El rock es una cuestión de tiempo

La lluvia volvió a mezclarse con la épica rockera de este encuentro. Hubo problemas de sonido y retrasos en algunos shows. Pero también intensidad musical, con Skay Beilinson y los Fakires, que tuvieron una actuación más lucida que Andrés Ciro y Los Persas.

Además de Las Pelotas, que asistió a casi todas las ediciones que se hicieron hasta ahora, el único invitado fijo del Cosquín Rock fue la lluvia. Por más que nadie espere ni desee su arribo, a pesar de las anécdotas y del folklore que legó en el festival de manufactura cordobesa. Si bien se había adelantado su llegada en los días previos al evento, lo que suponía que no iba ser protagonista en esta ocasión, pasada la medianoche del sábado reincidió en el aeródromo de Santa María de Punilla con tal violencia que Las Pastillas del Abuelo debieron cancelar su show en el escenario principal media hora antes de su conclusión. Mientras que la leyenda del reggae Don Carlos, en el otro extremo del predio, consiguió sortear los avatares del temporal para arengar al puñado de trasnochados con un show plagado de clásicos. Sin embargo, a la madre naturaleza parece que poco le simpatizó tamaña osadía, pues el micro en el que viajaban el cantante jamaicano y sus músicos volcó más tarde en la ruta cuando volvía a Buenos Aires. Por suerte no hubo daños que lamentar.

La primera jornada de esta edición del Cosquín Rock no fue la ideal. Amén de las circunstancias climáticas, los problemas de sonido y los retrasos de algunos shows terminaron mellando en el semblante del festival. Aunque lo segundo podía maquillarse, lo otro era imposible. Al punto de que Roddy Radiation, el histórico guitarrista líder de The Specials (banda fundamental del ska británico de la primera mitad de los ochenta), durante la presentación de su proyecto solista comenzó a cargar contra el tablado del Espacio Córdoba X – Córdoba Rockea, dedicado a las agrupaciones locales, debido a su descabellada potencia sonora. Y es que la frontalidad y estridencia de los solos de viola de los grupos de metal cordobeses castigaron la cadencia del folklore jamaicano. Pero no sólo lo padeció el músico y cantante inglés, sino también los demás artistas del escenario temático de la fecha, dedicado al reggae, como los chilenos Guachupé y Gondwana. Al igual que Dancing Mood, Zonah Ganjah y Los Cafres.

Si bien Los Pericos tampoco zafaron de los gritos guturales ni de los riffs virulentos de las agrupaciones linderas, se alzaron con la mejor performance del Temático Reggae. En el momento de mayor convocatoria de ese escenario, el grupo liderado por un solvente y canchero Juanchi Bailerón continuó haciendo lo que empezó en el mismo festival el año pasado: celebrar los 30 años de su primer álbum, El ritual de la banana. Aparte de recrear temas clásicos tanto de ese disco como el resto de sus hits, este bombardero de la alegría veraniega invitó para la ocasión a Andrew Tosh, hijo del icónico cantante Peter Tosh, para hacer himnos como “Pick Myself”, “Bush Doctor” y “Johnny B. Goode”, mechados con uno de los argentinos: “Mucha experiencia”. Justo en ese instante, quien también se encontraba inspirado, pero del otro lado del aeródromo, y ante la mayoría de las 40 mil personas que asistieron a esa jornada del evento, fue Skay Beilinson al frente de Los Fakires, la formación que lo acompaña.

El otrora guitarrista de los Redonditos de Ricota basó su show, muy en sintonía con la actuación que brindó el año pasado en el mismo encuentro musical, en su propio repertorio. Largó con “El Golem de Paternal”, al que siguieron “Flores secas”, “Oda a la sin nombre”, “El equilibrista” y así hasta llegar, promediando la mitad de su recital, al único tema que tocó de su antigua banda: “Ji Ji Ji”. Hubo euforia colectiva, que el músico bien supo capitalizar mediante otra tanda de canciones de su autoría, entre las que despuntaron “Chico bomba”, “Falenas en celo” y “El sueño del jinete”. Skay se subió al escenario principal del Cosquín Rock 2018 luego de que por ahí pasara Andrés Ciro. Pero entre Fakires y Persas la pulseada la perdió el ex frontman de Los Piojos, quien, pese a hilvanar una propuesta cuyo cancionero picoteó en su obra grupal y unipersonal, no se le vio en su salsa en varios pasajes de su presentación. Ni siquiera cuando intentó apelar a la mística.

Mucho después de las intervenciones de los noveles Nagual y Sueño de Pescado, al igual que de El Bordo y Las Pelotas, que invitó a Rally Barrionuevo en “Esperando el milagro” (tal como sucedió en ediciones anteriores del evento), le llegó el turno en el escenario principal a Creedence Clearwater Revisited. A pesar de su popularidad local, la sensación que dejó la timidez del público, apenas el grupo apareció, es que daba lo mismo que estuviera o no. Y es que hasta los arengadores de la cultura del aguante bajaron sus banderas durante su actuación. De eso se dio cuenta Stu Cook, bajista de la formación original, al momento de dirigirse por primera vez a la audiencia. Por lo que esta versión revisitada de la banda estadounidense, que tiene en el baterista Doug “Cosmo” Clifford a su otro líder, remontó una performance signada por los clásicos, la indiferencia y un nivel de sonido desproporcionadamente bajo. Pero volvieron a casa ovacionados. Al tiempo que un chico cantaba “Brasil, decime que se siente”, inspirado en “Bad Moon Rising”, de Creedence, Pez tocaba en el Quilmes Garage.

Los capitaneados por Ariel Sanzo brindaron un recital brillante que mostró la lucidez (o el delirio) de su costado más progresivo y filoso, en un escenario por el que previamente desfilaron propuestas próximas como la de los stoners estadounidenses The Flying Eyes o la de los nacionales Humo del Cairo, Banda de la Muerte, Hijo de la Tormenta y Octafonic. A algunos metros de ahí, y tras dejar atrás La Casita del Blues, donde se robaron los aplausos Déborah Dixon y Patán Vidal, se encontraba la carpa Universo Geiser. Fue el reducto indie de la fecha. Pero en una expresión más amplia, pues albergó a Massacre y Airbag, ambos con llenazos, y a artistas propiamente del palo. No obstante, si la escena cordobesa quería demostrar lo afinada y creativa que está en esta época, la respuesta estaba allí y no en el ruidoso Espacio Córdoba. Y es que Francisca y los Exploradores, Rayos Láser, De la Rivera y los contagiosos Valdés dejaron una vez más en evidencia que el epicentro del pop y del groove argentino es La Docta.

Fuente: pagina12.com.ar

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