas incógnitas a revelar, ya que luego, a las once, cierran los distritos de la costa oeste (California, Oregon, Washington, Idaho y Hawaii), todos firmes en la columna demócrata; y a la una de la mañana Alaska, que, si no ocurre ninguna sorpresa mayor, caerá del lado de los republicanos.
La ciudad de Nueva York fue elegida por los dos candidatos para establecer sus headquarters, donde esperarán esta noche que lleguen los datos. Unas pocas cuadras separan el Javits Center, donde tendrá su comando la candidata demócrata, del hotel Hilton que eligió el magnate republicano para hacer su “fiesta” de la noche de la elección. Además, se espera que las calles de Manhattan se llenen de simpatizantes de una y otro, turistas y curiosos que viajaron desde distintos puntos del país y del mundo para presenciar el espectáculo. Como es tradición, el Empire State irá mostrando, con un juego de luces y proyecciones, los resultados a medida que llegan, mientras que son muchos los bares con promociones para saciar la sed y la ansiedad de los transeúntes que quieran refugiarse bajo techo del frío del otoño neoyorquino. Allí, todos los televisores sintonizarán alguna de las grandes cadenas de noticias, y los parroquianos seguirán el devenir de la velada como si se tratara del SuperBowl o de las Series Mundiales. Gane quien gane, una avalancha de banderitas azules, rojas y blancas tomará por asalto las avenidas para celebrar. A menos que el suspenso estire la definición hasta mañana, o incluso más allá.
Fuente: pagina12.com.ar