Industriales contra la corriente

“Mi idea es reflejar la puja entre la Argentina industrial y los que solo quieren un país agroexportador”. El que habla es Bruno De Alto, especialista en Gestión de Tecnología e Innovación por la UNTref y licenciado en Organización Industrial por la Universidad Tecnológica Nacional. Autor de un libro donde detalla lo que fue aquella aventura de los 70 de crear una computadora con desarrollo local, la calculadora Fate, desde hace unos años inició la tarea de reconstruir los primeros esbozos de industria rioplatense. Pero los tiempos conspiraron para que esa publicación viera la luz mientras él, trabajador del INTI, se ve inmerso en el plan de desguace de ese organismo nacional por parte del gobierno nacional.

Sentado a una mesa en la vereda de la Avenida General Paz donde el personal del INTI reclama la reincorporación de los 254 compañeros despedidos, es interrumpido a cada rato por los bocinazos solidarios y los gritos de apoyo desde los vehículos que circulan por la colectora. Los más entusiastas son los camioneros, pero también colaboran desde autos de alta gama.

“Quería saldar temas del pasado y (con “Tozuda Industria Nacional”) me ubiqué en el período entre 1776 y 1910, que es desde la creación del Virreinato del Rio de la Plata y el centenario de la Revolución de Mayo”, dice De Alto. Una época donde nada facilitaba a la industria, y sin embargo hubo esbozos importantes. Eso explica que partiera de una fábrica de carretas en el Tucumán de fines del siglo XVII y de las de armas durante la guerra de la Independencia, hasta dos empresas paradigmáticas como Bagley y La Martona, avanzado el siglo XIX.

Como elementos de análisis, De Alto señala siete puntos que se aplican para entender el planteo y que de algún modo se hacen presentes en “Tozuda…”: La política del Estado, la demanda, el territorio, los actores protagonistas, la tecnología que manejan, el financiamiento y el contexto histórico. El dato concreto es que en ninguno de los casos citados el contexto hacía prever el desarrollo de una industria. Pero alguno de esos elementos o la suma de ellos hizo posible que de alguna manera cada uno de los experimentos prosperara.

Mano de obra aborigen

Uno de esos ejemplos es el de la elaboración de carretas en Tucumán. “Cuando se crea el virreinato florece la ruta de Potosí a Buenos Aires”, recuerda el investigador. De hecho, el virreinato nace como respuesta a la presencia portuguesa y británica en el Rïo de la Plata. Y las riquezas de Potosí formaban una parte fundamental de los ingresos para mantener el aparato burocrático de la corona en la actual capital argentina.

– Para sacar el oro potosino, la distancia a Buenos Aires era de 1000 kilómetros menos que a Lima. Y además en llanura. Las postas de Salta Jujuy Tucumán y Córdoba comienzan entonces a tomar vigor. El cabildo de Tucumán facilita la actividad local, que estaba muy regulada por la corona. Permite que se armen servicios de transporte y que se fabriquen carretas- señala De Alto.

-¿Qué tipo de promoción? ¿Puso dinero?

-La habilitación. Los carreteros eran fabricantes y también transportistas. Y la mano de obra era con esclavos y con gente de los pueblos originarios que sabían trabajar la madera. El problema es que no se sabía cómo hacerlas. Y además no había acero, de modo que las carretas eran todas de madera. El viaje tardaba cuatro meses, con lo que sumado el aprovisionamiento y los arreglos era un viaje por año. Las carretas no duraban más de dos años.

-Un costo enorme.

-Que seguramente era pagado por el valor de la mercancía.

Armas para la revolución en manos catalanas

-¿Cómo aparecen las fábricas de armas? Porque uno conoce la historia de Fray Luis Beltrán y poco más.

– La revolución nace y no tiene armas. Estratégicamente no se permitía que tuvieran armas a miles de kilómetros de la metrópoli. Había arsenales y algún armamento pequeño y armeros en los destacamentos, pero ninguna capacidad industrial.

-¿Quien da la orden de fabricar?

-La Junta. La primera orden que da es incautar, comprar y fabricar. Se sacan armas a la población y se apropiaron de lo que había en instalaciones españolas y los armeros de los ejércitos trabajan para la revolución. La gran historia es la fabricación. La fábrica de cañones y morteros en Buenos Aires la organiza un señor Ángel Monasterio.

-Tiene nombre de calle.

-Dato interesante. Los extranjeros que había y que se nombra en libros de historia como españoles a veces no lo son. Muchos, como Domingo Matheu, eran catalanes, o sea que eran independentistas de España, tenían vocación liberal y antimonárquica y por tanto no tenían problema en sumarse a la revolución. Monasterio tenía conocimiento de fundición porque era escultor, tenía formación militar y era matemático, pero básicamente se nutre de documentación incautada. España pretendía ser potencia militar y en esa época los artilleros sabían hacer cañones. Se hizo también la fábrica de fusiles, que estaba donde ahora está el palacio de Tribunales. Se la dan a Matheu. También se instala una fábrica de fusiles de Tucumán, que con muchas dificultades, regentea Belgrano. La fábrica de pólvora de Córdoba queda a cargo de Diego Paroissien, otro personaje extraño.

-Era médico ¿no?

– Tenía conocimientos pero no es claro que fuera medico. Si que sabía de química, y lo pasó muy mal cuando le estalla la fábrica de pólvora. Entonces San Martin lo rescata y lo lleva a Mendoza y es su médico personal. También lo usa para tareas de inteligencia.

-¿Y Fray Luis Beltrán, al que el gremio metalúrgico tiene como su mentor?

-Él fabricó toda la logística para el cruce de Los Andes, hizo municiones. El mito de que fundía cañones lo creó Mitre, pero no está documentado. Si fabricó aparejos para llevar armas, ropa, botas, era un tipo muy creativo y capaz formado en la iglesia. El que si fundió cañones, en Jujuy fue Holmberg.

-Otra calle porteña.

-Era un barón austriaco que tenía dificultades para progresar en su patria, se va a España y de allí se viene al Río de la Plata y hablando en alemán y con unos manuales que tenía y bajo el mando de Belgrano logra fabricar morteros y cañones en Jujuy. Ese puzle de personajes te demuestra que se puede salir adelante.

-¿Qué paso después?

-Que terminó la revolución y nadie concibió que eso fuera una industria. Sólo Belgrano tenía una idea de eso.

Querer o no querer más Lola

-¿Cómo es la historia de Bagley?
-Melville Bagley era un norteamericano del norte del país, de una zona maderera. A los 20 años se va a Nueva Orleans, el suroeste, una ciudad cosmopolita y encuentra una vida distinta, con bares y cócteles. Era la capital del bíter, de los amargos.Era muy común que se hicieran bebidas semicurativas que terminaban siendo bebidas sociales.

-Algo así como la Coca Cola

-La Coca Cola tuvo el problema de la ley seca y le tuvo que sacar el alcohol. El caso es que cuando estalla la guerra civil, Bagley se encuentra con que él era un norteño en el sur.

-¿Por qué terminó en Buenos Aires?

-No hay certeza pero uno imagina que se tomó el primer barco que encontró para rajarse. O porque alguien le haya recomendado. Llega en 1862 y consigue trabajo en la Farmacia Estrella, que todavía está en la esquina de Alsina y Defensa, que era de los Demarchi, suizos. Ahí hace una carrera brillante, eran los tiempos de la transición de la botica a la droguería y finalmente la farmacia. Lo artesanal se transformaba en lo científico. A los dos años pone su saber con la Hesperidina pero como producto medicinal, como un bíter estomacal, con el apoyo de los Demarchi.

-¿La fórmula era “tomada” de Nueva Orleans?

-El dice que la fórmula es del doctor Cooley. El doctor Cooley, existió pero no hacia Hesperidina. Supongo que lo puso como cuestión comercial, pero duró nada más que un año. Y salió al mercado empapelando la ciudad con carteles de Hesperidina. Nadie sabía de qué se trataba

-Era un capo en marketing.

-La primera campaña registrada de marketing en Argentina es la de Bagley. Fue un éxito y lo copian y en los tribunales no le dan la razón porque había un vacío legal. El tema de la botica es interesante porque los Demarchi tenían relación con la política y allí se juntaban con Mitre, Roca. Nicolás Avellaneda le hizo dos favores grandes: bajó aranceles para importar máquinas de hacer galletitas y le puso la ley de marcas para proteger sus productos. La historia de Bagley es la del cuidado de la originalidad y de la relación con el poder.

-Luego hizo galletitas de invención propia.
-Bagley logra disparar tres productos, la Hesperidina, las galletitas y el dulce.” Las tres buenas cosas de Bagley”, decía la propaganda. Él fue proveedor del estado con las famosas Lola. Eran una galletitas que les deba a los enfermos porque eran muy saludables. De ahí viene lo de “no quiere más Lola”, que decían los enfermeros cuando un paciente se moría. Los comparaba el sistema de salud público.

La madre de Bioy Casares

“Un caso interesante en la industria es el de Vicente Casares, abuelo del escritor Adolfo Bioy Casares. La mamá era La Martona, como bautizó a su empresa”, rememora entre nuevos bocinazos De Alto.

-¿Qué tiene de interesante?
-Casares es de un linaje tradicional agroexportador. Su generación ya hace política, sin embargo se hace industrial. Es un caso excepcional porque no tiene ninguna necesidad y lo hace en una industria muy difícil por la necesidad de contar con una tecnología para proveer de leche fresca a una ciudad tan grande como Buenos Aires.

-¿Cómo era el consumo de leche en esa época?

-El consumo era esporádico, era un hábito de algunas comunidades europeas o de los vascos que andaban con las vacas por las calles o venían con caballos durante toda la noche. Con el traqueteo quedaba arriba la leche y abajo la manteca, en condiciones de salubridad muy pobres. No era habitual en el criollo tomar leche. Lo que hace Casares desde 1889 es crear un mercado, crear una cultura. Aparecen las lecherías en la ciudad. Traer leche fresca teniendo en cuenta que la planta estaba en Cañuelas, era un desafío, implicaba una logística importante. La mandaba por tren y lograr que fuera fresca limpia y pura era un avance tecnológico notable. Además creó la raza Holando. Lo de Casares es notable y más desde su alcurnia.

-Sin embargo la empresa termina desapareciendo.

-La cierra la tercera generación. A la muerte de Vicente lo suceden sus hijos y al cabo de los años comienzan a manifestarse problemas con el Estado. Aparece una ideología antiestatista que yo creo que no era la de Vicente, se enojan con los controles estatales, con los convenios colectivos y van desarmando la empresa. La parte comercial la van separando y se vuelven mayoristas porque no quieren tener personal, por los sindicatos. Hay todo un discurso antisindical y finalmente al quedar aislada tecnológicamente se cierra en 1978, en plena dictadura.

Fuente: tiempoar.com.ar

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