Las lágrimas abundan entre banderas blancas que ondean ante un cielo azul en todas las capitales de Colombia. En el campo, la zona más afectada por décadas de olvido y confrontación armada, también alzan la mirada y lloran de emoción. Cesó la horrible noche. Así lo dice Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, en medio de 2500 invitados entre ellos jefes de Estado de 16 países al caer la noche frente al mar de Cartagena: gobierno y FARC firmaron el acuerdo logrado durante cuatro años de negociaciones en La Habana y gracias al cual, en adelante, los hasta hoy insurgentes ilegales se comprometen a luchar por el poder sin armas y aportar a la verdad. El Estado, entre tanto, les da la bienvenida a la democracia y promete protegerlos para que, ya sin fusiles, puedan continuar con vida y garantías para aspirar al poder. Ambos se comprometen a reparar a las víctimas y éstas, que han entregado sus hijos, esposos, amigos, tierras, sueños y amigos durante más de medio siglo de guerra, se toman de la mano bajo las nubes blancas del Caribe que, como en los relatos de García Márquez, ofrece una tarde de magia que muchos pensaron no iban vivir.
Parece mentira. Parece mentira. Repite una Madre de la Candelaria en una calle de Medellín donde, desde el medio día, empezaron a congregarse cientos de personas animadas a estar juntos para el acontecimiento más importante de sus vidas. A las cinco de la tarde, el anuncio del fin de la guerra sorprende a doña María bajándose de un bus que la trae de la universidad. Pasa los sesenta años y en su afán de encontrar sus seres amados desaparecidos comenzó a estudiar investigación criminal. “Pero llegué, mija, alcancé, con esfuerzo como siempre, pero aquí estamos, qué cosa tan increíble”, cuenta la mujer asomándose a la multitud para hallar sus compañeras de lucha que, inspiradas en Madres de Plaza de Mayo, comenzaron a salir cada semana a exigir liberación de secuestrados y búsqueda de desaparecidos.
Así, pero en Bogotá, Cali y otras ciudades lo hizo por ejemplo la hija del general Luis Mendieta, policía quien vivió 14 años en poder de las FARC y hoy apoya los acuerdos de La Habana. También Angela Giraldo. Vestida de tonos claros como los miles de invitados al acto protocolario en Cartagena, doña Angela formó parte de las víctimas presentes. Unidas, como desde que viajaron en el primero de cinco grupos a Cuba, estaban las sesenta víctimas que representaron a siete millones de éstas en el Proceso de Paz. Angela, quien perdió a su hermano secuestrado a manos de las FARC, se abraza a Leider, sobreviviente de la masacre de Bojayá, donde esa misma guerrilla terminó con la vida de un centenar de inocentes. También están quienes perdieron a sus hermanos, como Nydia Erika Bautista, a manos del Estado, o en las ejecuciones extrajudiciales del Ejército nacional. Y en esa misma fila de sillas aguardan además las víctimas de violencia sexual paramilitar, o aquellos quienes buscan el cuerpo de un ser desaparecido. La emoción desborda cuando las Farc les piden perdón.
En Cartagena y en cada calle de Colombia donde frente a pantallas los ciudadanos son testigos del fin del conflicto con la guerrilla más antigua y poderosa del continente, aplauden y gritan bravo cuando, tras imprimir su firma al final del Acuerdo, el comandante Timochenko habla de perdón. Así lo esperaban sus compatriotas desde que iniciaron los Diálogos instalados en 2012 en Oslo.
“En nombre de las FARC-EP ofrezco sinceramente perdón a todas las víctimas del conflicto por todo el daño y el dolor que hemos podido causar”, pronunció el jefe de las FARC en un discurso que además invitó a dejar atrás los odios, luchar contra la pobreza, mejorar el sistema de salud.
Para Angela, quien hoy más que nunca recuerda la bondad y deseos de trabajar por un país más justo de su hermano Francisco Giraldo, las palabras de Timochenko fueron muy importantes. “Cuando se pide perdón, se reconoce el dolor y además hacés el compromiso de no repetición, eso es muy importante”, le dice la mujer a Página/12 desde Cartagena en medio del júbilo de todos los presentes, que también, como Ban Ki-moon, ven un rayo de luz en esta firma de paz. El secretario general de las Naciones Unidas llegó ayer a Colombia para unirse al más grande evento protocolario y humano en la historia de este país, que durante 50 años ha producido 220 mil muertos, 5 millones de desplazados y 35 mil desaparecidos.
“Hoy los colombianos les dicen adiós a décadas de llamas y están enviando una luz brillante de esperanza que ilumina a todo el mundo”, dijo Ban Ki-moon. Animó a las partes a que “permanezcan fuertemente comprometidas con la implementación de los acuerdos tal y como están redactados” e invitó a jóvenes, mujeres, comunidades afro y al sector privado a sumarse. Ban detalló que el organismo seguirá prestando ayuda en el proceso del posconflicto, con el fin de “solucionar los problemas de derechos humanos que todavía persisten”.
Para Angela, las palabras de Ban son trascendentales. Sin ocultar la emoción por lo que se pactó finalmente ayer en Cartagena y que incluye transformación en torno a tierras, cultivos de uso ilícito, justicia, dejación de armas y participación política, la señora concluyó a esta diario que lo que sigue es manos a la obra. “Nos toca aportar muchísimo de aquí en adelante, pero este es el inicio, un gran inicio”, señala.
El inicio de la era política, lejos de la militar, de parte de la guerrilla de las FARC es más que una buena noticia para colombianos como Angela quienes siguen viviendo la ausencia de los amores que la guerra se tragó. “Que nadie dude de que vamos hacia la política sin armas, preparémonos todos para desarmar las mentes y los corazones”, agregó Timochenko en sus palabras, a las que añadió que no quería más bombardeos cuando las Fuerza Aérea realizó honores en el aire dejando sonar explosivos.
Mientras tanto, en los Llanos del Yarí unos dos mil guerrilleros observaron en pantallas gigantes el evento de Cartagena y las palabras de su comandante. Allí se realizó la semana pasada la X Conferencia de esa guerrilla, lo que fue su último congreso antes de despedir las armas y en el cual delegados de todos los bloques aprobaron por unanimidad los acuerdos de paz de La Habana. Los noticiarios nacionales pudieron mostrar al país como los rebeldes se abrazaron a los civiles, a la prensa y hasta a víctimas presentes en el Yarí, logrando conmover a quienes, como Carol Gil, ven en este acuerdo la esperanza de un futuro mejor.
“Enemigos abrazándose, víctimas perdonando y victimarios pidiendo perdón… Colombia celebrando… Por todos aquellos que hicieron parte de esta guerra que siempre serán recordados, que grato homenaje… Por la vida que se enciende… Me alegra la Colombia que alcanzaré a ver… Hoy lloro… Pero lloro por que se me hincha el corazón de emoción de podernos abrazar… Dios nos llene de amor y sabiduría”, dice la joven de 27 años sumando voces a favor del SÍ en el plebiscito que, el próximo domingo 2 de octubre, refrendará los acuerdos ahora entre todos los colombianos habilitados para votar.
Fuente: pagina12.com.ar