«Acá verán recuerdos de todos los presidentes, con seriedad, con ecuanimidad, respetando la diversidad.» Las palabras son del propio presidente Mauricio Macri al reinaugurar el Museo de la Casa Rosada en junio de 2016. Según parece, blanquear a dictadores es un modo PRO de «respetar la diversidad». Así queda reflejado en la muestra permanente con las últimas incorporaciones que se hicieron a fines de 2017 en donde se puede ver en una vitrina especial objetos del «Presidente» Pedro Eugenio Aramburu, sin que se mencione en ningún lugar de qué manera llegó dicho personaje a ocupar el sillón de Rivadavia. Ni bombardeo, ni Revolución Libertadora, esos dos conceptos no figuran de manera escrita en ninguna parte del recorrido.
Para el gobierno de Cambiemos, Aramburu —el hombre que llegó a ocupar la primera magistratura tras un sangriento golpe militar— no necesita esa aclaración. Es curioso porque la vitrina central en la que se encuentra una boina, un llavero, un reloj y la foto en la que se realiza el traspaso de mando con Arturo Frondizi, son parte de un sector denominado «La República Condicionada, 1955-1983». También resulta llamativo la parte de ese período que se proyecta en un video permanentemente. Una voz en off relata que en 1955 «Las Fuerzas Armadas protagonizan un exitoso golpe de Estado», mientras que en la placa posterior se lee: «El Golpe de septiembre de 1955 abre un período de inestabilidad política y económica. La proscripción del peronismo da lugar a gobierno civiles débiles que son derrocados por golpes militares. Los reclamos sociales y la violencia política se acentúan: grupos de jóvenes deciden tomar las armas en nombre de la Revolución».
Los cambios en el museo fueron notificados a fines de 2017 a través de una comunicación donde las autoridades informaron que se incorporaría al «Presidente» Aramburu. El Museo Casa Rosada —ex Museo del Bicentenario—está bajo la órbita de Presidencia de la Nación.
No sólo los objetos del dictador Aramburu llaman la atención. En el espacio titulado «La república condicionada» se interpreta que todos los presidentes que figuran desde 1955 a 1983 tuvieron condicionado su período, ya sea porque ellos mismos dieron un golpe de Estado o porque se los daban. Si uno se posa frente a la nómina da lo mismo Eduardo Lonardi y Jorge Rafael Videla que Arturo Illia, Héctor Cámpora o Juan Domingo Perón. No se menciona quienes asumieron con armas y quienes con los votos.
El espacio dedicado al período más oscuro de la historia, la dictadura cívico-militar (por supuesto que la palabra cívico tampoco se menciona) también llama la atención. Es un sector pequeño, un tercio de pared —las reliquias de Aramburu ocupan más espacio— donde están colgados un pañuelo de Madres de Plaza de Mayo, una escultura sobre las Islas Malvinas y una foto de la asunción del dictador Lepoldo Galtieri con sus colegas Videla y Viola. En la imagen elegida —hay cientos para ilustrar esa época—, los tres represores se están riendo. Y como si esto fuera poco, en el epígrafe de la foto también se olvidan de mencionar la palabra «dictador». «Fotografía: El presidente Leopoldo Fortunato Galtieri (1981-1982), junto a los ex Presidentes de facto Jorge Rafael Videla (1976-1981) y Roberto Viola (1981-1981)». La «diversidad», está claro, no admite el uso de determinadas palabras.
En ningún lugar de ese sector—ni de todo el museo— aparece el número 30 mil. En ese mismo rincón hay una pecera que también es llamativa. Se puede ver un poema de María Ponce, una de las 30 mil desaparecidos, unos cascos que pertenecieron a soldados muertos en Malvinas y la nueva incorporación de esa vitrina: las medallas del Mundial de 1978. Las mismas son presentadas como una victoria de Argentina, sin mencionar tampoco la intención propagandista ni las circunstancias que rodearon aquella «gesta deportiva», según la denominación que le otorgó la dictadura.
Las nuevas piezas del museo encajan con la campaña por la «memoria completa» que alientan las agrupaciones ligadas al negacionismo y a los exégetas de la Teoría de los dos Demonios. Uno de ellos, el Celvyt, fue recibido por el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, en los albores de la gestión de Cambiemos.
Una nota publicada en el diario La Nación el 29 de junio de 2016 titulada «La deskirchnerización del Museo Casa Rosada», anticipaba que a partir del nuevo gobierno de Mauricio Macri el museo sería «plural, renovado y diverso». Las flamantes incorporaciones al museo evidencian que el oficialismo impulsa la reescritura de la historia de acuerdo a sus ideas.
Según explica a Tiempo Jorge Giles, guionista fundacional del Museo del Bicentenario junto a Norberto Galasso, «teníamos que componer un recorrido histórico respetando la arquitectura de esa vieja aduana. Un museo tiene que tener vida, debe sentirse representado e interpelado. Contra eso actúa el macrismo. En pocos lugares como el Museo Malvinas y el Bicentenario se ve con tanta crudeza y dolor esta confrontación de los dos procesos de la historia», explicó el periodista. Y agregó: «Lo que está haciendo el gobierno es deshistorizar la historia argentina, volver a ahuecarla, como siempre pretendió el mitrismo. Se jugaba una batalla cultural importante, ni bien acceden al gobierno se ponen a desmontar lo que era el recorrido del Museo del Bicentenario. Para ellos no son gobiernos de facto, son gobiernos del orden. Todo lo que pueda sublimar el concepto de la democracia, van a atacar: licuando la democracia y la dictadura, donde somos todos iguales. Es lo mismo Perón, Videla, Alfonsín. Eso es deshistorizar, sacarle el alma de la memoria al recorrido histórico de la Argentina. Nosotros hacíamos una fuerte condena al dictador”.
Cada gobierno construye su propio relato. Y una visita por el Museo de la Casa Rosada se convierte en el recorrido perfecto para entender cómo piensa Cambiemos el pasado, que es, en definitiva, el espejo para gobernar el presente. «
Fuente: tiempoar.com.ar