n álbum de fotos del arca de los sobrevivientes. La Casa del Chaco se abrió ayer al atardecer para cobijar a la tropa más numerosa del peronismo que luego del fin de la era K y la entronización de Mauricio Macri retuvo poder territorial, el Dios que venera la política y es el oxígeno del peronismo de todos los tiempos.
Cinco gobernadores, una decena de alcaldes bonaerenses y un puñado de caciques legislativos armaron, por primera vez tras el cataclismo de octubre/noviembre 2015, un scrum peronista para hacer valer el peso de los que tiene poder palpable: un pedazo del mapa, cargos, gestión y presupuestos.
Un consorcio de terratenientes PJ que tiene enlaces en los congresos y apuesta a una renovación cuya matriz sean los resultados de 2015: los que ganaron territorios conducen, los que perdieron acompañan, como indica una de las verdades peronistas. Algunos, como Juan Manuel Urtubey (Salta) y Sergio Uñac (San Juan), no estuvieron por temas de agenda. Otros, como Alicia Kirchner, no fueron invitados. El tucumano Juan Manzur, que durante 6 años y medio fue ministro de Cristina de Kirchner, no apareció. El misionero Hugo Passalacqua, otro al que se anunciaba, se bajó. Ambos ya superaron el estadio de gobernadores Macri-friendly.
Estuvieron, sí, Domingo Peppo, anfitrión, el entrerriano Gustavo Bordet, la fueguina Rosana Bertone, el riojano Sergio Casas y el pampeano Carlos Verna, veterano de otras renovaciones: protagonizó la de 1987, cuando ganó la intendencia de General Pico.
Neocafierismo
Fue, antes que nada, una juntada de semblanteo, ya que muchos de los coroneles jamás habían cruzado palabra, porque en tiempos K la centralidad, cierta comodidad y algunos temores hicieron que no se armen redes nacionales de dirigentes. El propio PJ estuvo, de hecho, en hibernación.
Porque están todavía en gestación, esa segunda (tercera) renovación peronista produce un relato curioso: «No es contra nadie», es su mandamiento público para evitar que los acusen de ser un polo para dinamitar a Macri pero, a la vez, para que tampoco se dé por hecho que desprecian a lo que queda del FpV kirchnerista.
En ese sendero finito tratan de andar los intendentes neocafieristas que organizaron el acto del 6 de septiembre para recordar el triunfo renovador de 1987: Gabriel Katopodis (San Martín), Juan Zabaleta (Hurlingham), Martín Insaurralde (Lomas), Mariano Cascallares (Brown), Juan Pablo de Jesús (la Costa), Eduardo Bali Bucca (Bolívar) y Fernando Gray (Echeverría).
El grupo milita, como los gobernadores, la idea de la gobernabilidad como una especie de autodefensa. «Que quede claro que ninguno de nosotros va a ser la pata peronista del PRO, pero queremos que al Gobierno le vaya bien», dijo Insaurralde. Gray aportó otra mirada: planteó un alerta sobre la crisis económica y puso en foco la situación del conurbano hacia fin de año. «Estemos atentos porque la crisis está pegando», preocupó a los gobernadores.
Miguel Ángel Pichetto -que llegó tarde porque venía de un acto en el PJ con José Luis Gioja- metió el tema político: «Tenemos que hablar con todos. Yo estuve con Massa y hay que sumar a los movimientos sociales, el Evita es peronista», dijo para proponer un acuerdo legislativo amplio: «Si no, nos llevan puestos», le puso pimienta a la tarde.
Oscar Romero, de SMATA y jefe del Bloque Justicialista (BJ), pidió sumar a los gremios. Cruzó, además, otra idea: ese bloque, que reúne a los delegados de los gobernadores, no sirve para construir una alianza más grande en el Congreso en la que, entienden, debe participar el FpV. «Ninguno de los que estuvimos ahí quiere la conducción de Cristina, pero no podemos tirar por la ventana a los dirigentes y militantes del FpV», explicó un alcalde. De ahí la idea del diálogo abierto y de tender puentes.
Fuente: ambito.com