La inflación volverá a acelerarse en julio. Así lo pronostican las consultoras privadas, que advierten que por diversos factores el Índice de Precios al Consumidor (IPC) subirá este mes en torno al 7%. Y los alimentos, en ese escenario, no son la excepción. Según distintos relevamientos, en las primeras dos semanas el rubro ya trepó 4% y, proyectado a lo que resta de julio, estiman incrementos con un piso del 6%. Se trataría de un dato sensiblemente mayor al registrado en junio, cuando esta división trepó 4,6% y tuvo la mayor incidencia en el IPC general que resultó con un alza de 5,3%.
La consultora Ecolatina brindó un primer pantallazo de lo que ocurrió en la primera mitad del mes: el IPC GBA que realiza la firma trepó 7,9% en la primera quincena de julio respecto al mismo periodo del mes anterior. “La aceleración de más de 2 p.p. se dio en un contexto de elevada volatilidad financiera que implicó subas en los dólares paralelos. Por este motivo, y en conjunto con ciertas restricciones a las importaciones impuestas al cierre de junio, la elevada incertidumbre sobre los costos de reposición fue un factor que influyó en la fijación de precios”, destacó el informe.
«Si evaluamos estos valores con respeto a lo que se podía adquirir la pérdida de poder adquisitivo es evidente», analizó el economista, Santiago Manoukian.
La consultora relevó con datos: el consumo en restoranes está marcando cifras récord, por encima incluso de los que registraba en 2015, antes de las grandes crisis económicas del país.
Para Manoukian, «la percepción de los restaurantes llenos no es nueva, pero cuando se ven los datos de CABA muestran niveles de ventas superiores a la prepandemia y también al 2015».
Asimismo, insistió en que este fenómeno no se da solo en la recreación, «gastronomía, turismo interno y entretenimiento, también en venta de bienes durables, como electrodomésticos, en enero – mayo se vendieron casi el 24% más de unidades que el año pasado».
Ante la falta de ahorro de moneda te lleva a acceder a bienes durables como resguardo. «Creemos que no solo responde a incentivos económicos, vemos el consumo de revancha, tiene que ver con sostener un argumento de consumo que durante mucho tiempo estuvo postergado por la pandemia».
«En primer lugar hay factores económicos porque hay divergencia entre quienes están cubiertos por paritarias y quienes no. En 2018 con los impactos cambiarios influyeron en la inflación, este año también, pero los salarios acompañaron el proceso inflacionario, el gobierno convalidó unas paritarias que empezaron con el 40% y cerraron al 60%», señaló.
Parte de la población fue cubierta por paritarias y no sufrió tanto la caída del poder adquisitivo.
A su vez, afirmó que el principal objetivo del gobierno es «evitar el estallido social y evadir el salto del tipo de cambio de manera brusca».
Por eso, lo más dramático en este contexto seria soltar el tipo de cambio: «Generaría una fuerte aceleración de la inflación, come los salarios, eso afecta la actividad económica, se retroalimenta y genera una gran recesión económica».
«Si no se controla mejor el tipo de cambio la palabra hiperinflación se va a empezar a escuchar mucho, hay una carrera nominal, todo empieza a subir, eso generaría un estallido social distinto al del 2001 porque no hay gente con depósitos confiscados y el regimen era muy distinto, pero si en la calle te encontrarías con una situación frágil», opinó el economista integrante de Ecolatina, y fundamentó que el principal problema de esta crisis es más político que económico.
Para cerrar, explicó: «Recientemente se produjeron 3 shocks que volvieron a desanclar con las expectativas y a inducir remarcaciones de precios: la crisis de la deuda en pesos, con el BCRA saliendo a emitir sustancialmente para contener el precio de los instrumentos; las fuertes restricciones a las importaciones, que generan interrogantes y ajustes por cobertura; y finalmente la salida de Martín Guzmán, que exacerbó la incertidumbre vigente».