Jesús Dátolo siempre vivió en Carlos Spegazzini, 50 kilómetros al sur de la ciudad de Buenos Aires. Sólo en un lapso, cuando jugaba en Boca, se mudó a Puerto Madero. «Me gusta pescar –dice, a los 33 años, de vuelta con la 10 de Banfield después de ocho temporadas en el exterior–. Y nunca pude salir de Spegazzini, la familia, los campos. Cuando salgo de entrenar aprovecho para estar más tiempo con la naturaleza». Hijo de César Alberto y Guillermina, segundo más grande de diez hermanos, Dátolo regresó a la Argentina reinventado, sin olvidar los orígenes, con la cabeza puesta en la pelota (y la caña).
–¿Qué es hoy ser futbolista?
–Cuando uno empieza, hace todo a mil por hora y no disfruta por querer mostrarse. Y a veces querer mostrarte hace que corras más y no te des cuenta de otro posicionamiento, de cómo parar la pelota, de tocar. Aprendí. Antes eso no lo hacía. Perdí potencia, pero perfeccioné ese aspecto. Uno negocia con el tiempo. En lugar de correr más, corrés menos pero mejor.
–¿Eso se relaciona con tu vida?
–La vida te va poniendo problemas y te vas haciendo más hombre. Las balas te duelen menos. Me siento completo con toda la experiencia que adquirí.
–A los 21 años dijiste que al fútbol lo respetabas mucho porque te daba mucho.
–Es nuestro trabajo, lo amo, y me siento feliz. Todavía tengo la ilusión de cuando era más chico. Tengo ese cosquilleo antes de venir a entrenar.
–Ahora «riquelmeás» en la cancha.
–En la vida tenés que ser inteligente. Llega un punto en que tu físico te obliga a negociar. Veo videos míos para aprender y superarme, y cuando era más chico hacía casi un surco. Tenía como referencia al Kily González y a Ryan Giggs, y los miraba. Eso me hizo crecer en la técnica y ser fuerte. Pero hoy negocio más. No tengo ese ida y vuelta. Gané otras cosas. Negocié todo este tiempo y gané experiencia en el toque, como Riquelme, y veo a jugadores con técnica. El jugador de fútbol no puede ver a Mirtha Legrand. No te digo que seas un enfermo. Pero mínimamente tiene que mirar y aprender. El pibe que juega de 9 y está aprendiendo tiene que poner los videos de Batistuta y ver cómo te rompía la red. Eso, si quiere ser el mejor. Y hasta por respeto a vos mismo.
–¿Tu «negocio» lo hiciste en Brasil?
–Hablo portugués, mi novia y mi hija son brasileñas. Jugué cinco años seguidos y aprendí viendo a los brasileños, que le dan prioridad a jugar, no a correr. Claro que si no corrés estás muerto. Pero sumale que juegan bien, los entrenamientos con pelota, no correr tanto en las pretemporadas. Estar constantemente con la pelota te lleva a aprender. Si corrés, corrés, corrés, no agarrás la pelota, y cuando llega el momento en que la tenés, no sabés qué hacer… Uno tiene que ser autocrítico en la vida. En Europa no me fue bien. En Brasil, sobre todo en Atlético Mineiro, me sentí pleno.
–¿Por qué volviste?
–Me había llamado Verón para ir a Estudiantes y había hablado en el verano con Guillermo para volver a Boca, pero después no sé lo que pasó. Era Boca o Banfield, a los que les quería retribuir todo lo que me dieron. Nunca puse como prioridad el dinero. Nunca. El ser humano tiene que pensar un poco y se tiene que sentir bien en el lugar. A veces estás en un lugar, ganás bien y la pasás mal. Lo económico ayuda, pero a mi edad priorizo el bienestar, hacer chistes con el utilero, que me llevaba en el camión cuando vivía en la pensión y entrenaba en el estadio. Esas cosas son impagables. Mientras tengas salud, el dinero lo vas a generar. No tengas miedo. Si jugás bien, te van a contratar. Pero el ser humano a veces es muy mezquino.
–¿Lo decís por los que se van a Rusia y China?
–Vos te podés ir. Tenés que ayudar a tu familia. Pero hoy el jugador tiene que pensar mucho antes de irse. Es difícil. El hincha de Boca tiene que valorar que Tevez volvió, jugó bien y le dio cosas al club. El ser humano a veces quiere tomar aire. Boca te consume. El hincha tiene que entender que los jugadores de fútbol no somos robots.
–¿Cómo superaste las críticas, al principio, de los hinchas de Boca?
–Era chico, tenía 22 años y pasé de Banfield a Boca, de dos periodistas a 70. En el vestuario estaban Guillermo, Palermo, Riquelme, y tiempo atrás los veía como hincha ganar la Copa Intercontinental, y decís: «¿Dónde estoy, la concha de la lora?». No te asustás, pero vienen temores, y agarrás la pelota y te va mal. Pero siempre hay un clic en la vida: el pasado es la mejor herramienta para que no cometas errores en el futuro. Me vienen a la mente los esfuerzos que hacía mi vieja, cuando mi papá no tenía para comprarme botines, cuando tuve que vivir en la pensión porque pasaba hambre. Agarro todo eso y le meto. Salí adelante.
–¿Dijiste que eras militante kirchnerista?
–En este país se vive en una confusión, en el sentido de si sos de un lado o del otro, esa famosa grieta. Metieron ese título en una nota cuando vivía en Brasil. Pero no soy idiota ni iluso: veía las cosas que pasaban acá, y yo soy peronista.
–¿Por qué?
–Porque nací en Spegazzini. Mi vieja era cocinera y mi viejo nunca tuvo un trabajo estable, o trabajaba en una fábrica o de albañil. Soy más del pueblo, y el pueblo es de Perón. Veo entrevistas a Perón, y me gusta su pensamiento, cómo se desenvolvió, cómo quería a la Argentina. Me identifica. También tengo amigos en la política. Pero eso no me hace militante: soy un jugador de fútbol, tengo mi opinión, y basta. Ojalá en el futuro se arme una fuerza política que piense en los que menos tienen, porque el fin es que estemos bien todos.
–¿A quién votaste en las últimas elecciones?
–Como peronista, ya sabés.
–Peronismo no es kirchnerismo.
–El peronismo, en ese momento, era el partido de Cristina.
–¿Cómo ves al país?
–Se tienen que dejar de romper las bolas, sea Macri o quien gobierne, y dejar las chicanas. Soy joven y elijo vivir acá. Tienen que pensar en las personas. No les pueden venir boletas de luz tan altas que no pueden pagar, esas injusticias, que cada vez hay más pobres y villas. A uno, como ser humano, le duele. Y más si se echan culpas. Tienen que haber más programas de educación en la tele, no de discusión.
–¿Qué querés hacer en el futuro?
–Me gustaría formar jugadores chicos de manera independiente. Tener mi gente para trabajar. Hay que enseñar valores. Hoy un representante quiere ser más vivo que otro y le ofrece al chico un auto. No es ético, ni el modo adecuado de enseñar. Si tenés un botín, hay un esfuerzo detrás de eso. Hoy los pibes te tratan mal, y si les decís algo, te contestan. Antes me daba vergüenza hablarle a un mayor. Soy de la vieja escuela.
–Con la Selección jugaste el partido ante Brasil por las Eliminatorias en Rosario. Ahora, Argentina recibirá a Perú en La Bombonera.
–A Tristán Suárez hay que ir a jugar.
–¿Sirve?
–Vamos a hablar de fútbol: el compromiso es el mismo, no importa dónde jugás. El fin es ganar y darle una alegría al pueblo argentino. A veces tenemos que ser menos agresivos. Veo a periodistas que gritan, tiran mala onda. Obvio que no estamos pasando un buen momento, pero hubo muchos cambios, en AFA, en el cuerpo técnico, y se sienten. Ojalá tuviera la chance de jugar cinco minutos…
Fuente: tiempoar.com.ar