El cordobés reflexiona sobre el camino que lo llevó a ser el primer tenista argentino Nº1 del mundo, su pasión por el deporte y se corre del lugar de ejemplo. Además habla sobre los miedos de la discapacidad y cómo naturalizarla.
Gustavo Fernández empezó a jugar al tenis a los 6 años. Antes había probado con la natación, con el básquet, como su papá Gustavo (exjugador profesional y 5 veces campeón de la Liga Nacional) y su hermano Juan Manuel, también se metió a jugar al fútbol con sus amigos con el pecho apoyado en una patineta, todo le divertía. Gustavo nunca se quedaba quieto y el deporte era su pasión. Lo ayudaba a ser. Y ser, más allá de algunas tendencias de época que apuntan a lo contrario, es ser con otros, con familia, amigos y equipo. Ser con otros es, a cada momento, una experiencia transformadora. Hoy, a los 23 años, Gustavo Fernández es el número 1 mundial del tenis en silla de ruedas y derrumba el pensamiento simplista de creer que, como discapacitado, solo hizo deporte para salir adelante. Para el cordobés, el tenis no fue su terapia, él pudo desarrollarse completamente como persona más allá de la haber quedado parapléjico al año y medio por un infarto medular. “Hoy el tenis es mi profesión, pero el deporte siempre fue mi pasión y es lo que más disfruto hacer. Respiro, siento y vivo deporte, puro. Siempre va a ser así y siempre lo sentí de esa manera. El tenis me hizo madurar en un montón de cuestiones fuera de la cancha… pero nada que ver con la discapacidad, no en ese sentido. Mi discapacidad siempre la asumí: el deporte no fue mi forma de superarla pero sí fue una fuente de enseñanza en un montón de otros aspectos personales y fundamentales”, relata en su charla con Enganche.
Para entender su encumbrado presente profesional, nada mejor que hacerlo desde ese significado de raíz que tiene la palabra deporte para él. Porque, más allá de mugres viejas y de mugres nuevas, más allá de composiciones que no nos gustan y de descomposiciones persistentes, el deporte siempre late como una herramienta posible que modifica, da vuelta lo que sea necesario de dar vuelta y sostiene lo que haya que sostener. Para soñar mundos y para tratar de volverlos reales, y en esa búsqueda laboriosa, a Gustavo Fernández el tenis le ofreció una oportunidad tan maravillosa como terrenal: cumplir su sueño, el de ser el mejor del mundo y convertirse en el primer tenista argentino en la historia en alcanzar el primer puesto del ranking.
– En los momentos tensos de un partido has dicho que solés pensar que nada es imposible, ¿Qué te lleva a pensar de esa forma?
-Confiar en mis capacidades, confiar en mis deseos y en mis sueños. El hecho de tener los objetivos bien claros, por más que fueran difíciles y parecieran imposibles. Hay que seguir para adelante siempre por más de que haya situaciones complicadas, me ayudó ser muy determinado con lo que siempre quise, de lo que quería ser y de lo que quería lograr.
-Hace algunos años, durante un Abierto de Australia, te molestó que dijeran ‘no hay más argentinos’ cuando aún vos no habías jugado…
-En su momento, sí, me molesto esa situación. Fue cuando yo empezaba a jugar los Grand Slams; de esa época a hoy cambió un montón la situación que era inevitable que pasara. Lógicamente que esas reacciones me salían para generar un poco de consciencia respecto al deporte que hago, que no deja de ser un deporte profesional y yo estaba ahí.
-Poca gente puede decir ‘Soy el mejor del mundo en lo que hago’, ¿Te pones a pensar en eso, caíste o sólo te enfocas en disfrutarlo?
-(Corta rápidamente la pregunta) Eso, es eso: me enfoco en disfrutarlo porque es muy difícil lograrlo y es muy especial por todo lo que costó llegar a este lugar y lo improbable que era y todo lo que tuve que trabajar para conseguirlo. Yo no se si voy a ser número uno un mes, dos meses o cuatro años. Lo que sí no quiero es que si dejo de serlo, no haber podido disfrutar del proceso de haberlo logrado, por eso también lo tomo con responsabilidad y una linda presión que busque toda mi vida.
-Y cuando lo cumpliste, ¿qué pasó?
-Me acuerdo perfecto del momento, fue una inflexión, algo especial, pese a que yo sabía ya desde hacía un par de semanas que ese día yo quedaba primero por una cuestión de ranking. Lo estaba esperando, pero cuando pasó fue como que me tiraron un camión de sensaciones encima. Por suerte tenía a toda mi familia y mi entorno deportivo cerca. Ellos son la razón por la que yo llegué, en definitiva gracias a ellos y a muchísimas otras personas.
-¿Te lo comunican de alguna forma en especial la ITF o era actualizar sin parar el ranking hasta verte ahí?
-Estaba con el celular, deslizando para arriba sin parar y de un momento a otro pasó: justo estábamos en Inglaterra, jugando Wimbledon y eran como las 4 ó 5 de la tarde. Yo estaba como ‘No actualizan más, loco, dale’… se retrasaron un poquito pero finalmente pasó.
-¿Te miran desde otro lado los rivales desde ese momento?, ¿se gana un respeto especial?
-Yo creo que siempre me respetaron mucho los rivales, por suerte, y desde hace un tiempo creo que me lo había ganado también ese respeto. A medida que vas madurando también te vas dando más cuenta de eso, aunque ahora ya sea quizás algo más unánime y me lo gané porque trabajé durante años para lograr ponerme en una situación así.
-Entrenando al nivel de cualquier otro tenista top…
-Entreno como un tenista que está dentro del top50 ATP o más arriba, hoy en día estoy tratando de dar un plus en muchas cosas, desde la nutrición o trabajando con un preparador mental. La rutina depende de si juego y compito o no, pero cuando estoy acá hago tres horas de tenis a la mañana, una hora u hora y media de físico y dos horas de kinesiología a la tarde para arreglar todo lo que maltrato durante el día (se ríe).
-¿El circuito es igual de exigente?
-Jugamos entre 20 y 22 torneos en el año. Hay torneos que no podemos dejar de jugar, hay otros que tenés que aprovechar para ir o no, según una planificación. Yo no soy mucho de especular y trato de ir a jugar a todos los torneos pensando en ganarlos. Estoy entre 27 y 30 semanas al año afuera y compitiendo todo el año.
‘Gusti’ se acopló a los 12 años a la Asociación Argentina de Tenis Adaptado (AATA) y empezó rápidamente a mejorar su nivel y a competir cada vez con mayor regularidad, primero para destacarse entre los juniors y luego dar el salto como profesional, en un circuito de la Federación Internacional de Tenis que contempla más de 150 torneos en 41 países y más de mil jugadores en actividad.
El tenis adaptado es igual al convencional con la salvedad de que la pelota puede picar dos veces y las sillas que utilizan son especiales, con las ruedas inclinadas para un mejor giro y con otra aerodinámica (tiene una rueda atrás) y que llegan a valer entre siete mil y 10 mil dólares. De hecho, Fernández recién pudo tener su silla a medida, “una de las buenas”, cuando llegó a ser 5º del mundo, en 2012. Antes competía con una silla de fibra de carbono adaptada, la que con su entrenador emparchaban constantemente con cinta de embalar cada vez que se rompía.
El mérito de ‘Gusti’ es doble: es el único parapléjico completo del top-ten (los otros dos en la misma condición que él en los primeros 25 puestos del ranking también son argentinos, Ezequiel Casco y Agustín Ledesma). Su mentalidad ganadora compensa todo el resto. “Los torneos más lindos son los Grand Slam, donde realmente se respira tenis, es como estar en Disney –bromea-, pero todavía no está del todo desarrollado a nivel mundial tampoco, no se lo respeta y valora de la forma en la que yo quisiera”, afirma. En la Argentina, esa brecha crece exponencialmente, y no solamente en lo deportivo. “Hay un tema de consciencia con respecto al discapacitado. Está muy inculcado el prejuicio de que por tener una discapacidad no te podes desarrollar normalmente en la vida. Una de esas formas es con el deporte, pero eso lleva a que no se lo tome de la forma que debería en cuanto a la consideración. A mi me tocó llegar al Nº1 para que eso empiece a cambiar pero todavía estamos a años luz y debemos seguir desarrollando esta tendencia para modificar la consciencia con respecto a los discapacitados y eso por añadidura después se trasladará al deporte”, analiza con contundencia el campeón de 17 trofeos, incluidos Roland Garros, Australia y Wimbledon en dobles.
-¿En el camino alguna vez hubo dudas y pensaste en pegar un volantazo porque las cosas no iban bien?
-Todos tenemos debilidades y flaquezas, es normal. Yo siempre fui determinado y nunca se me pasó por la cabeza dejar definitivamente o hacer otras cosas. Quizá cuando era más pendejo, con 16 o 17 años que estaba con mis amigos te pones a pensar… Pero yo desde los 13 años que compito, que viajo con mi entrenador (Fernando San Martín) y paso tiempo lejos de mis amigos, de mi novia, de mi familia y fuera de mi casa y en la adolescencia tenés esos altibajos. Los pude solucionar con un par de charlas, una con mi papá, otra con mi entrenador y ya está. Nunca tuve problema, por suerte, en pedir ayuda cuando la necesité. Siento que siempre la necesito y me siento lo suficientemente humilde como para darme cuenta que no me las sé todas, que no puedo resolver todo y que es bueno que te ayuden.
-¿En qué crees que la sociedad debe seguir cambiando específicamente en la consciencia de la discapacidad en general?
-Se le tiene mucho miedo a una discapacidad, cualquiera sea, se piensa de que es algo muy malo y no necesariamente tiene que serlo. Depende mucho de cómo lo toma y canaliza cada uno, pasa a ser mala o no. A mi el hecho de ser discapacitado no me privó de nada. De hecho, yo tomé la decisión de hacer un deporte de forma profesional pero si quisiera podría haberme puesto a estudiar, ser médico o lo que fuese hubiera podido serlo. Entonces en ese sentido no me cambia la discapacidad, al contrario: me enseñó mucho y en definitiva terminó siendo muy positiva en otros aspectos. No cambiaría nada de mi vida porque de esta forma pude desarrollarme como persona de la forma en la que lo hice, tener cosas y cumplir sueños de la forma en la que lo hice. La discapacidad tiene que naturalizarse muchísimo más y tenemos que empezar a convivir cotidianamente con ella.
-En momentos en los que el deporte puede significar un oxígeno ante tantos problemas sociales, ¿crees que cada vez toma más importancia ese rol de que los chicos lleguen al deporte desde bien temprano?
-Si el deporte está bien usado puede ser muy importante, pero sino está bien usado, no, todo lo contrario.
-¿Cómo sería una buena utilización del deporte?
-No quiero caer en lugares comunes o en contraejemplos, pero el fútbol puede ser un espejo de cómo muchas veces se mal utiliza el deporte desde la enseñanza. El deporte en general creo que enseña muchos valores, de los buenos, y esos mismos valores que enseña también los puede descuidar. Son valores esenciales que no se pueden perder o no estar bien educados desde chicos porque puede ser fatal para después; el fútbol es lo más mediático y popular por eso como sociedad después vemos esas facturas que nos pasan todo ese tipo de cuestiones.
-El todo vale…
-El ganar como sea, el no-compañerismo y todo lo que se ha embarrado a un nivel mucho más alto. A mi me gusta el deporte puro, pulcro. Por eso me gustaron tanto los Juegos Olímpicos, porque ahí se siente algo sincero del deportista que entrena para ser su mejor versión y si sale 50º pero subió 3 segundos su marca, puede estar inmensamente feliz. A mi ese tipo de cuestiones me emocionan y hoy con tanto resultadismo se pierde eso, lo que es doloroso porque es algo que maman los chicos, que los lleva a no disfrutar del deporte que es hermoso cuando se lo toma de la forma que se lo debe tomar.
-Para ser Nº1 del mundo tenés que ser muy bueno en muchas cosas, ¿el ‘Gusti’ de hoy en día qué le diría al de hace un par de años?
-Le diría que siga por el camino de siempre, por más que las cosas podían no salir de la mejor forma era el camino correcto, el del trabajo y el de los sueños. Y que es cuestión de tiempo.
-¿Y el otro ‘Gusti’ a este?
-Le diría: ‘viste, te dije culiao, era verdad, no estábamos equivocados’. Estábamos jodidos por momentos. En otros mejores… y peores, cuando entran las dudas, pero qué bien hiciste en confiar y darle para adelante.
-¿Te pones en el rol de formador de consciencia o preferís no pensarlo?
-No me pongo en ningún lugar especifico, no creo que deba haberlo tampoco, simplemente expreso mi forma de ver las cosas y si eso a alguna persona le sirve o se siente identificada, bienvenido sea, pero a mi no me cambia en mi forma de ser si la gente me reconoce o no. Yo me siento conforme y satisfecho con mi vida y no necesito demasiado más. Trato de valorar lo que tengo y la vida que llevo sin ponerme a pensar si está bien o mal, si soy de una u otra forma, o si genera o no consciencia en los demás. Con la repercusión algunas cosas pueden cambiar pero la esencia sigue siendo la misma y eso trataré de que sea así siempre.
-En general estás bastante tiempo solo, ¿cómo se convive con esa soledad?
-Sí, estoy bastante solo pero también bastante con mi entrenador que he tenido la posibilidad de que me acompañe siempre y también mi preparador físico, con ellos tengo la mejor relación y lo hacen más llevadero. Obviamente que me gustaría compartir más momentos con mi familia, con mi novia, con mis amigos pero no siempre se puede.
-¿Te identificás con algún tenista en especial?
-Me fijo mucho en varios, tanto en jugadores en silla como profesionales de ATP, se puede aprender mucho mirando al resto. No se si me siento identificado con uno en especial o no me quiero comparar, pero soy aguerrido más que talentoso. No me sobra habilidad, talento algo, puede ser que sí. Yo siento como un talento poder exprimir al máximo mis capacidades más allá de la habilidad en sí misma. El trabajo también te lleva a desarrollar habilidades lógicamente y soy duro compitiendo y disfruto de esa lucha… soy más del estilo de Nadal que de Federer.
-Deportivamente, ¿ahora qué queda?
-Siempre se puede seguir mejorando, yo no siento que haya llegado al mejor tenista que puedo ser… trabajo para eso y poder encontrar el límite que patié hace un tiempo.
-¿Pensás en el después del tenis?
-Directamente no pienso en el después, veré más adelante. Por eso a lo económico no le doy tanta importancia ni tengo ambiciones desmedidas, quizás porque nunca me faltó nada ni planeo salvarme con el tenis porque cuando el tenis se terminé pienso que tendré ganas de hacer otras cosas. No que voy a hacer la plancha todo el día. Tengo muchos planes además del tenis: me gustaría ser entrenador de básquet, me gustaría escribir, un montón de cosas.
-El básquet siempre presente…
-Siempre me gustó y cuando me retire algo voy a hacer. Lo de escribir, me gusta. A veces escribo, muy amateur, me gustaría prepararme en realidad para escribir mucho mejor de lo que escribo pero eso requiere tiempo y preparación, quizá lo pueda hacer en otro momento.
-Si en 10 años te tenés que definir con una sola palabra, ¿cual sería?
-(Piensa varios segundos) Un soñador, podría ser. Yo soñé mucho con todo esto de estar acá… no se si te lo podría decir yo esa descripción, quizá, podés preguntárselo a mi viejo o a mi vieja pero probablemente te digan algo parecido y algo lindo también.
Fuente: pagina12.com.ar