Argentina, país balneario: los asuntos de la inasible “opinión pública” van y vienen, pero siempre por olas y con la potencia informativa dictando el ritmo de las mareas. Ahora, la inseguridad. Medios que brindan gran espacio a la temática policial –y que, incluso, tienen una sección fija llamada “Seguridad”- nos dicen que “la gente” vuelve a tener como principal preocupación la ola de delitos. “Los índices de apoyo a la pena de muerte, en alza”, completan ciertos titulares.
Con ese escenario (alimentado en la previa por otra oleada, la de los –mal llamados- justicieros), se genera un clima que promueve –si no apaña- que el fin justifique los métodos, acepción oficial del “el que mata tiene que morir” pero esta vez no de señoras de la televisión sino de policías, funcionarios del Estado. Con diferencias de estilo y método, claro, pero siempre bajo un parámetro inequívoco: la “gente” pide seguridad, démosle algo parecido o hagamos algo que les haga creer que estamos en acción.
Pomposos “operativos de saturación” en la villa 31 de Retiro habían puesto preso –sin causa y, obviamente, sin cobertura mediática- a Rodrigo Prieto, paraguayo, de 22 años, que pasó largos días en la cárcel de Villa Devoto solo para cumplir con la lógica de la puesta en escena: operativos sin detenidos no es operativo. Necesitaban “número”, fue Rodrigo, por portación de cara, liberado por la activa participación de su barrio y un grupo de sacerdotes “villeros”.
Tras una oleada de episodios delictivos muy graves en Lanús se decidió idéntica “saturación”. Repito: operativo sin “presas” que cazar y mostrar no es operativo. Acaso por eso policías bonaerenses interceptaron a Maximiliano Orellana cuando acaba de dejar a uno de sus tres hijos en el jardín de infantes. El albañil, de 36 años, iba a buscar una puerta para la obra donde estaba trabajando. Los uniformados lo detuvieron por “averiguación de antecedentes”. Vecinos le gritaban a los agentes “¡no le peguen más!”, mientras el trabajador gritaba “¡yo no hice nada!”. Fue a las 17.30 horas del 16 de setiembre cuando al menos un testigo vio ingresar a Orellana esposado a la comisaría 5ta. de Villa Diamante. Otros testigos vieron a policías sacar de la dependencia a un cuerpo “en peso muerto” un par de horas después. A las 20 horas, la Unidad de Primeros Auxilios de Villa Diamante certificó el ingreso del cuerpo sin vida de Orellana. Mientras los familiares de la víctima iban a la salita a averiguar algo, un patrullero llegó a “tomar prestada” la historia clínica del fallecido. No se la dieron. “Se descompuso”, fue la explicación de los policías. Fotografías del cuerpo con numerosas hematomas y signos de golpes desmentirían la versión oficial.
El episodio se encuentra en plena etapa investigativa. Iara, huérfana de padre como sus dos hermanitos, dijo todo lo que tenía que decir en una protesta frente a la comisaría: “Justicia para mi papá, te amo”. Los familiares del albañil aseguran que el intendente de Lanús, Néstor Grindetti los destrató. “Me dijo que lo llamara por cualquier cosa y cuando sea a su celular personal, pero cuando disqué, el número no correspondía a un abonado en servicio”, comenta Cecilia, cuñada de Orellana. El viejo truco…
Merced al silencioso y valiente trabajo de Mariana Escalada, periodista del sitio El Disenso, el caso empezó a tomar forma en las redes sociales. Ahora Infonews replica la noticia. El peor pecado es no contar. Y porque no debiera haber vidas y vidas, tampoco debe haber muertes y muertes. Estamos viendo cada vez más requisas, cada vez más pedidos de documentos, cada vez más vendedores ambulantes esposados, cada vez más uniformados en actitud intimidante. Esa es la ola. Cuando nos tape el agua va a ser tarde.
Fuente: infonews.com