Aunque el Gobierno nacional continúa apelando a la llegada de una recuperación, la recesión económica sigue afectando fuertemente a la actividad industrial en nuestro país. En ese sentido, informes detallan que la actividad ha caído un 5,8% en términos interanuales y acumula una baja del 12,8% en lo que va del año. El último dato de julio muestra un repunte del 12,8% respecto de junio, lo que significa una mejoría pero sin cortar con la incertidumbre que atraviesa el sector.
José Ignacio de Mendiguren fue secretario de Industria y Desarrollo Productivo el último año de mandato del Gobierno de Alberto Fernández, así como también ministro de Producción en 2002, diputado nacional y presidente de la Unión Industrial. En comunicación con Radio Urbana, destacó que «más allá de los datos coyunturales, lo importante es la estrategia de un país, hacia dónde va. ¿El objetivo es el equilibrio fiscal o un país desarrollado? Ya hemos tenido experiencias donde se ha intentado estabilizar la macro mediante el ajuste, y está demostrado que esto no sale. Cuando cae el nivel de actividad, cae el empleo y el nivel de recaudación porque hay menos actividad. Finalmente, no conseguís el objetivo del equilibrio fiscal justamente porque cae la actividad, y por ello terminan tomando medidas que atacan la producción local».
«Es una vieja historia argentina: Cuando retrasas el tipo de cambio y subís la tasa de interés, abrís la economía ingenuamente y eso atenta contra el gran ingreso de la Argentina que es la producción. Sin crecimiento económico no hay salida» José Ignacio de Mendiguren.
En ese sentido, el industrial aseguró que «el problema más serio de la Argentina es de ingresos, no solo de gastos. La estructura productiva es la que nos lleva a la crisis recurrentes, tenemos una economía primarizada como en el siglo XIX. El 85% del trigo exportado se hace a granel, a $210 dólares la tonelada. Si a eso lo transformas en harina o en productos elaborados, te vas a $2100 dólares la tonelada. Hoy la Argentina alimenta a los animales del mundo, no a las personas. Si no se cambia esta matriz para agregarle valor a nuestra producción, lo que se haga en el país nunca va a alcanzar para pagar ni 3/4 de los gastos. Argentina exporta a US$ 400 la tonelada promedio e importa a US$ 1.600. Vendemos lo que vale poco y compramos lo que vale mucho».
En ese sentido, de Mendiguren propuso que «en vez de trigo, hay que exportar harina o fideos; ahí entran hasta US$ 2.500, y ahí tenés los ingresos para sacar las retenciones como pide el campo. ¿Por qué no se ataca? Porque el mundo desarrollado ve a la Argentina como proveedora de materias primas y recursos naturales. Quieren el trigo para hacer los fideos ellos, quieren la soja y maíz para alimentar a sus animales. Este modelo primarizado lo quieren llevar al gas, petróleo, litio, cobre, etc. Exportar litio en vez de baterías es inviable. Si esto no se resuelve como tema central del debate argentino, seguiremos ajustando y el déficit seguirá existiendo. Hoy no hay una mentalidad productiva».