El Ministerio de Salud abandonó el control de vectores y eliminó programas territoriales que permitían trabajar en prevención, señalaron los especialistas en diálogo con Página/12. Cómo impacta el riesgo de la “circulación urbana”.
“Hasta ahora en Argentina contamos con la suerte de que no haya entrado el virus de la fiebre amarilla, porque si ingresa actualmente existen todas las condiciones para su propagación y una epidemia incontrolable”, aseguraron los especialistas en salud pública de la Fundación Soberanía Sanitaria Daniel Gollan, ex ministro de Salud de la Nación, y el brasilero Enio García, magister en Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires, en diálogo con PáginaI12. Los expertos analizaron la situación del país en relación a la fiebre amarilla y a otras enfermedades como el dengue, el zika y el chikungunya, que son transmitidas por el mismo mosquito, y advirtieron que el abandono en el control de vectores por parte del gobierno de Cambiemos y la eliminación de programas territoriales de salud dejaron al país en una situación de alto riesgo.
“Lo que se nota en Argentina es que el Ministerio de Salud de la Nación abandonó una serie de programas que podrían contribuir en esta oportunidad a bajar el riesgo de fiebre amarilla, y habían contribuido fuertemente años atrás en prevenir enfermedades de este tipo, como el dengue o el zika”, indicó Gollan. El sanistarista apuntó que, sumado a esto, “se disminuyeron los fondos que estaban destinados a proteger la zona norte del país, lo que se llamaba Escudo Norte; Misiones, Formosa, Salta, Jujuy, de donde prioritariamente venían y descendían las epidemias de dengue, posteriormente chikungunya, y ahora puede ocurrir con la fiebre amarilla. Esto se desmanteló; se dejaron de enviar estos fondos, que en 2015 eran 99 millones de pesos”.
–¿Cómo es la situación actual en Brasil respecto a la fiebre amarilla, y qué riesgos hay de que el virus llegue a Argentina?
E.G.: –El de la fiebre amarilla en Brasil es un tema endémico, propio del país, porque el virus está presente en las zonas de selvas, de bosques, y es natural de esas zonas. Por este motivo, las personas que se acercan a esas zonas siempre está en peligro de contaminación. Desde la década del 40 en Brasil no ocurre lo que se llama ‘circulación urbana’ del virus, que es cuando sale de la zona de selva y genera contagio en las zonas urbanas a través del mosquito Aedes aegypti, la especie que vive en las ciudades (la especie de mosquito que vive en la selva es otra). Si llega a pasar eso, la situación se vuelve muy grave porque probablemente se genere una epidemia. Por el momento, desde que empezaron los casos en 2016, no se registraron contagios de Aedes. En Argentina este mosquito también está presente y muy propagado en zonas urbanas; es el mismo vector que transmite el dengue, el chikungunya, el zika. Por eso es fundamental controlar y eliminar estos vectores.
–¿La situación en Brasil empeoró este año?
E.G.: –No. Este año en Brasil hubo menos casos que el año pasado, el año pasado fue más grave. El problema con la fiebre amarilla es que tiene una alta tasa de mortalidad. Un 60 por ciento de las personas que entran en contacto con el virus no presenta ningún problema; el otro 40 por ciento sí desarrolla la enfermedad. De ese porcentaje, en promedio, la mitad muere. Es por eso que, aún con pocos infectados, desde julio hasta ahora hubo 21 muertos. Eso, obviamente, es bastante alarmante en Brasil; el número de muertos es lo que despertó la preocupación en la población. Pero no se está hablando de brote todavía porque bajó el número de casos respecto al año pasado.
–Distinto sería el caso de que haya “circulación urbana”, como mencionó antes.
E.G.: –Sí. En el caso de Brasil, si se llega a contagiar el virus a través del Aedes sería una catástrofe, y en el caso Argentina también, porque en los últimos años se ha desarmado la dirección de control vectorial del Ministerio de Desarrollo de la Nación y se bajaron también muchos de los programas territoriales del Ministerio de Salud que ayudaban en el control de los vectores, estimulaban la presencia y financiaban la presencia de promotores de salud, más que nada en los barrios del conurbano bonaerense.
Estos controles, junto con la vacunación, son la medida más efectiva para el control de estas enfermedades. Protegería de virus como dengue, zika, chikungunya, de las cuales en este momento no se habla tanto, pero son muy peligrosas y el riesgo de un brote en Argentina es alto por la falta de control de vectores y la cantidad de mosquitos que hay en todo el país.
–¿Qué importancia tiene, en este contexto, la campaña de vacunación?
E.G.: –Es muy importante que este año el Ministerio de Salud haya recomendado la vacunación a las personas que viajan a zonas de riesgo. Pero la recomendación llegó tarde. En esta misma época del año pasado ya habían aparecido los casos de fiebre amarilla en Brasil y eso tendría que haber sido una alerta para el gobierno argentino, sabiendo que Brasil es un destino turístico importante. Las autoridades podrían haber previsto esta situación y empezar a alertar antes, impulsar campañas de vacunación durante el año. Recomendar la vacuna es un cambio que a mí me parece importante, pero quedó en eso. Una vez que ingresa el virus, el mosquito que lo propaga está acá y no hay ningún control. Son enfermedades, además, que no tienen tratamiento, más allá de que para la fiebre amarilla exista la vacuna. Estamos con la suerte de que el clima viene ayudando y que parece que no hay introducción del virus, ni del dengue ni de fiebre amarilla, porque sino tendríamos seguramente una epidemia incontrolable.
–¿Cuáles son, o eran, los principales programas de salud que apuntaban al control de estas enfermedades?
D. G.: – Había un programa específico de prevención de dengue, chikungunya y zika, que fue desarmado por el gobierno de Cambiemos. El programa contaba con 627 personas, promotores capacitados para actuar territorialmente, sobre todo en las zonas más vulnerables y comprometidas con la circulación de estos virus. Estos agentes recorrían manzana por manzana, hacían publicidad, repartían folletería, hablaban con la población, retiraban los cacharros con agua estancada, capacitaban a las fuerzas de seguridad y de la sociedad civil que actuaban permanentemente las tareas de prevención. La prevención de este tipo de enfermedades consiste, básicamente, en eliminar el vector.
–¿El trabajo más efectivo para casos como éste es el territorial?
D.G.: – Definitivamente. El Ministerio de Salud ahora sólo impulsa campañas informativas, que son útiles, pero llegan a muy pocas personas. Es una perspectiva de trabajo individualista, que cree que las personas se tienen que hacer cargo individualmente de mantener los lugares limpios. Para nosotros no es así. Nosotros creemos que el Estado tiene que salir a la calle, tiene que estar presente con políticas públicas, en particular en los lugares más vulnerables. Un programa que tenía esta lógica era el de Médicos Comunitarios, que se está desmantelando en un promedio de un 25 por ciento anual. En los últimos dos años ya lleva perdidos más de la mitad de los trabajadores que estaban en los territorios haciendo prevención y promoción a todo nivel, en la prevención temprana de la enfermedad y la eliminación del mosquito. Vemos que las tareas de prevención que propone el gobierno siempre se impulsan después de que suceden los acontecimientos, con una enorme improvisación, como se ve en estos días con el tema del requerimiento masivo de vacunas de los viajantes a Brasil. Esto producto de una imprevisión total; no se trabajó en campañas sobre el tema ni en 2016 ni en 2017.
–Más allá del trabajo en los barrios, ¿no existen programas más amplios de control de estas enfermedades?
D. G.: –Se debilitó fuertemente toda la estrategia que se desarrollaba a partir de un centro en Córdoba y que articulaba más de 28 centros centinelas en todo el país para hacer un monitoreo permanente de cómo estaba la cuestión del desarrollo del vector, del mosquito, para ver cómo evolucionaba. La flota de vehículos y de aparatos de fumigación no se mantuvo, quedaron muchísimos sin uso. Todo esto es parte de la improvisación de la gestión, lo cual creemos es por una política buscada de achicamiento de presupuestos y subejecución. Con las epidemias nunca se sabe exactamente lo que puede ocurrir, por eso el trabajo siempre es de prevención. En este momento están todas las condiciones dadas para que la llegada del virus provoque un brote crítico, por la falta de control de vectores en todo el país.
Informe: Juan Funes.
Fuente: pagina12.com.ar