La pandemia COVID-19, ha impactado sobre la salud en general y particularmente en la salud mental de las personas. Esto se ha dado a través de múltiples mecanismos simultáneos, cuyo impacto y alcance es todavía difícil de calcular. La única certeza con la que contamos es que se abre un quiebre en el antes y el después de estos tiempos y que las respuestas a la demanda en salud mental necesitan ser eficaces y directas.
«En un principio estaba la expectativa de que termine esto para volver a la vida como la conocíamos, pero tomamos conciencia de que la vida tal como la conocíamos no va a retornar, tenemos que adoptar medidas de cuidado y manejarnos en lo social con estas conductas. Las personas que tienen más plasticidad y tienen más adaptación a los cambios hacen un proceso más tranquilo que aquellas personas que siguen aferradas a esa vida anterior a la pandemia», planteó la licenciada Alba Picardi (MP 490), titular del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires.
Picardi puntualizó que el encierro trae aparejado síntomas de ansiedad, tristeza y angustia en personas solitarias.
«Hubo gente que a la dificultad que ya tenia para socializar se le ha sumado la situación de aislamiento y los pocos recursos para relacionarse con otros. Nosotros trabajamos en estos casos dando herramientas para que pueda haber una inserción y que la persona no pierda el contacto que ya había logrado, otras que lo tendrán que reconstituir de cero. Sin dudas son quienes más lo padecen pero no surge esto de la pandemia, si no que es previo».
«Como toda crisis va a dejar una huella, pero no es lo mismo una persona que tuvo que aislarse sin perdidas significativas a quienes han tenido perdidas de salud, familiares o trabajo».
La sobreinformación, la aparición constante de nuevas variantes, la incertidumbre de la economía, todo agobia y preocupa. No sólo existió un 2020 en cuarentena, sino que 2021 deja entrever que las restricciones no serán la excepción, y eso afecta, de una manera u otra, la salud mental de las personas.
«A nivel de lo comunitario planteamos como se fortalecen las redes de cuidados para que la salida demuestre a la larga que estamos más comprometidos con el bien común», remarcó la psicóloga Alba Picardi.
Con relación al impacto en los niños, la especialista señaló que se producen complicaciones en sus conductas porque de pronto «cambian las rutinas que tenían establecidas y el contacto cercano que tenían con sus compañeros», más allá del empleo de la tecnología como herramienta para continuar los vínculos sociales.
El confinamiento, ya sea voluntario como obligatorio, ha generado cambios abruptos en los hábitos diarios. La eliminación del espacio social más vital, más democrático y más importante de nuestras vidas como es la calle, significó para muchos perder el único espacio e integración al mundo.
«Si notan que persisten los síntomas de angustia y ansiedad que no pueden lograr salidas a la calle por supuesto hay que consultar con un profesional porque tal vez necesite ayuda. Pero hay que darse la posibilidad de construir nuevas cotidianidades, podemos generar otro tipo de contactos y de interacción con lo social, no hay que estar a la espera de lo de antes y lo que va a venir. Hay que estar en el día a día conectando con lo que me gusta y abiertos a la vida social», finalizó.